domingo, 4 de octubre de 2015

El día de la bestia

por Marcelo Calvente


   La verdad es que Guillermo me cae de la mejor manera. Me resulta simpático, inteligente, de no hablar de más. Como futbolista ha sido un ganador. Y tuvo la suerte acceder a la difícil profesión de entrenador de fútbol por la puerta grande, de forma directa y sin escalas previas al primer nivel, sostenido por su bien ganada fama y por la idolatría de los hinchas de los equipos en los que jugó. Su primer contrato como entrenador lo firmó con Lanús, el club ideal, el único que no sin tropiezos camina derecho por el manicomio de la calle Viamonte, y la prensa le brindó a su llegada una enorme cobertura.
  El comienzo en junio de 2012 fue mas que alentador, y el segundo semestre de 2013 el
punto mas alto de su equipo. Ganó la Copa Sudamericana y de manera simultánea estuvo a un paso de obtener el Torneo Inicial. Bajó un poco el rendimiento en el subsiguiente Torneo Final 2014 porque peleó la Copa Libertadores hasta el zapatazo fatídico de un tal William Ferreira, el mal recordado delantero uruguayo del Bolívar. En esa temporada 2013/2014 el de Guillermo fue uno de los mejores elencos del continente. Y lo fue hasta el endemoniado misil que el 8 de mayo de 2014 enmudeció a La Fortaleza, a partir del cual comenzó el lento pero inflexible retroceso. Enseguida se fueron Goltz e Izquierdoz, y el equipo nunca volvió a ser el mismo. Y así fueron llegando las derrotas dolorosas, como aquella de los dos goles en contra en el alargue en Brasil -debe ser record mundial- ocurrida inmediatamente después de una de las mas grandes hazañas de la historia deportiva de la institución, la victoria en tiempo de descuento sobre el Atlético Mineiro por 3 a 2 ante un Mineirao repleto, o la de Japón, un verdadero misterio haber perdido con un equipo así. Fueron las primeras de varias caídas francamente desalentadoras, aunque también hubo buenas victorias en medio. No obstante, los números favorables de Guillermo son más que elocuentes: gano el 46% de los partidos que su equipo disputó, empato el 29%,  y se retiró vencido apenas el 25% de las veces. El problema es que los objetivos eran más exigentes.
   No me guío por trascendidos sobre una intimidad en el seno del plantel, algo que desconozco. Le apunto siempre al juego del equipo. Al hecho de que los errores tácticos que comete son siempre los mismos, desacoples perfectamente identificables en los videos de cualquier partido, falencias inexplicables pero muy arraigadas que están por cumplir dos años de vida sin que nada cambie. No quiero aburrir con la cantinela de siempre del equipo largo, trato de aportar nuevos indicios: defensores que hacen control de pelota alineados en la puerta del área para terminar revoleándola a campo rival a dividir, delanteros que no bajan para acompañar el retroceso alocado de las otras dos líneas, volantes en inferioridad numérica, siempre distantes entre sí, que abandonan permanente sus marcas y corren desesperadamente hacia atrás para agruparse junto a sus compañeros en el área chica, laterales obligados a atravesar distancias imposibles, y siguen las firmas. No es Guillermo quien me tiene cansado, es el insólito juego del equipo que él dirige -que también es mi equipo, el tuyo y el de la hija del fletero- y que tiene plantel y cantera como para jugar mejor.
   De la larga lista de objetivos ambiciosos que resignó Lanús desde aquel zapatazo escalofriante hasta la fecha, solo uno sigue en pie: la esquiva Copa Argentina. El Grana esta a dos partidos de conseguirla. El problema es que el primero de esos partidos es contra Boca, y en caso de superarlo, enfrentará en la final a Racing o Central, tres equipos que están un escalón arriba. En el futbol no hay imposibles, es sabido, pero los milagros se dan cada vez menos seguido. Lanús quedó eliminado de la Copa Sudamericana a manos de Defensor de Montevideo por penales, un equipo que en la argentina pelearía por no descender, y además quedó muy lejos de la Liguilla Pre-Libertadores. La Copa Argentina es la última carta que le queda por jugar, y la mano no viene nada sencilla. El premio consuelo es la clasificación entre los 12 equipos que jugarán la Liguilla Pre-Sudamericana 2016, del 7º al 19º del actual torneo, que seguramente conseguirá.

   En los meses que nos separan de diciembre de 2015, los dirigentes de todas las agrupaciones deberán decidir la continuidad o no de una unidad política que está muy debilitada. Serán horas de balance de gestión y de autocrítica. De dar explicaciones y asumir las culpas correspondientes por las cosas que sucedieron en el tan esperado año del centenario. El objetivo de todos debe ser la recuperación de la unidad por encima de cualquier apetencia personal y para eso es imprescindible una profunda renovación dirigencial. En medio de tan relevante instancia, alguien deberá decidir sobre la renovación o no de un cuerpo técnico que pintaba para mucho más, hasta que el 8 de mayo de 2014 el diablo metió la cola, clavó el balón en el ángulo izquierdo de Agustín Marchesín y todo empezó a derrumbarse.