domingo, 28 de julio de 2013

La realidad ausente

por Heriberto Deibe*

   Vamos a decirlo claramente y de una vez para que no queden dudas: si la política nacional no empieza a entender el liderazgo geopolítico de Francisco y a obrar en consecuencia, nos lleva al abismo.
   A propósito no ya Francisco sino de su prédica profunda y sencilla, y parados de frente a las PASO, la pregunta política para representar la situación de los dirigentes es simple: ¿Vamos a tomar el camino de la verdad o el de la mentira?
   Porque si algo no se puede disfrazar es la verdad. Por mucho que se mienta sobre la realidad, o que se la se la maquille o que directamente se la oculte, la verdad sigue ahí todos los días al abrir la puerta de casa, escandalosa y evidente, en la cara de la realidad.
   Cuando en los planteos de los dirigentes se habla de “continuidad con cambio”, de “etapa superadora” o se fabrican slogans vacíos pero “entradores”, frases de campaña salidas de agencias de publicidad, nos preguntamos sencillamente: ¿se puede continuar, cambiar o profundizar algo mintiendo y tapando la realidad? ¿Es posible cambiar una realidad que se desconoce o que se falsifica? ¿Se puede continuar un rumbo que no nos lleva a ningún lado? Es increíble que todavía no hayamos hecho carne la sentencia de Perón: “la única verdad es la realidad”. Por algo fue precisamente Perón quién creo el Consejo Coordinador de Investigaciones, Estadísticas y Censos en julio de 1946 y lo declara abiertamente diciendo que para hacer los cambios necesarios primero era imprescindible saber de qué se estaba hablando. Planteado en términos más actuales: la realidad dice la verdad.
    Francisco dispara todos los días sobre la vida y su mensaje conmueve por una razón elemental: habla desde la verdad. No alcanza hablar desde la honestidad de una buena intención. El discurso político está obligado a girar sobre la verdad o será solo un amontonamiento de palabras. 
   El camino para lograr ese discurso está lejos del marketing. Está en el extremo opuesto a cualquier “campaña” o cualquier asesoría de imagen. Para que la verdad esté en el discurso hay que empezar como peronistas a plantear seriamente, sin especulaciones, si podemos avanzar a una nueva etapa parados sobre la mentira. No se puede superar una etapa que se
niega. 
   Y para colmo la negación está sobre temas centrales de la dignidad humana, temas que hacen al hombre íntegro: inseguridad, trata, droga, inflación, déficit en salud, una educación pública a la que se vuelcan millonadas y los chicos desertan o termina sin aprender a penas lo básico. 
   Por eso la sociedad descree de la dirigencia: porque le miente. No puede haber “idea de verdad” sobre la mentira. 
   Toda idea política de acción solo es posible desde la verdad. No se puede ocultar la realidad bajo la alfombra. No se la puede tapar con diarios. ¿Sobre que realidad se lleva a cabo la acción política si de la realidad no se habla?
   ¿A que nos desafía el Papa? A recuperar cada uno de nosotros los valores. ¿Puede haber política sin valores morales previos? Entendámoslo: lo intelectual viene después. Mucho después. Primero es la conciencia moral, la convicción y la fe. La intelectualidad es posterior. 
   Debemos plantearnos si podemos ser dirigentes sin moral y conducir hombres sin una idea ética del hombre. 
   Los dirigentes estamos empezando por el escalón último que es “la foto”, dejando de lado la formulación moral de la idea del hombre concreto. 
   Hicimos todo al revés y se nos nota mucho. 
   Esta campaña (si se le puede llamar así) es la muestra más clara de una política inversa que empieza y termina en una frase, en una foto. Una política lavada, desteñida de doctrina. Todo muy pobre.
   Vaciamos la política de verdad y queda sin substancia. 
   Francisco dice que la política ya no nos duele y tiene razón. Nos falta ese dolor por el problema del otro, de ese semejante que es hombre y no lo dejan ser íntegro. Y no nos duele porque no sentimos. No desde la sensiblería de un spot publicitario, sino desde la fina sensibilidad del político que se acerca a la política con la moral ya puesta. 
   Pensemos un minuto en el delicado pulso moral y social de Yrigoyen y de Perón y después mirémonos a los ojos, nosotros, los dirigentes…. Da tristeza. 
   No seamos políticos “facheros”, como dijo anoche Francisco refiriéndose a los cristianos que son pura pinta.
   ¿Qué vamos a hacer en Lanús? ¿Qué vamos a “cambiar” si todo está bien?    
   ¿La continuidad de qué le vamos a dar a los vecinos? No creo que podamos entender nada de lo que Lanús necesita si no empezamos a hablar seriamente (muy seriamente) de los grupos de quinceañeros drogándose en las plazas de Gerli de a cientos, o del vergonzoso estado del Hospital Vecinal de Lanús, o de la tristeza de un Valentín Alsina intransitable cuando cae el sol, o de un Chingolo imposible de recorrer en auto, o del partido entero mirando el cielo nublado con cada amenaza de lluvia pensando: “¿Ahora me tocará a mi?”
   No sé honestamente si este va a ser el momento del cambio. No se si estaremos a la altura del desafío de Francisco.    Pero estoy persuado de que “así la cosa no va”. Nos falta sangre y fe. Nos falta enamorarnos de la verdad. La foto viene sola. 
   (*) Concejal de La Juan Domingo