sábado, 24 de noviembre de 2012

Cristina golea de contragolpe


por Omar Dalponte*

nuevospropositos@hotmail.com

Y bueno..los argentinos tenemos nuestras cosas. Justo el día de la Soberanía Nacional, el 20 de Noviembre, una porción del movimiento obrero, acompañada por la Sociedad Rural, los sirvientes de la Federación Agraria y un grupo de islas políticas cuyos pobladores se dicen de “izquierda”,realizaron una protesta contra el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Así, se sumaron a la escalada antikirchnerista que viene llevando a cabo la oposición - conducida en gran parte por el Grupo Clarín ayudado por el diario La Nación- que incluye a una rara mezcla de sectores. Aquí se dan cita desde la derecha más dura y belicosa hasta la “izquierda” boba, siempre dispuesta a oficiar de preservativo para servir a las clases dominantes. En el medio circulan una de las CTA, dos versiones de CGT (Barrionuevo y Moyano) y todas las franjas de la histeria cacerolera. Todos unidos por el odio al gobierno nacional y especialmente por la animadversión hacia la presidenta de la Nación. No podían haber elegido peor la fecha para la protesta. Producir un episodio como el realizado el 20 de noviembre es haber ejecutado una acción de cipayismo extremo. En línea con esta afirmación el Dr. Alberto Pepe Robles, del Instituto del Mundo del Trabajo, en un magnífico artículo titulado “ Una huelga inédita ante una transformación social inédita” dice: “No hubo consignas contra el Fondo Monetario Internacional, el neoliberalismo, la deuda externa, o los grupos financieros internacionales y empresas multinacionales que eran habituales en los paros generales anteriores y que, tradicionalmente, el sindicalismo argentino ha considerado como responsables de la situación negativa de los trabajadores”. Tal cual. Los grandes grupos
concentrados de la economía y de las finanzas de aquí y de afuera, y los fondos buitres que tratan de jaquearnos en algún puerto lejano no habrán visto con malos ojos este ataque a un gobierno que defiende los intereses nacionales llevando adelante políticas antimonopólicas orientadas a cosolidar un país con mayor justicia e igualdad para que cada quien pueda realizarse libremente. 
Esta jornada donde abundaron los atropellos y durante la cual se mintió demasiado, aunque reciente, ya es parte del pasado. La respuesta de la presidenta de la Nación fue inmediata y expresada desde un lugar cargado de historia: Vuelta de Obligado, San Pedro, provincia de Buenos Aires. En horas de la tarde, cuando aún no se habían acallado los ruidos de la protesta, Cristina Fernández dejó en claro que nada ni nadie hará retroceder un ápice a ella y su gobierno de los lugares que con esfuerzo, creatividad, coraje y el apoyo de la gran mayoría de los argentinos hemos alcanzado. En cuanto al variopinto que bloqueó algunos puentes, cortó calles y paralizó con diferentes métodos parte de la actividad laboral, no está demás dedicarle un par de palabras. Primero habría que decir que las acciones realizadas se hicieron principalmente contra el gobierno de Cristina. Pero también a disgusto de millones de almas que la votaron y que la apoyan. 
Después es bueno señalar que las voces “elevadas” de las jornadas del 8 y del 20 de noviembre coincidieron en la dirección de la puteada, pero quienes las emitieron un día y el otro tienen entre sí diferencias notables. Los actores que intervinieron en ambas movidas, salvo en su tirria hacia el oficialismo, no piensan en los mismos términos ni sueñan con vidas parecidas. Objetivamente, en la actualidad, los que de tanto en tanto sacuden las cacerolitas - lejos de “los de arriba” pero hostiles con “los de abajo”- asoman inofensivos para los que desde las filas sindicales o militando en agrupaciones políticas más o menos revoltosas, ganan las calles y plazas con consignas que, con toda seguridad, ese “medio pelo” tonto no digiere. En cambio, la muchachada de los gremios y de los grupos que se dicen de izquierda, batiendo el parche por conquistas que determinadas parcelas de clase media no admiten de ninguna manera,sí son visualizados como peligrosos por quienes no aceptan que los pobres asciendan en la escala social. 
Tradicionalmente esto ha sido siempre así en la Argentina de la verguenza, de la miseria y de la injusticia. Los estancieros jamás permitieron que sus mayordomos ocupen su lugar. Los mayordomos nunca le abrieron las puertas de los cascos de las estancias a los capataces. Los capataces siempre trataron de tener bajo las suelas de sus botas a la peonada. Los peones, por su parte, lo único que tuvieron permitido fue comprarse de cuando en cuando un par de alpargatas al fiado. No mucho más. La tortilla se dio vuelta durante los gobiernos peronistas en los períodos 1945/55- 1973/74- 2003/2012. Y no del todo, pues la oposición fue en todos los tiempos tan encarnizada como ahora. 
El hecho de que por estos días la parte estúpida de la clase media aparezca mezclada con sectores del pobrerío no quiere decir que esté contenta con la posibilidad de que algunas morochas y algunos morochos aspiren a tomarse una cervecita en La Biela o en cualquier otro lugar de Recoleta, Caballito, Belgrano o Palermo. Muchos, cuando advierten la proximidad de “las hordas” que por esas cosas de la vida hoy van detrás de dirigentes que han perdido el rumbo, andan haciéndose cruces en la intimidad de sus alcobas. Descartando a Luis Barrionuevo, copia grosera de aquel Herminio Iglesias de la década de los 80, intuyen que Moyano, Micheli y los caciques eternos de la “izquierda” boba, cuando deban atender los reclamos de sus bases no precisamente pertenecientes a las familias portadoras del virus de shooping, estarán obligados a luchar por cosas que esta porción de la sociedad, ansiosa por comprar dólares, cree reservada exclusivamente para ella. De manera que cuando el contenido de este cóctel comience a agitarse uno no puede garantizar la durabilidad de la coctelera. 
Que nadie se entusiasme demasiado pensando en que por la fuerza y con “alianzas” estrambóticas es posible frenar la marcha y torcer el rumbo de un gobierno fuerte resuelto a no perder la iniciativa política que, además, tiene por delante asegurados tres años de gestión. 
                                        (*) Miembro de Iniciativa Socialista