lunes, 4 de marzo de 2013

El Melli y la Margarita


por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

Al cabo de un encuentro sin demasiadas emociones y con escasas situaciones de gol ante los arcos, Racing y Lanús empataron en cero por la cuarta fecha del Torneo Final, y de acuerdo a las expectativas de ambos representativos, el resultado, además de haber sido más lógico que justo, dejó conformes a todos. La academia se retiró con el alivio de no haber profundizado la crisis que la derrota ante Independiente desató hace siete días, ya que para mucho más, su presente futbolístico no le daba. Lanús quedó puntero en soledad, mantuvo su valla invicta, y dejó en claro que su juego ordenado, con gran solvencia defensiva, de toque y pelota al pie, y ocupando campo contrario de principio a fin, ya no es sorpresa. Disputado el 20% de los puntos, su actualidad marca claras diferencias con el resto de los competidores y se visualiza como el principal candidato a quedarse con el título de campeón. Para lograrlo, el equipo de Guillermo Barros Schelloto deberá salir airoso de varias visitas complicadas y muchos viajes al interior del país, escenarios reducidos siempre difíciles y arbitrajes localistas de dudoso espíritu, adversidades conocidas que permiten afirmar que cuando no se puede ganar fuera de casa, aunque se merezca la victoria, el empate es buen negocio y eso es lo que se trajo Lanús de Avellaneda.
Decimos más arriba que el resultado fue lógico dado que practicamente no hubo situaciones de gol, ya que la única clara estuvo en los pies de Ismael Blanco, luego de una excelente jugada individual de Romero iniciando una contra en terreno propio, metiendo una breve pausa para esperar al ex Colón, a quien habilitó con un gran pase vertical para dejarlo cara a cara con Saja. De todas las alternativas que tenía el delantero granate para convertir, eligió la
peor, apurando un remate bajo cuando lo recomendable era acercarse un paso más para puntear la pelota en diagonal hacia un costado, bastaba ese movimiento para eliminar el accionar del guardavalla. Otra alternativa era definir por arriba del cuerpo de Saja, que ya pisaba el límite del área penal. El goleador se inclinó levemente para la izquierda y disparó sobre el arquero, que no tuvo inconvenientes para impedir el gol cantado. Fue la más clara del partido, por no decir la única. Podemos contabilizar dos tiros libres del paraguayo Ayala que se fueron cerca y otro mano a mano que Romero malogró al demorar la recepción de un notable pase del Pochi Chávez, y terminó rematando sin ángulo propicio de disparo. De Racing, nada de nada, solo voluntad para meter y concentración para no cometer errores defensivos.
Hay que tener muchos años sobre el lomo siguiendo a Lanús para poder dimensionar este presente de equipo grande en el campo de juego y en las tribunas. La gente de Lanús reventó el espacio que le dieron con aliento permanente, con la alegría de saberse puntero, disfrutando las mieles de un desarrollo institucional y deportivo, una construcción lenta y trabajosa que está dando sus frutos y que es la base del mayor milagro del fútbol argentino, convirtiendo en solvencia económica y gloria deportiva lo que era un destino de penurias y sinsabores. La estirpe futbolera, la rica historia escrita en paginas doradas por los Globetrotters y los Albañiles, continuada y aumentada con títulos por los pibes de Cuper y los de Ramón, siempre estuvo y estará presente en cada representativo granate. Pero la gente que acompañó a Lanús en su visita al Cilindro de Avellaneda sabe perfectamente que esta viviendo un presente de fantasía en el que lo mejor está por venir. Lo saben los pibes que en su mayoría desconocen la verdadera historia, y lo saben los mayores que fueron protagonistas de otros tiempos, de otros escenarios y otros rivales. Y lo saben a pesar de los seis años que pasaron, tiempo en que la nueva y merecida conquista se viene haciendo esquiva, porque saben que es el momento de la decantación de la que tanto escucharon hablar. Lo dijo en su momento el gran Ramón Cabrero, el hombre que se convirtió en estampita granate con su hazaña inolvidable. Lo repitió hasta el cansancio el ex presidente Nicolás Russo, el hombre que capitaneó el último gran salto institucional que posicionó al club en lo más alto junto a Vélez, el otro nuevo grande, y lo repite la actual conducción con el presidente Alejandro Maron, el mismo que levantó la Copa en la Bombonera, nuevamente al frente de una institución más poderosa aún de lo que era entonces. Y así lo entiende también el entrenador Guillermo Barros Schelloto, el técnico de moda, que viene de afuera y sabe el diamante en bruto que tiene a su disposición, la inmejorable oportunidad de dar un salto espectacular y definitivo en su incipiente carrera conduciendo al mejor equipo argentino de la actualidad por un camino que augura nuevas glorias. En las tribunas de enfrente, como en todas las canchas, se vive otro presente, un presente distante del imaginado en esplendores pasados, un presente que se sufre con el dolor de ya no ser. El equipo de Zubeldía, con el empate ante el puntero, logró pasar su semana más complicada y extender su de por sí muy débil crédito por siete días más. Lanús, que fue superior en el juego pero no lo fue tanto como para plasmarlo sin discusión en el marcador, se fue celebrando la punta y el invicto de su arco, pensando en volver a la victoria el próximo lunes ante el siempre difícil Arsenal, en La Fortaleza de Arias y Guidi.
  La gente de Lanús a esta altura tiene la certeza de que hay más equipo, que varios de los jugadores crecieron notablemente respecto del último torneo, como Velázquez, Izquierdoz, el Pulpito y Romero, y que otros han consolidado su buen nivel, como Marchesín, Araujo, Goltz, Vizcarrondo, Pizarro, Ayala y Regueiro. La gente de Lanús sabe que su equipo dio el salto de calidad que le estaba faltando y sospecha que la categoría del nuevo entrenador mucho tiene que ver en esto. Por su parte, Guillermo Barros Schelloto sabe que cuenta con relevos de calidad. Que el Pulpito Gonzalez podía suplantar a Fritzler como lo viene haciendo -algo que pocos creían posible- tanto como que Izquierdoz puede cubrir las ausencias de Araujo y de Goltz, y que el Pochi Chávez parece haber jugado siempre en Lanús, se afilia al toque en velocidad y la gambeta como si viniera del fondo del Polideportivo y con sus buenos rendimientos está pidiendo titularidad. Y seguramente sabe que Ismael Blanco empieza a estar en la mira y que su deuda principal es en la definición -ante Vélez y ayer falló dos imposibles- y que mirando hacia adelante cuenta con tres alternativas para intentar la solución: Ratificarle la confianza al hombre por el que apostó e hizo traer, adelantar al Pochi cuando regrese Araujo y Ayala vuelva a su lugar natural en la media cancha o apostar una vez más en aquel que lo defraudó una vez y perdonó, el pibe Leandro Díaz, que parece estar a punto como para tener una nueva chance y sería bueno para él que no sienta la frustración por no disponer de los minutos de juego que se ganó con muy buenas actuaciones en entrenamientos y amistosos. El centro del ataque de Lanús es el punto a mejorar, el Mellizo seguramente así lo debe entender, y tiene una semana para deshojar la margarita.