sábado, 29 de agosto de 2015

Minuto 70

por Marcelo Calvente



Ojo. Tal vez la mejor virtud de esta versión de final de ciclo del equipo de Guillermo sea las enseñanzas que deja en cada actuación, tanto en el aspecto táctico como en el análisis individual de cada una de sus figuras. Lanús es una especie de muestrario de involuciones colectivas producidas por un mal llevado recambio, que pese al tiempo transcurrido el entrenador no puede resolver. El equipo nunca recuperó la solidez defensiva
que le daban Goltz e Izquierdoz, y mucho menos el equilibrio entre líneas que entonces tenía, lo que lo hacía plantarse en campo contrario y ejercer presión en la salida del adversario de turno. Todo esto no significa que se trate de un elenco fácil de derrotar, mucho menos en instancias de definición mano a mano, y menos aún cuando actúa en condición de visitante. El problema es el juego, las ventajas que otorga, los altibajos anímicos de concentración, e incluso a veces la falta de convicción que algunos jugadores evidencian respecto de la idea futbolística que deben interpretar. Así y todo, Lanús se trajo de Córdoba un empate en uno con sabor a victoria, un resultado justo si se tiene en cuenta el tramo final, en el que sin brillar y con mucho esfuerzo mereció el empate que logró a un minuto del cierre, pero milagroso si se parte del inicio, el peor de los muchos malos que tuvo últimamente, saliendo a la cancha desconcentrado y recibiendo un gol antes del minuto de juego. Así anduvo hasta el minuto 70. Pese a las ventajas que recibió hasta ahí, Belgrano no se animó a ir por más, y como suele ocurrir muy de tanto en tanto, lo terminó pagando caro.
La insólita manera en que arrancó el partido condicionó el trámite. Desde esa corrida inicial que en tres pases puso a Belgrano arriba, Lanús no pudo encontrar su lugar en la cancha. Los dos centrales atornillados cerca de la medialuna propia, los laterales contenidos ante la distancia que debían recorrer para pasar al ataque, delanteros y volantes de espaldas al arco rival, tratando de recibir pelotazos largos y a dividir que partían de Gómez, el último hombre granate, que si alguna virtud justamente no tiene es claridad para entregar la pelota. Belgrano la recuperaba rápido pero, temeroso de la ventaja que tenía, no se animó a ir a fondo, esperó un adelantamiento granate que nunca ocurrió, porque así de largo como estaba, ni Lanús ni ningún otro equipo puede meter dos pases seguidos. El partido se hizo friccionado, con pierna fuerte de ambos lados, -que el árbitro brasileño no sancionó con la misma severidad- con los jugadores granates bien dispuestos para dar lucha pero no tanto para ofrecerse como receptores y generadores de juego, todo estaba a favor de Belgrano. Gómez y Braghieri se están haciendo más fuertes en la marca pero siguen jugando diez o quince metros detrás de lo que deberían. Ambos trasponen la línea media sólo cuando van a buscar por arriba en el área de enfrente, en las pelotas paradas. Prefieren atornillarse cerca del área de Ibáñez, y esa inexplicable y tozuda posición de la dupla central destartala todo intento colectivo del equipo.
  A los 70 del completo ingresó Sebastián Leto, y su ingreso produjo un cambio sustancial en el terreno de juego. Al talentoso delantero de cuna granate que había vuelto con gloria, con títulos y participaciones internacionales en Europa -aunque con varias lesiones a cuestas-  desde el vamos la fortuna no lo acompañó. Sufrió un absurdo accidente que le costó dos operaciones de cráneo y una lenta recuperación con un desgarro en el medio, hasta que por fin, con un incómodo y llamativo protector en su cabeza, logró sumar algunos minutos ante Huracán, y a los 70 minutos de juego de un partido que venía mal para Lanús se metió en el partido sacudiendo a propios y extraños. A sus compañeros porque les dio un ejemplo de entereza y valentía, pidiéndola, luchando para tenerla, aguantando los golpes y la provocación de los rivales, que intentaron sacar partido de posibles temores y secuelas apelando a codazos, patadas y empujones. El Flaco no sólo no arrugó: se las arregló para jugar la pelota con criterio y contagió a sus compañeros con su noble sacrificio. El Grana empezó a crecer, Belgrano a refugiarse cada vez más atrás. La pierna fuerte siguió mandando, pero así y todo, con la batuta de Leto y el acompañamiento de los demás, sin generar peligro, Lanus se fue haciendo dominador. El estadio colmado la vio venir, los defensores de Belgrano se atornillaron en el último corner, con la pegada de Ayala -que aparece cuando debe aparecer- y la potencia aérea en alza de Gustavo Gómez, llegó el empate que por su mayor entereza en el tramo final, Lanús mereció.     
   Por delante quedan nueve compromisos por un torneo local que ya no pelea y dos Copas en las que aún está en carrera. Por detrás hay un rendimiento que no termina de conformar a nadie, con errores tácticos de larga data que a esta altura cuesta entender que persistan, y jugadores que alternan buenos y malos rendimientos, a tono con un colectivo que no terminar de funcionar como para soñar con grandes objetivos. “Es fútbol”, suele decir Miguel Russo y con eso explica lo mucho de inexplicable que tiene este deporte. Está claro que de no mejorar será difícil celebrar algo grande, pero también es cierto que a las mejorías de Gómez y Braghieri, Guillermo puede sumar los aportes de Martínez, Castelani, el Pampu González, Leto, Di Renzo, Aguirre y el demorado Almirón, con la columna vertebral que componen Araujo, Velázquez, Fritzler, Ayala, Junior y el Laucha Acosta, nombre por nombre, y pese a las dificultades de funcionamiento que el entrenador debe superar, alcanza para mantener las esperanzas, al menos, hasta el próximo compromiso.