miércoles, 18 de marzo de 2015

Un baile con ritmo de cuartetazo

por Marcelo Calvente

   
Para poner punto final a una semana para el olvido, Lanús venció en Mendoza a Godoy Cruz por un resultado infrecuente por lo abultado. El 5 a 1 final fue el producto de una noche espectacular del equipo de Guillermo, que por primera vez en mucho tiempo cambió el planteo, y dispuso un nuevo ordenamiento táctico de los futbolistas en el terreno. Lanús salió a jugar con Melano de punta y el Laucha Acosta alternado las dos bandas, con Junior como volante por derecha, y Ortíz, por el eje vertical de la cancha, delante de Fritzler, terminó atacando con cuatro, y eso resultó letal para un equipo mendocino que viene intentando defender con tres, y que carece de recuperación en la zona media. Desde el arranque el Grana fue superior en lo colectivo, independientemente de que contó con el jugador más desequilibrante de la noche, Lucas Melano, que entregó la máxima actuación individual en lo que va del torneo.
  El dominio territorial de la visita se desarmó transitoriamente cerca de la media hora de juego, cuando Lanús se estiró, y la grieta se abrió entre los volantes y los del fondo. Y el gol que significó la ventaja parcial para Godoy Cruz es consecuencia más que notoria de eso: con enormes facilidades para manejar el balón en el campo adversario, el delantero Leandro Fernández esquivó con comodidad el cierre tardío de Fritzler, y con la misma tranquilidad de maniobra sacó el remate letal para Monetti.  La ventaja retrasó unos metros a Godoy Cruz, y eso colaboró en la recuperación táctica de los del fondo Granate. Hasta ahí, los dos elencos estaban en partido, un encuentro atractivo y bien jugado, tres puntos muy importantes para
ambos El local, después de un arranque confuso, había encontrado su juego con dos victorias consecutivas, un nuevo triunfo lo ponía en el lote de arriba. Lanús venía de muy pobres actuaciones, y un conflicto insólito con el futbolista más caro del plantel que acababa de estallar abría un enorme interrogante.
  Según dicen, el uruguayo venía juntado bronca, y un cambio de palabras ajeno entre parte del plantel y el cuerpo técnico fue la excusa para increpar a uno de los entrenadores con modales sin retorno. Primero fue suspendido, y pronto rescindió su vínculo con el club. Ese tipo de conflictos suele tener consecuencias negativas en el plantel, sobre todo si los referentes consideran que la culpa fue del técnico. Por el contrario, puede ser positivo, si esa salida resulta ser un alivio para los demás. Desde otra mirada: si el plantel consideraba que el reclamo de Silva era justo, bien podía haberse manifestado de manera más elocuente: en esos casos, el resultado siempre es la salida del entrenador. Pero si los referentes opinan que la reprimenda correspondía y que la reacción de Silva resultó fuera de lugar, injusta o destemplada, tal vez haya sido el disparador de una charla unificadora entre las partes.  A juzgar por lo que se vio en Mendoza, Lanús volvió a ser un equipo compacto, movedizo y solidario, en el que todos corren, se desmarcan y dejan el alma en cada pelota, condiciones indispensables para ganar en este fútbol competitivo como ninguno otro. Y como yapa, el entrenador estrenó con éxito un nuevo dibujo táctico. Por todo esto, y por el 5 a 1, todos juntos celebraron, comieron perdices y brindaron, pero con agua mineral.
  El fútbol tiene estas cosas que lo hacen el más apasionante juego inventado por el hombre. Y en la noche mendocina se produjo uno de esos milagros que se dan muy de vez en cuando: Lucas Melano, cordobés de Hernando, 22 años, arribado a Lanús a mediados de 2013, pronto mostró su velocidad y una virtud que escasea: olfato y capacidad para definir con un toque cuando pisa el área adversaria. Sin embargo, una rebelde pubalgia lo sacó de competencia en 2014. Volver le costó más de la cuenta: falto de fútbol y de distancia, con dificultades para dominar el balón y un permanente gesto de estar ausente, su imagen se fue desdibujando. Como siempre ocurre, pronto pasó a ser destinatario principal de las más duras críticas. Para la mayoría de los simpatizantes granates, hasta el feliz domingo, Melano era un futbolista prescindible.
  La cuestión es que la partida de Silva le abrió una puerta, y el cordobés se metió. Desde el primer minuto se mostró más enchufado y combativo que nunca, y se tuvo confianza en la zona de definición. Para lograr el empate parcial impactó de primera un enorme pase de Maxi Velázquez, y en el  complemento se lució con otras tres definiciones de fútbol del primer mundo: Un caño y pelota picada por encima del cierre del arquero, una corrida vertical con definición desde afuera por sobre la cabeza de Moyano, y el  último, mano a mano, con amague y toque sutil ante el desparramo del guardameta del Tomba. Lucas Melano marcó cuatro goles de extraordinaria factura y fue gestor absoluto del único que no señaló. No sería descabellado que pueda consolidarse en su nueva posición como delantero de punta.

  Con la sorprendente recuperación individual y colectiva del equipo, y sobre todo por el éxito del nuevo esquema ensayado por el entrenador, así, de un plumazo, Lanús pasó del  desencanto a la ilusión, y se acomodó en el lote de los de arriba. Ahora tiene la chance de consolidarse el viernes por la noche ante su gente, cuando reciba a Gimnasia y Esgrima La Plata, que no viene bien, pero que ayer logró su primera victoria ante Chicago, y que seguramente tratará de no dar las mismas ventajas que Godoy Cruz. Mientras el cero se mantenga será un partido muy difícil, como todos.