miércoles, 27 de noviembre de 2013

La semana en pocas palabras

Informe Económico Semanal del Banco Ciudad

La última semana estuvo signada por el regreso de la Presidenta y los cambios en el gabinete, los cuales apuntaron a oxigenar a su equipo de trabajo y barajar y dar de nuevo ante una coyuntura económica y política compleja para el oficialismo. En 5 días frenéticos en los que se cambió el Jefe del Gabinete, el Ministro de Economía, el presidente del BCRA y (lo que no es poco) al polémico Secretario de Comercio, no sólo hubo cambios de elenco sino una serie de precisiones con respecto a la orientación de la política económica, en momentos en los que eran necesarias definiciones ante una ola de especulaciones.
Si bien por ahora hubo pocos anuncios de medidas concretas (con la excepción del envío al Congreso de un impuesto para gravar la importación de vehículos de lujo), el nuevo responsable del gabinete y el flamante Ministro de Economía se encargaron de dar algunas pistas acerca de los ejes de su agenda, tras la incertidumbre inicial desatada con los cambios ministeriales.
Según las declaraciones de ambos funcionarios, todo indica que la posibilidad de un desdoblamiento cambiario ha sido, de momento, descartada y la apuesta oficial estaría orientada a avanzar, de manera más firme, en lo que venía siendo el eje hasta ahora: apostar a una recomposición de la oferta de dólares, vía créditos externos, como forma de recomponer las alicaídas reservas. Más allá de los controles a las importaciones (fundamentalmente suntuarias) y recargos al turismo, se evitarían soluciones extremas que
actúen sobre la demanda de divisas. A lo anterior, se suman las primeras señales concretas de comenzar a retirar selectivamente los subsidios a los servicios públicos, moderar el gasto y la emisión monetaria. Esta agenda con tintes “ortodoxos” se coronaría con el lanzamiento de un nuevo IPC en enero de 2014. Como forma amortiguar los efectos inflacionarios de los ajustes de tarifas y una mayor flexibilidad cambiaria, se relanzarían los acuerdos de precios, mientras se avanza en una concertación con empresarios y gremios para dar “certidumbre” en las próximas partirías.
El desdoblamiento sería, bajo el nuevo esquema, una carta que el gobierno de momento no jugaría. Sin la posibilidad de insistir en la re-reelección tras los resultados de los últimos comicios, y con un oficialismo que ahora ensaya la posibilidad de heredarse a sí mismo a través de un delfín de la Presidenta, la probabilidad de abrir la caja de Pandora del desdoblamiento luce algo más lejana. Se trata de un esquema complejo de administrar, al que es fácil entrar, pero difícil salir de manera indolora, tal como lo demuestra la experiencia argentina y latinoamericana de los ´70s y ´80s.
En este contexto, es que el gobierno intenta virar el eje de la discusión del “desdoblamiento” a la “flotación administrada”. Pero aquí surge el dilema de acelerar la tasa de devaluación versus realizar un salto discreto del tipo de cambio. Luego que el gobierno mostrara sus cartas, el mercado hizo lo suyo, registrándose en los últimos días un adelantamiento de importaciones, postergación de exportaciones y cancelación de deudas en dólares con el exterior, que presionaron sobre el mercado cambiario y obligaron a la nueva conducción del BCRA a acelerar la devaluación, a costa de no perder tantas reservas. Hasta dónde se esté dispuesto a perder reservas mientras se logra la anunciada oferta de dólares, determinará la velocidad del ajuste de la paridad cambiaria. Por ahora, los datos de la semana son bastante elocuentes: en sólo 5 días, el tipo de cambio oficial pasó de $ 6 a 6,08, con alza del 1,24%, equivalente a una devaluación del 7,7% mensual (más del 100% anualizada).
Ante esta catarata de novedades, los mercados respondieron inicialmente con una caída de la bolsa de comercio, que tras el alejamiento de Guillermo Moreno y las definiciones acerca de de las tarifas, la nueva medición de precios y una mayor flexibilidad cambiaria, siguió una recuperación de las acciones (con énfasis en las empresas energéticas), los títulos públicos ajustables por CER y los instrumentos “dollar linked” (ajustables por el tipo de cambio oficial).
Aunque resulta muy prematuro arriesgar la operatividad y el resultado de las nuevas iniciativas oficiales, la mayor concentración de las decisiones económicas, conjugada con el contrapeso del nuevo Jefe de Gabinete y un presidente del Banco Central más recostado en la línea histórica de la entidad, resulta una buena noticia, ante una agenda extremadamente compleja que, además del desafío cambiario, enfrenta una economía estanflacionada.