lunes, 18 de enero de 2016

La incapacidad de Patricia Bullrich y otros temas

por Omar Dalponte

omardalponte@gmail.com
   
A pesar de las fiestas de fin de año y del intenso calor, el vértigo de la política obliga a superar la modorra del verano y exige estudiar con detenimiento cada uno de los muchos acontecimientos de la actualidad. En verdad no está sucediendo nada diferente a lo que uno suponía que acontecería con el macrismo en el gobierno. No hay que asombrarse. Los diez balazos en la espalda de un trabajador de la empresa Cresta Roja, otros tantos recibidos recientemente por una mujer a las puertas de la municipalidad de La Plata y miles de trabajadores despedidos demuestran a las claras cual es el comportamiento del neoliberalismo en el poder. Y esto recién es el comienzo. Los disparos con las llamadas balas de goma son un modo de tortura por impacto que ocurrió con total impunidad. Los despidos masivos son un castigo brutal que se aplica a las personas empujándolas a la miseria. El aumento inhumano del costo de vida se hace sentir con crudeza principalmente en los hogares más humildes. Hasta hace muy poco parecía que estas cosas ya no pasarían en nuestra dolorida Argentina y sin embargo las estamos viviendo, aquí y ahora, como algo cotidiano. La gran cortina de humo que significó la fuga de tres asesinos de la cárcel de General Alvear entretuvo durante 15 días a la población para que  la gravedad de lo que acontece no se note demasiado. Pero estas maniobras para
confundir y despistar a la sociedad no siempre dan los resultados esperados y –como en este caso- ponen al descubierto la incapacidad de algunos funcionarios. Durante y después del sainete cuyos protagonistas fueron tres asesinos andrajosos junto a otros actores civiles y uniformados cuya impericia transformó el episodio en una pieza de enredos, quedó demostrado en forma muy patente y clara que Cristian Ritondo, ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, y Patricia Bullrich, ministra de Seguridad de la Nación son absolutamente incapaces para desempeñar cargos de los que depende –nada menos- la seguridad de la gente. Pero lo que resulta más grave aún es que ambos –con mayor responsabilidad por parte de Bullrich- arrimaron información falsa al presidente de la Nación.  En un “país serio”, como se decía en el mejor lenguaje antikirchnerista, estos funcionarios, luego de semejante falla, no durarían cinco minutos más en sus cargos. Su permanencia afecta, ante nuestros ojos y los ojos del mundo, a la autoridad presidencial que tanto costó recuperar después de Menem y De la Rúa. No escapa a la mirada de la sociedad la diferencia que existe entre un presidente como Néstor Kirchner que hizo descolgar el cuadro de un genocida por el comandante en jefe del Ejército, con el actual mandatario que soporta pasivamente ser engañado por dos funcionarios de altísimo nivel (una de ellos colaboradora muy cercana) que cometieron una falta gravísima. Ha sido de público conocimiento que Patricia Bullrich alguna  vez tuvo problemas con su nivel de alcohol en sangre cuando conducía un automóvil allá por el año 2009 siendo diputada nacional. Ese antecedente, por el cual quedó en evidencia una irresponsabilidad inadmisible en un miembro del Parlamento Nacional, debió ser tenido en cuenta cuando se decidió su nombramiento si es que, en verdad, pretendemos vivir en un “país serio”. Claro que la actual ministra de Seguridad contaba con otro antecedente que –tal vez- fue favorable para su designación. Patricia Bullrich, en el año 2001, junto a Fernando de la Rúa y Domingo Cavallo, firmó el decreto N° 926 que redujo en un 13% el sueldo a los jubilados sumiéndolos en un estado de extrema necesidad. Este columnista no inventa los hechos de la historia. Ellos hablan por sí mismos.
Mientras tanto, cuando desde las estructuras políticas opositoras no se advierten definiciones claras, contundentes y efectivas, en las plazas y diferentes lugares del país se  concentran multitudes dispuestas a debatir y pensar colectivamente respecto a la actualidad y al tiempo que se viene. Este es un hecho altamente positivo como lo es toda manifestación movilizadora del pueblo. Importante sería darle a este movimiento una orientación hacia formas de organización popular que permita su fortalecimiento y crecimiento. Sería una pena que con el correr del tiempo, estos espacios de discusión, por falta de un marco que los contenga orgánicamente, se diluyan como ocurrió con las asambleas de los años 2000/2001.
Por otra parte el peronismo, en todas sus variantes, vive un instante donde se mezclan la perplejidad, el desconcierto, la bronca, la ansiedad, las ganas de recuperar iniciativa y también, por qué no decirlo, la intención de pescar en rio revuelto en estas difíciles circunstancias.  Aprovechando la confusión, no faltan los “prolijitos” que, alrededor de un asado, pretenden un peronismo edulcorado asimilable a las clases dominantes. Ya en otros tiempos se habló de “neoperonismo” o del “peronismo sin Perón”. Así les fue a quienes pretendieron desdibujar a este movimiento histórico. Es tiempo de unidad en el peronismo. Pero –creemos- conservando su doctrina, sus banderas históricas y toda la riqueza que aportó el kirchnerismo.
   (*) De Iniciativa Socialista