domingo, 14 de diciembre de 2014

Con José Luis Valdovinos, partió un imprescindible

por Omar Dalponte*

omardalponte@gmail.com

Ruego a la dirección de nuestro semanario, que sepa disculpar que este fin de semana no entregue los trabajos como de costumbre, tratando temas de actualidad política con reflexiones y análisis que pueden ser compartidos o no pero que procuro sean siempre motivo de debate. Muy especialmente a mis queridos lectores , con quienes estamos de acuerdo y muchas veces discutimos respetuosamente en el marco de las libertades democráticas, pido también perdón por no cumplir con mi tarea habitual y escribir, esta vez, en primera persona. Así entrego la última nota de este año hecha a fuerza de dolor y de lágrimas.
Acaba de fallecer un compañero y entrañable amigo con quien compartimos durante casi cuarenta años muchas alegrías, tristezas, pasiones, ilusiones, mesas amables con amistades comunes, vinos y charlas felizmente interminables. Todo, como diría el gran Cátulo Castillo, "trepando por los misterios de nuestro barrio sur". Siempre mirando el futuro, siempre con alegría festejando sus "cargadas" socarronas, "gastándolo" por su tozudez incorregible, amándolo por su ternura y su solidaridad infinitas. Escribo llorando como un flojo. Como estoy en soledad lloro con total impunidad. Dando rienda suelta a este dolor profundo, inevitable, odioso. Buscando fuerzas para enfrentar la vida sabiendo que no podré remediar lo irremediable. La muerte no tiene remedio. Nos mete el cuchillo hasta los huesos. Esa vieja maldita nos arrebata a tipos como José Luis. Puros de toda pureza, honestos sin límites en el territorio de la honestidad. La muerte nos lastima siempre, sin compasión.
El viernes 12 de diciembre, tres palabras me partieron el alma: falleció José Luis. Venía peleando. Indefenso. En una lucha muy desigual de mano limpia contra el filo contrafilo y punta
de la adversidad no pudo más. Como dijo el poeta por la muerte de Manzi: "Prendido en un final falló la vida".
Cuando se va un compañero hermano de la vida pensás cuanto hiciste con él y lamentás cuanto podías seguir haciendo junto a él. Para adelante habrá que seguir gateando cuesta arriba con un hueco enorme en el corazón. Para atrás queda lo que fue: cientos de horas de radio mateando frente al micrófono. Bancándole su bronca enamorada en medio de las discusiones por la línea editorial. Aprendiendo de sus opiniones apasionadas hasta alturas inalcanzables. Atrás queda su pasión futbolera y seguramente el calor que deja para siempre en las tribunas de la Fortaleza lanusense. Mirá vos!!... se fue el día del hincha de Boca Juniors, otra de sus simpatías después del Granate. De ahora en más cada grito de gol será la música de su misa dominguera.
Socialista, medio anarco, kirchnerista hasta la médula que no cedía en sus convicciones ni el blanco de una uña. Aprendí mucho de él. Y él aprendió algunas cosas de mi. Le enseñé a gustar del tango. Así se enamoró del bandoneón y se hizo fanático de Mederos, de Troilo, de Federico y de Baffa. Nos acompañamos en la construcción de un colegio, en la cooperación escolar, en el cooperativismo, y en decenas de aventuras políticas, periodísticas y culturales. José Luis fue un nacional puro. Nos queda el recuerdo de su sonrisa buena, de su mirada clara, de su conducta intachable y de sus abrazos eternos. Nos quedan sus arrebatos de incurable calentón en las discusiones de fútbol y de política. Sus dos grandes pasiones. Últimamente la jugó de abuelo como el mejor. Aquí quedan su mujer y sus tres hijos a quienes amé y amo como a los mios. Y que me sienten a mi tan pero tan suyo.
Desde ahora y para siempre en las rondas mañanera de mate quedará su silla vacía y el dolor de su ausencia "en el rincón fraternal de nuestro amor".
   (*) De Iniciativa Socialista