martes, 8 de julio de 2014

Garganta con arena

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

Un mundial terminó en cuartos: el de los equipos sorprendentes, el de los que en algún momento jugaron tan bien que nos hicieron dudar si no estarían para mayores. Lo pensamos cuando Chile, luego de vapulear a Australia, venció sin atenuantes a España 2 a 0. También con Colombia, cuando en su tercera victoria al hilo, goleó a Japón por 4 a 1 y enseguida despachó a Uruguay en octavos. Y también en cada presentación de Costa Rica, líder del grupo de la muerte que terminó matando a Italia e Inglaterra, nada menos, para superar en octavos a Grecia en los penales, hasta que invicto y también por penales Holanda lo sacó de competencia. Pero al cabo de los cuartos de final todo volvió a ser como antes. Cuando uno de los grandes se baja, como España, Polonia o Rusia, se sube otro grande, como Francia o Bélgica. Porque a las semifinales, más allá de alguno de segundo nivel que a veces se cuela, siempre llegan los más grandes. Brasil, Italia y Alemania casi siempre, Holanda, Uruguay, Argentina, España, Francia e Inglaterra son los que últimamente alternan. Por lo general, vaya uno a saber porque, todavía de ahí no sale.
  Después de ver a tantos buenos equipos que fueron quedando en el camino, ahora sabemos que el Mundial de Brasil 2014, uno de los mejores y más competitivos  de la historia, puede ganarlo el local, a priori el principal candidato, si es que vence primero a Alemania, el de juego más sólido. También lo pueden ganar Argentina u Holanda, que vienen a paso muy firme por la otra llave. Tal vez jueguen la final los dos sudamericanos, sería un choque apasionante e inédito en semejante instancia, el desenlace esperado por el mundo entero. Tal vez sea una final europea en tierra americana, algo que hasta hoy nunca sucedió. Y es muy probable que sea como casi siempre, uno de cada continente. Cada uno de los cuatro tiene atributos de sobra como para ser campeón, pero ninguno está exento de debilidades y
carencias que pueden impedirle alcanzar la gloria. ´
  Brasil era el más firme candidato hasta que empezó a rodar la pelota, y empezaron a jugar con la responsabilidad de ser campeones, temerosos de despertar el malestar popular respecto a los gastos desmedidos y la corrupción de la organización, que el inicio de la competencia y las fuertes medidas de seguridad montadas ante las cámaras de TV, dejó latente en el pueblo brasileño. Las muestras de alarmante debilidad espiritual de deportistas de lágrima fácil, las dificultades ante Chile para alcanzar la victoria y el pase a cuartos, el mal juego ante Colombia y por encima de todo la grave lesión de Neymar, ausente para lo que resta, que preanuncia más dificultades, una definición plena de nerviosismo y sufrimientos, mirando de reojo la marcha de Argentina, el clásico rival, que de ser posible preferiría evitar en la hipotética final. Brasil nunca tuvo en el Mundial el juego que supo mostrar hasta poco antes del inicio de la competencia, el que le permitió ganar hace un año la Copa de las Confederaciones con enorme soltura. Son los mismos jugadores, pero no encuentran aquel funcionamiento. De los cuatro finalistas, es el que afronta el problema mayor: La ausencia de su principal figura. Así sería si la Argentina no pudiera contar con Messi, u Holanda perdiera el aporte de Robben. Alemania es el único  que no tiene una figura determinante, porque así es Alemania.
  El equipo teutón será el rival del local. Luce poderoso en ofensiva con Muller, Schurrle y Ozil, y tiene un arquero que por momentos parece invencible. El equipo está bien parado, aunque cuando lo atacan suele presentar algunos problemas defensivos, como todos. Impresionó de la mejor manera en la fecha inicial, goleando al Portugal de Cristiano por  4 a 0. Luego ya nada le resultó tan fácil. Empató en 2 con Ghana, y ese fue el único punto sumado por los africanos, y cerró el Grupo G venciendo a EUU por un ajustado 1 a 0. Para dejar atrás a Argelia en octavos necesito de un alargue. A Francia le marcó enseguida y luego lo envolvió en la madeja hasta el final. Desde donde se lo mire, es el favorito de su llave. Cuesta imaginar una final sin Brasil, tanto como imaginar que éste Brasil sin Neymar, tenga con qué superar a Alemania. El historial común, abrumadoramente favorable para el local, en estas circunstancias parece un agravante más. Brasil es el único de los cuatro finalistas que tiene la obligación de ser campeón; cualquier resultado que no sea el título será un fracaso para la historia, mientras para los demás haber llegado a esta instancia es misión cumplida.
  El Mundial de Brasil entregó grandes partidos y emociones a granel, y la etapa decisiva pinta para alquilar morros. Argentina también está a un paso, independientemente de Holanda y del rival que deba enfrentar en caso de llegar al partido decisivo. Después de aquel arranque timorato en el que Sabella desnudó dudas que nadie intuía y salió a enfrentar a Bosnia con cinco defensores, la normalidad volvió en el entretiempo y Argentina ganó todos los partidos que jugó, solo Suiza en octavos lo complicó y lo obligó al suplementario. Viene de menor a mayor, y en el último partido -ante Bélgica- entregó su actuación más convincente. Aunque ya no tendrá a la primera guitarra de Di María, Lavezzi, Palacio, Biglia y Enzo Pérez no desentonaron. Y lo tiene a Messi, que canta como los dioses, y todavía no entregó lo mejor de su repertorio.