martes, 1 de julio de 2014

La semana en pocas palabras

Informe Económico Semanal del Banco Ciudad

Continúan las idas y vueltas entre el gobierno y los holdouts, lo cual extiende la incertidumbre y la volatilidad de los mercados, poniendo de manifiesto que los márgenes de error a los que está sujeta la negociación aún resultan amplios, pese a que para ambas partes la mejor solución sigue siendo llegar a un acuerdo.
Tras el discurso componedor de la Presidenta del viernes 20 (el cual fue bien recibido por los mercados, al aumentar las chances de llegar a una solución cooperativa), esta semana el gobierno sorpresivamente depositó en las cuentas que los agentes de pago como el Bank of New York (BoNY) tienen en el Banco Central, los dólares necesarios para que el próximo lunes 30 sean girados a los tenedores de títulos restructurados. Jugando al límite y desafiando a la justicia americana, la medida fue acompañada de una solicitada en la que el gobierno se desentendía de la responsabilidad de que los fondos no llegasen en tiempo y forma a los acreedores.
Bajando la tensión desatada por esta jugada de alto riesgo, el juez Griesa finalmente se abstuvo de proceder con el embargo de los fondos, pero instruyó al BoNY a que frene el pago a los bonistas, pidiendo al gobierno argentino y los holdouts que se sienten a negociar. Con esto, el desembolso del lunes 30 queda suspendido y se abre a partir de ahora un compás de espera de 30 días hasta llegar a la fecha límite para realizar el pago a los tenedores de títulos que sí ingresaron a los anteriores canjes. Si en ese lapso el gobierno y los fondos litigantes no llegan a un acuerdo, entonces la Argentina podría enfrentar finalmente un nuevo default.
De darse este último escenario, se reabriría el drenaje de reservas, desembocando inevitablemente en un nuevo salto devaluatorio, con fuertes costos para la economía real. Las provincias, YPF y el sector privado verían imposibilitado su financiamiento, limitando el ingreso de dólares al país, al mismo tiempo que se retrotraería la oferta de los exportadores, ante la expectativa de un nuevo salto cambiario. Para compensar esa falta de divisas deberían restringirse las importaciones o el Banco Central se vería obligado a soltar el tipo de cambio y subir las tasas de interés, con la consecuente caída del nivel de actividad y del
empleo.
Si los problemas que aquejan a la economía son la estanflación y la falta de divisas, un nuevo default empeoraría ambos frentes. Ahora bien, aún en caso de llegarse a un acuerdo, las posibilidades de conseguir financiamiento voluntario a tasas razonables se reduce en la medida que la incertidumbre se agrava y la credibilidad del gobierno se ve aún más dañada, poniendo en riesgo la estrategia oficial de reponer reservas vía crédito externo, como forma de facilitar la transición hasta las elecciones presidenciales de octubre 2015.
En este sentido, más allá de su impacto disruptivo a largo plazo, los riesgos de volver a entrar en default son los de repetir los efectos de la devaluación de enero. Según el propio INDEC, el Producto se contrajo un 0,2% interanual en el primer trimestre, acumulando su segunda caída consecutiva en el margen (-0,8% sin estacionalidad –s.e.-), en línea con las mediciones privadas compiladas por el PIB Congreso (+0,2% i.a.; -0,4% s.e.). Asimismo, según el IGA de Ferreres, el nivel de actividad disminuyó un 2,5% anual en mayo, acumulando en lo que va del segundo trimestre una baja de 0,5% respecto al primero, hundiendo a la economía en una nueva recesión técnica, liderada por la industria, que según mediciones privadas habría caído casi un 8% anual en mayo y de acuerdo al INDEC un 4,9%, en lo que fue su décima baja consecutiva.