lunes, 8 de septiembre de 2014

Fútbol raro

por Marcelo Calvente


Es raro el fútbol argentino, Rafaela le hace 3 a Boca en la Bombonera, Independiente aplaude el esfuerzo y convierte en ídolo a Mancuello, y en una sola fecha, son expulsados cuatro jugadores por agresión a un rival –Prichoda, Borja, Galmarini y Centurión- los dos primeros antes de los 30’ del primer tiempo, más Diego Vera y  Cillis, por exceso verbal estando amonestados, seis profesionales que ganan mucho dinero, actuando con la irresponsabilidad de un chico en el potrero, dejan a su equipo con diez y lo condenan a la derrota, además de recibir una suspensión y resignar el puesto cada uno de ellos. Marco esto porque me llama la atención que cosas así se tomen con naturalidad por periodismo y público, aunque seguramente cada entrenador pensará muy bien antes de volver a confiar en ellos. Todo muy extraño. Lanús volvió a la victoria en Avellaneda sobre Racing por 3 a 1, después de un arranque en desventaja desde el segundo minuto de juego. Sin brillar, metiéndose demasiado atrás para defender, pero corriendo y poniendo como hace mucho no lo hacía, Lanús sumó tres puntos muy importantes de cara al clásico del próximo fin de semana y lo que resta de torneo. Y lo más raro de la tarde fue que por primera vez en mucho tiempo, el árbitro de turno, Andrés Merlo, de flojo arbitraje, no lo perjudicó.
  Lanús salió a enfrentar a Racing con tres cambios en la defensa, más las salidas de Silva y el paraguayo Ayala, y el comienzo fue de la peor manera. Ante la pasividad de Monteseirín, Ortiz y Somoza, entregando demasiados metros a sus marcas, Hauche buscó la espalda de Pinto, metió la diagonal de derecha a izquierda, y con toda la libertad de movimientos puso el pase en cortada para Centurión, a quien el Pipi Araujo descuidó. Lanús había perdido la
oportunidad de jugar con la desesperación del rival. Y hasta los 30’, en un partido de lucha y pierna fuerte, Racing fue superior. Pero en los quince finales el Granate empezó a responder, y en un centro al área, Gastón Díaz saltó con las manos extendidas, casi como un arquero. En la cancha supuse que no había sido intencional, que no me canso de repetirlo, es lo único que el juez debe tener en cuenta al juzgar, pero en la reiteración televisiva se observa claramente la diferencia entre una pelota que rebota contra una mano -dos veces había sucedido eso en el área de Lanús, y Merlos correctamente las ignoró- y cobró como debía la de Díaz, donde ocurrió todo lo contrario: claro penal, que Romero picó a sangre fría y marcó un empate que hasta ahí era negocio para la visita. Pero Racing se desesperó, perdió la rigurosidad defensiva que había tenido hasta el empate, y sobre el final de la etapa fue el equipo de Guillermo quien atravesó la puerta del área de izquierda a derecha, donde el Pulpito, llegando de atrás con tiempo y espacio, metió un derechazo inatajable a media altura contra el palo derecho de Saja.
  El segundo tiempo ganó más aún en dramatismo, y el Cilindro fue un infierno. El técnico local, pésimo declarante acerca de la importancia de perder un clásico antes de jugarlo, y el árbitro Merlos, que en el primer tiempo perjudicó al local en una sola oportunidad -falta del Pulpito sobre Centurión en el área que no sancionó penal, como hubiese correspondido- se llevaron todas las puteadas. Lanús ahora sí trató de ajustar el retroceso, y la respuesta defensiva fue mejor, pero hasta los treinta, nuevamente fue Racing el que creó peligro, y bien lo pudo empatar en dos cabezazos de Lollo casi calcados y un remate de Aued, que Marchesín sacó del ángulo. El clima y el resultado sacaron a los futbolistas locales, y a cinco del final, cuando ya Lanús contragolpeaba con más espacios, Centurión metió dos trancazos, estando amonestado por sacarse la camiseta en el gol, y se fue a las duchas. El final fue la larga corrida de Romero, mano a mano con Videla, a quien eliminó con un cambio de paso hacia fuera, y ya sin fuerzas remató contra el cuerpo de Saja, que estuvo un tanto lento para levantarse. El delantero cordobés llegó antes al rebote, metió un buen amague que volvió a desparramar al arquero, y con un toque a la red se transformó en la gran figura del partido.
  El técnico local hizo un nuevo papelón a la hora de hablar con la prensa. Fue raro;  avisando que no respondería preguntas, Diego Cocca salió con un emotivo pedido al supuesto poder oculto que tanto está perjudicando a Racing que por favor no lo haga más, y se marchó. Una pena, hubiese sido enriquecedor una enumeración minuciosa de los fallos arbitrales perjudiciales que sufrió su equipo, uno imagina que eso es lo que le hubieran  preguntado los periodistas. De todos modos, la hinchada de Racing se va a olvidar más rápido del árbitro que de las declaraciones de Cocca previas al clásico que perdió hace siete días. Sólo lo salva ganar el título, y parece difícil que obtenga el crédito necesario como para intentarlo.   

  Por ahora, con casi un tercio de las jornadas disputadas, el pulso del torneo lo marca River (16 puntos), que parece estar un escalón arriba de todos los demás, pero que tendrá que rendir cuentas físicas en la triple competencia, obstáculos con los que puede tropezar. Lo siguen Vélez (13), Newell’s e Independiente (ambos con 12) y enseguida, junto a Central, se ubicó Lanús con 10 unidades. Es difícil saber si la victoria es el resultado de una superación individual de sus jugadores, si el entendimiento colectivo es lo que mejoró, o si fue la pobreza espiritual del adversario lo que facilitó las cosas. Lo cierto es que cuando aparecen las dudas en el juego y las diferencias internas, las victorias ayudan a zanjarlas. El desafío mayor lo tiene en siete días, cuando reciba a Banfield. Y no sería nada raro que de ganar el clásico en La Fortaleza puede encontrar el despegue definitivo, y recuperar el único objetivo posible para un plantel de su calidad: la lucha por el título.