martes, 4 de marzo de 2014

Creer que se puede

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com.ar

Desde hace varios años vengo escuchando de boca de muchos amantes del fútbol el clásico: “¿Cómo no van a poder jugar dos partidos por semana, si es lo único que hacen?” A mi me resulta bastante lógica esa apreciación, porque se lo que es jugar dos partidos en un mismo día, a veces ni siquiera bien dormido, cuando el almanaque todavía me señalaba menos de 30 diciembres vividos. Pero claro, son pocos los que pueden hablar de lo que es el fútbol profesional, de los movimientos que los futbolistas de la actualidad realizan exigiendo sus músculos, ligamentos y tendones, provocando incluso lesiones que en mis tiempos no existían, al menos de manera tan habitual. Sin embargo, en mucho tiempo transcurrido, los resultados señalan las enormes dificultades de los planteles ante la doble competencia, incluso en aquellos más poderosos que como mínimo tienen cubierto el consabido dos por puesto. Parece ser que quien prioriza un objetivo no tiene más alternativa que alejarse paulatinamente del otro que debe asumir  en simultáneo. Pocos han logrado el doblete, pero el Lanús de Guillermo Barros Schelloto que ganó brillantemente la Sudamericana también estuvo a un paso de quedarse con el Torneo Inicial y protagonizar dicha hazaña casi imposible. Muchos granates hemos arrancado este semestre con las ilusiones bien arriba justamente porque apreciamos que con el poderío demostrado, sumado a la categoría de equipo en pleno crecimiento y a la aparición de algunos pibes con mucho futuro, Lanús insinuaba estar aún para más. 
  Sin embargo, a la vista de los primeros resultados de 2014, no fue certera la apreciación, sobre todo debido a las dificultades de un semestre sumamente apretado por el próximo mundial, en la que los viajes frecuentes y la doble competencia permanente y sin descanso se vuelve imposible, incluso para este equipo que tanto se diferenció en lo físico respecto de todos sus adversarios, en el tramo final del 2013. Y tampoco imaginamos que el poco descanso y el escaso tiempo de trabajo entre la visita a Newell’s por la última fecha del Inicial y el debut copero ante el Caracas en Venezuela iban a convertir a aquel equipo arrollador y difícil de vencer en este sin ideas, desconcentrado en defensa y sin potencia ofensiva, incapaz de vulnerar a elencos de poco relieve técnico y mucha juventud, como Olimpo de Bahía Blanca, y tan plausible de errores defensivos que cuestan goles evitables como los sufridos ante Rafaela, Vélez y el dirigido por Walter Perazzo.  
   Lanús cayó en Bahía Blanca ante el local, que se quedó con diez a los 15 minutos por expulsión de Lugüercio, quien hace un tiempo pasó a jugar de volante pero sigue marcando como delantero. Pese a que dominó campo y pelota, el Grana nunca pudo ni siquiera apoyar un dedo en el área 18 de Olimpo, al que le tiró mil centros que jamás acertaron a una cabeza compañera, al que en cambio le otorgó la chance de una pelota parada que se convirtió en gol, una infracción de Velázquez tan evitable como aquella falta de Ayala a De Sábato que le dio a Estudiantes la chance de un penal inexplicable, que le permitió al Pincha pasar a ganarlo cuando tenía uno menos y un panorama poco propicio respecto de sus posibilidades ofensivas. Lo concreto es que otra vez perdió Lanús, aunque presentó casi el mismo equipo que tan brillantemente ganó la Copa, y que dos meses después no pudo hacerle ni cosquillas a este humilde adversario. Es cierto que otra hubiera sido la historia si el árbitro hubiese convalidado al menos uno de los dos goles lícitos que Lanús convirtió y que los jueces de línea le negaron con sendos errores de apreciación, el segundo realmente grave. Hubiera sido justicia y tal vez victoria, pero en nada cambiaría el quid de la cuestión ¿Qué le pasa el equipo del que tanto esperábamos?  
No es lo mismo evaluar la campaña de un plantel en formación que aún no logró nada que analizar el bajón de un equipo que obtuvo un título internacional dejando la excelente imagen que entregó Lanús en diciembre último. Este Lanús, con los mismos jugadores, fue el que nos dio una de las más grandes alegrías de nuestra historia, y lo sigo sosteniendo pese al mal momento, se trata del mejor representativo, el de mayor categoría y relieve internacional presentado desde 1915 hasta la fecha. Cada uno de nosotros puede ensayar una explicación diferente para entender este inesperado bajón. Yo sigo pensando que la clave es el desgaste, y desconozco si se podría haber planificado mejor el trabajo previo para evitar las consecuencias de tanto trajín, ya que se trata de un programa de partidos extenuante que se conocía de antemano. Y sigo creyendo que el rumbo, más tarde o más temprano, finalmente se rectificará y Lanús volverá a ser aquel once de defensa casi inexpugnable, de mediocampo combativo y ataque variado, feroz y efectivo. Sigo creyendo que en el seno de un plantel que ya supo reponerse de un bajón peor, sufrido cuando promediaba el semestre en el que finalmente alcanzó la gloria, aún está latente la posibilidad de volver a ser el mismo y solo me queda la duda de si cuando eso ocurra, todavía estemos a tiempo como para volver a celebrar. 
  Por lo pronto el maratón de partidos no se detiene, y en dos días llegará Racing a la Fortaleza con sus urgencias a cuestas a buscar la victoria. Tres días después, el sábado 8 de marzo, deberá visitar a otro elenco necesitado como Argentinos en su difícil reducto, y otros tres días más tarde viajar a Colombia para jugarse el todo por el todo ante el Deportivo Cali, al que recibirá en la vuelta siete días después. En el medio, recibirá a Quilmes. Según se observa, en los próximos veinte días Lanús jugará otros cinco partidos en los que echará el resto, y cuesta imaginarse si dispondrá del descanso y la calma necesaria como para rectificar un rumbo que arrancó torcido. Pero de lo que no tengo dudas es que fue este mismo plantel el que hizo posible el milagro de la recuperación después de las cuatro derrotas al hilo sufridas cuando promediaba el semestre, que por entonces ya se daba por perdido, y que increíblemente terminaría con una inolvidable celebración internacional.