lunes, 24 de septiembre de 2012

Un nuevo Lanús


por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

   En la noche en la que todo lo bueno que el equipo venía realizando alcanzó el máximo esplendor, Lanús derrotó claramente a Boca por 2 a 0, un resultado exiguo a juzgar por el rendimiento de uno y otro elenco, en un encuentro en el que el local, tal vez como nunca en la historia de los enfrentamientos entre ambas instituciones, fue claramente dominador, y el visitante no generó ni una sola jugada de peligro real sobre la valla defendida por Agustín Marchesín. Boca llegaba puntero, precedido de un invicto de seis partidos en los cuales ganó cinco y empató el restante. Lanús lo sorprendería con su rendimiento -y también a la opinión pública- pero no tanto a sus seguidores, que venían apreciando los varios cambios en el funcionamiento colectivo llevados
a cabo por el técnico Guillermo Barros Schelloto, los cuales habían modificado definitivamente el juego del equipo, aunque la mala fortuna le negara no menos de siete puntos que mereció sumar a su cosecha, de haber derrotado a Racing y Quilmes como merecía, que resultaron sendas igualdades, y también a Arsenal, que en su única llegada le convirtió el gol que sellaría la injusta victoria.
Cuando en la fecha inicial Colón lo derrotó con justicia por 1-0, el nuevo Lanús apenas se insinuaba en la mayor disposición a la lucha y a los espacios cortos de cada uno de sus jugadores, pero no se concretaba en lo colectivo a la hora de intentar llegar al arco rival. Lo mismo ocurrió en la segunda ante Newell’s en La Fortaleza, dando fiera lucha por la tenencia en cada sector del terreno, fallas de conexión tanto en defensa como en ataque sumado a la insólita expulsión de Leandro Díaz le costaron la segunda derrota consecutiva. Ante Vélez el entrenador tuvo que jugarse: Había que ir al reducto  históricamente más esquivo para Lanús, y enfrentar al rival que se perfilaba como el gran candidato. Ante el difícil panorama que presagiaba una más que posible nueva caída, Guillermo pateó el tablero, paró el equipo diez metros más atrás y mandó a Silvio Romero en lugar del capitán Diego Valeri, la decisión más difícil que tenía que tomar. Esa noche en Liniers, con la victoria justa por 2-0, empezó a gestarse este gran rendimiento colectivo que aplastó a Boca, pese a que el xeneize contó con el favor de un vergonzoso arbitraje de Mauro Vigliano. 
A partir de aquella victoria ante Vélez, lograda desde la puerta del abismo, Lanús fue creciendo partido tras partido. Dominó claramente a Racing, que esa tarde también alineó a Vigliano, y fue muy superior a Arsenal, que en su única llegada le convirtió un gol que debió invalidar Delfino, en otro arbitraje impresentable a favor del local. Por entonces la línea defensiva empezaba a funcionar. Vizcarrondo se acopló muy rápidamente, y su rigor contagió a los demás. Araujo, Goltz y Velázquez recuperaron su mejor nivel, y el arco de Marchesín dejó de ser visitado como hasta entonces. Incluso dejó de padecer al juego aéreo rival, el talón de Aquiles de la era Schurrer. Guillermo armó un equipo corto, solidario y aplicado, carencia que se imponía desde los tiempos de Zubeldía, y con el correr de los partidos fue ajustando el funcionamiento. Victoria clara ante Godoy Cruz de local, empate en Quilmes que debió ser victoria, el triunfo ante Boca deja un mensaje comprobable en los números. En ocho presentaciones, Lanús ganó tres, empató dos y cayó derrotado en las otras tres oportunidades, recibiendo apenas cuatro goles en contra pero marcando siete, muchos menos que los que pudo y debió convertir. Y un dato por demás sugerente: En dos de las tres derrotas jugó gran parte del segundo tiempo con un hombre menos, y aún así, fue claro dominador de esos segmentos en los que quedó en inferioridad numérica.
De menor a mayor, el paraguayo Ayala, un jugador que aporta tanto en ataque como en defensa, un estratega del equilibrio y los relevos con una pegada que marca diferencias tanto desde el banderín del corner como rematando de media distancia; y Pizarro, un jugador con elegancia y categoría que no le escapa al juego friccionado, se convirtieron en los laderos ideales de Matías Fritzler, el comandante de todas las batallas. También en sentido ascendente Regueiro fue recuperando su mejor forma. y Pereyra empezó a confirmar las cualidades de volante ofensivo aguerrido y goleador por las cuales lo habían ido a buscar un año atrás a Nacional de Montevideo. Las renovadas ilusiones de cada fecha de los granates, se convertían en murmullo cuando el balón le llegaba a Castillejos. Por distintos motivos, a veces por falta de recursos, otras por mala fortuna, el noble y solidario delantero fallaba en la puntada final, y la falta de un suplente de sus características derrumbaba las ilusiones que el juego del equipo generaba en sus parciales. Castillejos sigue sin convertir, pero no por eso dejó de recibir la ovación que se merecía por su voluntad y esmero al ser reemplazado.
Lanús alcanzó la más alta puntuación en la victoria ante Boca, y la película tuvo su bonus track. Un pelotazo lo puso KO a Pereyra, figura hasta ese momento, y el mellizo tuvo la buena idea de brindarle una oportunidad a Diego Valeri, que hasta entonces entraba en los tramos finales sin mostrar grandes avances, ahora tenía 60 minutos por delante y el mejor marco para volver a lo Gardel, a teatro lleno y con los mejores guitarristas. Así fue que con una muy buena actuación y un gol con su sello distinguido, el morocho de Lanús volvió una noche cuando casi nadie lo esperaba para cantar un gran gol como en los viejos tiempos y recuperar la sonrisa que habia perdido.