jueves, 7 de enero de 2016

En el nombre de la madre

por Marcelo Calvente



Lecturas de verano- Capítulo 4

Don José María Volante fue un inmigrante italiano que en 1897 adquirió con muchas facilidades un lote en Villa General Paz, en la calle que por entonces se llamaba Gral. Acha, entre José C. Paz y Margarita Wield, a metros de la Plaza Sarmiento. Allí levantó una típica casa chorizo precedida por un enorme galpón donde llevó a cabo su oficio de herrero de la compañía de tranvías. En la casa que aún mantiene la misma fachada de los últimos 70 años, don Volante y su esposa, Luisa Estevano, tuvieron siete hijos. Ángela, la primogénita, nació en 1900 -vivió 96 años- y una seguidilla de frecuencia vertiginosa trajo a Juan, Luisa, Carlos, Hermelinda, Julio y José. Los cuatro varones en alguna oportunidad vistieron la casaca granate, pero sólo Carlos, que había llegado al mundo en 1905, y José, nacido el 6 de enero de 1911, lograrían jugar en la primera división del club Lanús. En 1924, con apenas diecinueve años y en la posición de centro-half, Carlos Martín Volante debutó en la primera granate, cuya divisa defendería en once oportunidades hasta 1926, cuando iniciará un largo periplo sobre el que volveremos más adelante. El menor de sus hermanos, José Norberto, hizo su presentación en Primera en 1928 jugando en la misma posición que Carlos pero dos años después de su partida. Ambos hermanos, uno para Lanús y el otro para Platense, disputaron el domingo 24 de marzo de 1929 el histórico primer cotejo oficial en la nueva cancha de Arias y Acha -allí donde hoy se levanta la imponente Fortaleza- ubicada a
dos cuadras y media de la casa familiar de los Volante.

En la década del 20, Villa General Paz estaba en pleno crecimiento pero aún a medio poblar, se vivía a ritmo campestre y todos los vecinos se conocían entre sí. Todavía los clubes se nutrían de futbolistas de la zona, y si bien era común que un jugador de notable calidad y enormes perspectivas como Carlos Volante fuera transferido a un equipo más grande, algo que además era inevitable, en aquellos jugadores del amateurismo todavía reinaba el amor por los colores. En el caso de Carlos, la colimba lo había sacado del fútbol durante el 25 y el 26, recién pudo retornar en el 27 jugando para el desaparecido club General San Martín. Su partida de Lanús se debió a que durante la conscripción engordó más de 15 kilos, por lo que perdió su lugar entre los once, y después de tanto tiempo sin jugar prefirió emigrar. En el 28 pasó a Platense y se consolidó como gran jugador, a punto tal que fue convocado a la Selección Nacional que se preparaba para disputar el Mundial de 1930.

Vistiendo la casaca marrón, el histórico 24 de marzo de 1929 tenía que enfrentar al club de su barrio, de su familia y sus amigos, en el que a punto había estado de ser campeón como capitán de la división de reserva en 1923, y en el que había debutado en primera en octubre del 24. En el equipo Granate, que inauguraba su nuevo estadio, jugaba su hermano menor, que además ocupaba el mismo puesto que él había dejado al partir. El enfrentamiento entre los hermanos Volante fue la comidilla previa de una tarde de por sí muy esperada en el pueblo de Lanús, porque el nuevo estadio era mucho más cercano al centro comercial. Según cuenta el historiador Néstor Daniel Bova en su trabajo “97 íconos de la historia granate” y ratifica el Sr. Carlos Pezzani, sobrino de ambos futbolistas, se decía que Carlos no quería jugar y rápidamente el chimento llegó a oídos de la severa doña Luisa. La madre juntó a los hermanos y ordenó que ambos sean de la partida en su nuevo idioma, un esforzado cocoliche, augurando “que gane el ma’ mecor”. Por aquellos tiempos, una orden de la madre no se discutía, ni siquiera siendo un jugador de selección.

Cualquiera fuera su actuación, Carlos Volante sabía lo que le esperaba. Apenas iniciado el juego acusó una lesión que según sus palabras “fue una paralítica que me durmió el muslo y me impidió correr con normalidad”. Como era de esperar, ante la mirada celeste de la madre de ambos, siempre presente cuando jugaba el Grana, lo chiflaron de los cuatro costados: los hinchas locales por haberse ido, y los de Platense por no haber dejado todo en pos de la victoria. El Grana se impuso por 5 a 2 y según cuentan los memoriosos, doña Luisa sonreía contenta. Tenía tres motivos: primero porque era fana de Lanús, segundo porque como granate nunca le perdonó a su hijo mayor haberse ido del club. Y en tercer lugar porque su hijo preferido, el menor y más querido por sus hermanos y el resto de la gran familia, al finalizar el cotejo estaba siendo llevado en andas por los hinchas locales. Al concluir el campeonato de ese año, mientras José Volante se consolidaba como mediocampista central titular y gran promesa granate, Carlos Martín Volante era transferido a San Lorenzo. A mediados del 30 pasó a Vélez Sarsfield, donde jugó  hasta su partida rumbo a Italia en 1931, una de las primeras transferencias de criollos hacia el Viejo Mundo, para jugar en el Nápoli, el mismo que mucho tiempo después tendrá como máximo ídolo a otro argentino llamado Diego Maradona, nada menos 

Más conocido como Pepe, José Norberto Volante disputó 53 partidos oficiales en la entidad sureña. En 1930, un choque con Luís Monti, el consagrado futbolista de San Lorenzo y la Selección, troncó su carrera. Sufrió una fractura de tibia y peroné de la que le costó recuperarse, pese a que continuó jugando un año en Argentinos y luego tres más en Ferro Carril Oeste, en los que le tocó enfrentar al club de sus amores en varias oportunidades. De ojos color del cielo como sus seis hermanos, simpático, emprendedor y de probada honestidad, Pepe Volante volvería al club Lanús en 1951 como entrenador del primer equipo que retornaba a la máxima categoría después del controvertido descenso de l949, cargo que aceptó con la condición de que fuera honorario, sin percibir remuneración alguna, y que ocupó durante un año, hasta la contratación de Roberto Sbarra. Por entonces el benjamín de la familia desarrollaba una exitosa carrera empresarial como importador de válvulas industriales. Ocho años más tarde, en los comicios del 27 de febrero de 1959, será electo presidente del Club Atlético Lanús por la Cruzada Renovadora Granate, agrupación emparentada con el peronismo, triunfo festejado con una multitudinaria marcha por la calle José C. Paz, hoy 9 de julio, desde la estación hasta la sede social que aun pervive en el Nº 1660 de esa arteria. Por largos años -hasta que Carlos Babington arribó a la presidencia de Huracán- Pepe Volante fue el único jugador, luego técnico y más tarde presidente que cumplió las tres funciones en una misma institución de la primera división, aunque mantiene la exclusividad de ser el único que además enfrentó a su club como futbolista de un equipo rival. Con ese privilegio se fue de este mundo en 1997 dejando un recuerdo inolvidable en quienes lo conocieron.


(Continuará)