martes, 22 de octubre de 2013

La semana en pocas palabras

Informe Económico Semanal del Banco Ciudad

Según informó el Congreso en base a las estimaciones de ocho fuentes privadas, en septiembre volvió a registrarse una sostenida suba de los precios minoristas, de 2,1% mensual y 25,4% anual. Así, por cuarto mes consecutivo, la inflación de 2013 superó los registros de 2012, ubicándose más de 1 punto porcentual por encima del valor de septiembre del año pasado (24,3%). Como ya es habitual, el INDEC informó una suba menor a la mitad de la calculada por los privados, con un alza del lPC oficial de 0,8% mensual (10,5% anual).
Los alimentos volvieron a liderar la suba de precios en septiembre, tal como viene sucediendo desde que debió darse por finalizado el congelamiento dispuesto por la Secretaría de Comercio. Explicando cerca de 1/3 de la inflación del mes, casi la totalidad de los precios de los alimentos y bebidas registraron aumentos, destacándose las alzas de las frutas y verduras.
En octubre, continuaron presionando los precios de los alimentos, siendo noticia la fuerte suba del precio del tomate, junto con otros productos de gran incidencia en el menú diario de la población. Las heladas registradas en el norte del país dieron lugar a una menor oferta de tomate que, dada la dispersión en los canales de distribución y la inercia inflacionaria, se tradujo en precios de hasta $50 por kilo, según el punto de venta.
Asimismo, el precio interno del trigo volvió a mostrar un marcado aumento en octubre, cercano al 30%, triplicando la cotización del mismo mes de 2012. Bajo este escenario, los panaderos alertaron acerca de los efectos sobre sus costos, dado el impacto del encarecimiento del trigo en el precio de la harina, determinante para los productos panificados.
Por otro lado, tanto el IPC de la Ciudad de Buenos Aires (24,2%), como el de San Luís (25,4%), vienen mostrando una evolución similar al IPC Congreso, mientras que la medición de Santa Fe fue convergiendo a la del INDEC, con un incremento en agosto del 13,9% anual. En este marco, subsisten las dudas respecto de la efectividad de la puesta en marcha del
nuevo IPC Nacional prevista para el año que viene, de manera de cumplimentar las observaciones realizadas por el FMI, luego que el organismo mantuviera la "moción de censura" sobre la calidad de las estadísticas argentinas de precios y crecimiento económico.
Con todo, con un alza de precios superior al 25%, Argentina se mantiene al tope del ranking mundial de inflación. Sobre una lista de 187 países, en 2013 nuestro país trepó 1 puesto en el ranking y se ubica como la tercera economía con mayor suba de precios del mundo, por detrás de Venezuela e Irán, registrándose en el primer caso una inflación récord del 49% en septiembre. Los 7 lugares restantes del “top ten” los constituyen países como Sudán (20%), Malawi (14%) o Eritrea (12%), mientras que muy por debajo se ubican países latinoamericanos como Colombia (2,4%), Chile (2,6%), Perú (2,8%), Paraguay (4,2%), Bolivia (4,4%), Brasil (5,9%), o incluso Uruguay (8,9%), pese a su cercanía comercial con Argentina.
Venezuela y Argentina crecen menos que la media latinoamericana, habiéndose transformado la inflación en una carga para el crecimiento. A diferencia de los ´80s o primeros ´90s, en los que la alta inflación argentina estaba inmersa en procesos similares en toda América Latina, en los últimos 6 años las subas de precios se dieron aquí en forma aislada, con la clara excepción de Venezuela. Sin contar a México (con un crecimiento proyectado de 1,2% en 2013, dado su estrecho vínculo a la todavía débil economía estadounidense) o Brasil (2,5%, golpeado por la huída de capitales de países emergentes), el resto de la región está logrando sostener bajísimas tasas de inflación, con todavía importantes tasas de crecimiento.
En este línea sobresalen los casos de Colombia, Chile y Perú, con subas de precios promedio del 2,4% y una expansión económica de entre el 4% y 6% en 2013. Por el contrario, en Argentina las estimaciones privadas apuntan a un crecimiento del 2% al 3%, en un contexto en el que si bien la inflación impulsa el consumo de bienes durables (como refugio, aprovechando las facilidades crediticias), también mantiene estancado el consumo de productos básicos y golpea a las economías regionales y a las industrias exportadoras, dejando por saldo una desaceleración económica.