jueves, 10 de marzo de 2016

De galera

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

Admito que salí de La Fortaleza muy ilusionado: Lanús venció claramente a Newell’s por 3 a 0, entregando una actuación colectiva para el recuerdo. En un fútbol argentino inusualmente parejo, donde cualquiera le gana a cualquiera, superar a un rival a fuerza de rigor físico, concentración, velocidad, astucia y audacia, como Lanús aplastó a Newell’s, sometiéndolo a un largo suplicio que finalizó con el pitazo del juez, no es cosa de todos los días. Lo dicen los rostros de los futbolistas visitantes, con la mirada perdida, exhaustos y avergonzados buscando la salida. Contrastan con los semblantes de los de Lanús, festivos y eufóricos, que no terminan de abrazarse, tal vez hasta sorprendidos de lo que ellos mismos acaban de realizar. El Grana dejó postales amenazadoras para aquellos equipos que
se postulan para ganar el título: todos van entrando en la irregularidad, mientras Lanús se sostiene arriba, puntero e invicto, superándose a si mismo en cada presentación y anunciándose como un firme postulante que no estaba en los planes de nadie. Sus seguidores, los más firmes, los de siempre, sabemos que hace mucho tiempo que el primer equipo no entregaba una actuación así, y que este presente es el resultado del trabajo de Jorge Almirón, que cambió el método de juego, y de los jugadores, que aceptaron de buena gana, y que fueron perfeccionando el libreto partido tras partido.
   Hasta la tercera fecha -victoria ajustada en cancha de Témperley- Lanús se pareció demasiado a su última versión, sobre todo en cuanto al posicionamiento de las tres líneas. Durante ese lapso, Almirón trabajó para conseguir el indispensable acortamiento que Guillermo perdió en 2014 y nunca recuperó. Muy pronto el nuevo técnico le encontró la vuelta en lo que respecta al adelantamiento de los volantes: Aguirre y Román Martínez presionan bien arriba y desde esa posición se suman al ataque con criterio y, toda una novedad en Lanús, también pasan los dos laterales al mismo tiempo. Otro cambio importante que hizo el entrenador también se notó desde el primer partido: en Lanús, está prohibido reventar la pelota. Curiosamente, esas fueron las palabras de José Nazionale al joven Ramos Delgado, el día de su debut, el 5 de mayo de 1956 en Arias y Guidi, frase que aún pervive en La Fortaleza como un legado. 
   El equipo de Almirón nunca intentó llegar a posiciones de gol con pelotazos desde campo propio hacia el área rival. Siempre jugó con pelota al pie, bien en bloque, con opciones de pase por adentro, con poder de desborde y centro atrás para la llegada del goleador, el Pepe Sand, que en su retorno arrancó con el pie derecho, y con el Laucha Acosta, el jugador más desequilibrante del fútbol argentino. Una considerable mejora se advirtió en la 4ª fecha, al recibir a  Atlético Tucumán, triunfo muy claro pese al 1 a 0, y se mantuvo en la visita a San Martín de San Juan, encuentro que pudo ganar, aunque la expulsión del Bicho Aguirre transformó el empate en un buen resultado. 
   Frente a Newell’s llegó el punto más elevado: jugando a un nivel que sorprendió a propios y extraños, Lanús se consolidó como gran candidato a ganar la zona. Siempre las victorias son celebradas, pero cuando el equipo deleita en el terreno de juego apostando a la tenencia de balón con movilidad e ingenio, cuando se logra el dominio absoluto del partido, la ciudad pasional y futbolera se infla de esperanzas y se compromete con su aliento. A lo largo de sus 101 años de vida Lanús fue sinónimo de fútbol bien jugado. Siempre fue así, aún en los momentos más duros y dolorosos que la institución debió sobrellevar. La actuación Granate del viernes por la noche fue una joyita para copiar y guardar, un muestrario de jugadas para recordar: salidas por los laterales a puro toque, cambios de frente al pie, triangulaciones y paredes en todos los sectores del terreno. Si existen dudas al respecto, volver a ver el partido se recomienda. 
  Los próximos dos compromisos serán la medida para saber para qué está Lanús. Racing en Avellaneda y Boca en La Fortaleza, ambas canchas seguramente repletas, y el fútbol argentino todo, expectante, frente al televisor. ¿Como no ilusionarse con volver a vivir jornadas de gloria jugando un fútbol que da gusto ver, condición vitalicia de los Granates de todos los tiempos? Dicen que Los Globetrotters lo practicaban de galera y bastón. El equipo de Almirón ya se puso la galera. Son otros tiempos y otras exigencias: el bastón recién lo tendrá cuando obtenga la esquiva cuarta estrella que Guillermo, después de ganar la tercera, no pudo conseguir. Mientras tanto, ¿que hacemos con esta ilusión? ¿La reprimimos pensando lo peor o redoblamos el aliento y llenamos La Fortaleza para acompañar al equipo?