viernes, 21 de diciembre de 2012

Ídolos mediáticos


por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

 La pelota dejó de rodar, pero el fútbol argentino se sigue jugando en los ecos de las últimas imágenes que dejó la competencia. En Boca pasó algo muy especial, a tono con las cosas que le vienen pasando, como siempre que cuenta en el plantel con el aporte de Riquelme, uno que sabe jugar muy bien, aunque últimamente se destaca más por sus polémicas declaraciones públicas, apariciones pensadas y planificadas que llegan en momentos también determinados de la marcha de las cosas. Durante los últimos diez años, Riquelme jugó a destruir a Palermo. Y lo hizo convirtiendo al televisor  de millones de hogares argentinos, con las radios y los periódicos como parlantes, en la pantalla múltiple de una Play Station universal, cuyo espectador, sin joystick, solo participa tomando partido por uno u otro de los famosos en pugna, Susana o Moria, Pachano o la Alfano, sentado cómodamente en su sillón, cerveza en mano, ojos enrojecidos y un hilo de baba cayendo de la boca semiabierta, al gran pueblo argentino, salud.
Palermo logró salir airoso, entonces Riquelme le jugó a Falcioni el título de campeón del rostro más desagradable. Jodido, Riquelme. Sabe jugar este juego de la pelea mediática. Así como en la cancha, Riquelme te la muestra, te amaga, y te sale para el otro lado. Cuando busca a la prensa para sentar postura sobre algunos de los temas del mundo Boca, Riquelme pide la palabra y te dice “el pato parpa” pero en realidad te está diciendo “pato a la parrilla”. Angelici no es tan hábil jugador, pero tomó la decisión de pagar los costos de sacárselo de encima, condición indispensable para poder trabajar sin contratiempos en el armado del
futuro equipo. Tenía por delante otro desafío muy difícil: Renovarle el contrato a Falcioni, decisión que cualquier tipo pensante, desde posición solvente, tomaría ante un entrenador que peleó mucho más de lo que gano, pero que obtuvo buenos resultados y mantiene a su equipo en el plano internacional. Es un piso demasiado alto, difícil de superar en un nuevo ciclo. Muchos “grandes” no lo logran últimamente. Angelici lo anunció un par de fechas antes del final y se llamó a silencio. Entonces aparecieron los energúmenos argumentales de toda laya y condición que opinan sin conocer el contexto: “Boca no juega a nada, gato” “Boca tiene que ganar todo lo que juegue, señor” “Boca necesita un Madurga, un Potente, un Severino Varela, pibe” según la edad y las luces de quien lo dice.
Con la sangre en el ojo, Román esperó que Boca no tenga chance alguna de ser campeón y pidió la palabra. Primero se quejó de que no le dejaran compartir con “su” gente el premio de no se qué, que le dieron en no se donde.  Es decir, el tipo quería dar la vuelta olímpica en la Bombonera saludando a los hinchas cual Espartaco, en las narices mismas de los dirigentes, los emperadores del fútbol, los que como Nerón, cada tanto incendian su reino. ¡Hay que ser turro para pretender eso en este momento de la lid! Difícil encontrar un tipo con la cara tan marcada por la miseria que se tan maquiavélico para hacerle mal a otro públicamente con tanta dedicación, utilizando la idolatría ganada como jugador de fútbol para encolumnar detrás suyo a miles de obnubilados, con las antorchas prendidas, listos para linchar a quien sea. Son los que insultaron a Falcioni en la despedida en la Bombonera ante Godoy Cruz, y por primera vez también insultaron a Angelici, porque Riquelme, unos días antes, con sus dichos le había cargado toda la antipatía que despierta el entrenador a la cuenta del presidente. Finalmente, la conducción de Boca comprendió que no tenía sentido insistir con Falcioni. Fue cuando alguien le susurró al oído que esta vez sí, que Bianchi esta vez agarra. Ese dato precipitó el final del DT cuya continuidad había sido anunciada recientemente. Nadie recordará la situación, ni si quiera si finalmente y después de dar muchas vueltas, Bianchi termina no firmando su contrato. Si eso ocurre, cuidado con esa dupla Bianchi-Riquelme, juntos podrían ser terribles para Boca, algo así como un “Pinky y Cerebro” dispuesto a conquistar el mundo xeneize. 
Durante el último receso Lanús vivió una situación bastante similar, al menos en lo que respecta a la utilización de la idolatría de la gente por parte de un jugador. Como en cada receso desde que se fue, el Pepe Sand se postuló como refuerzo a través de los medios. “Lanús es mi casa, yo quiero volver a Lanús, quiero que mi hijo nazca en Lanús” solía decir en sus apariciones públicas, para lo cual hasta su esposa llegó a hacer amistades cibernéticas con hinchas para usarlos de propaladores de su esperada vuelta. Al mismo tiempo, el Pepe siempre se aparecía en el polideportivo sin otro motivo que el de reavivar el interés del periodismo partidario, sin importarle que el equipo estaba en competencia y que un colega está ocupando el puesto que él siempre ambiciona. Concertada finalmente la inevitable charla entre las partes, el Pepe se despachaba con pedidos de remuneración descomunales, impagables y hasta irrealizables, como el de que se le efectúe un depósito en dólares en una isla caribeña. Nicolás Russo no tardó en declinar las tratativas, tiene una vasta experiencia en tomar decisiones impopulares, y en esta no se podía dudar. Y ante la negativa, el Pepe dio el peor paso que pudo dar, el que te lleva al sitio de donde no se vuelve: “Ahora ya se va Russo, él es el que no me quiere. En diciembre vuelvo con Maron” dijo, traspasando el límite del honor, de la hombría de bien y de las buenas costumbres. Se metió a buscar rédito en la interna cuando la unidad entonces estaba en riesgo, y sembró cizaña sin importarle que era el bien del club lo que estaba en juego. Nicolás Russo se mantuvo en la negativa y le bajó el perfil al tema. Fue el propio Pepe, con su lamentable presente futbolístico, el que terminó dándole la razón al presidente. 
Realizado el reemplazo de autoridades, el correntino incansable intentó terminar su parábola extorsiva, y lo hizo como siempre: Algunos periodistas empezaron a hablar de su posible vuelta al pago de sus mejores días, hasta que alguien entrevistó a Maron, quien sin dudarlo un instante puso blanco sobre negro y dijo que Sand no está en su lista de candidatos a incorporar. La primera aparición pública del nuevo presidente fue una gran alegría para los que amamos al club por encima de todo, y también por encima del recuerdo de una gran campaña deportiva individual de alguno de los muchos ídolos que ilustraron la historia granate. Alejandro Maron sabe que la vuelta de Sand sería una afrenta para con su antecesor y también para consigo mismo, ya que a los dos los intentó usar en beneficio propio y en perjuicio del club, algo que en Lanús jamás se le debe permitir a nadie, por más ídolo que sea.