miércoles, 18 de mayo de 2016

Pensando en el futuro

por Marcelo Calvente

  


Sin jugar en el nivel que lo venía haciendo, ya clasificado a la final, Lanús empató en un tanto con Argentinos en La Paternal por la anteúltima jornada, y con esa igualdad culminó la seguidilla de siete triunfos consecutivos s entre la 8ª y la 14ª fecha del torneo de Transición 2016, una marca inusual en un fútbol tan competitivo como el nuestro, lograda con un armado futbolístico conducido por una nueva comisión unitaria presidida por Nicolás Russo, con Jorge Almirón al frente del plantel. Almirón había fracasado en Independiente a fines de mayo de 2015 y desde entonces nunca fue mencionado como posible reemplazante de los varios entrenadores que fueron despedidos durante ese tiempo, ni se escuchó hablar de él. Llegó en silencio, firmó un contrato austero,
convencido de que Lanús era el club ideal donde poner en práctica su idea de juego. Con más promesas que dinero, el Grana incorporó a José Luis Gómez, Marcone, Mouche, Colotto, Pelletieri y Sand, y crease o no, logró armar el mejor equipo del fútbol argentino de hoy. No lo digo yo, lo dicen los números: la valla menos vencida, recibió apenas 7; el equipo más anotador (27); el jugador más desequilibrante: el Laucha Acosta, y el goleador del torneo, el Pepe Sand y su cinematográfico retorno, 14 conquistas en 15 partidos, su carrera deportiva pide a gritos una true history, otra página gloriosa de las tantas que habitan en las entrañas del club Lanús con sus novelescos ciento un años de vida, la historia de amor entre un goleador y el club que necesita para ser feliz, que está a punto de culminar de la mejor manera.
    Curiosa es la trama. El Pepe ésta vez sí que volvió por amor a la camiseta, con menos exigencias, conciente de la situación económica del club donde había logrado su techo en 2007, donde fue ídolo y figura del Lanús campeón del Apertura de ese año, siendo además goleador absoluto de los torneos Clausura 2008 y Apertura 2009. Había llegado en junio de 2007 a los 27 años luego de un recorrido irregular por varios clubes, y se fue  dos años después por una millonada para Emiratos Árabes. Las vueltas de la vida: después de otro largo y variado periplo de nulo brillo deportivo que duró seis años, cuando parecía que su carrera se terminaba, un buen paso por Aldosivi lo puso en la vidriera. Por esas cosas del destino, lo trajo el mismo dirigente que, ante cada posible retorno que se frustró a causa de las exigencias desmedidas del representante del futbolista, tuvo que pagar el costo político por no ceder. Ni vencedores ni vencidos, al final el Pepe volvió, rindió mucho mejor de lo esperado, y todos felices.
   Lanús había ganado sus tres primeros compromisos con poco fútbol pero con mucho sacrificio, y con lo que el Laucha y el Pepe pudieron lograr en el área de enfrente. Según Jorge Almirón: “El peor partido nuestro fue en cancha de Témperley, por la tercera fecha. Esa tarde, cuando todavía estábamos empatados en cero, Monetti resbaló con la pelota y pudo ser gol. Si perdíamos por esa jugada la gente se iba a impacientar, y con menos respaldo, salir jugando nos iba a costar mucho más, sobre todo de local”. Ante Atlético Tucumán su equipo mejoró bastante y ganó con justicia. Y en San Juan, con un parcial de igualdad en dos, Aguirre se fue expulsado a 23 minutos del final, y el empate parcial pasó a ser un buen resultado. En la sexta fecha, ante Newell’s y en La Fortaleza, apareció el funcionamiento que el equipo estaba buscando: sin tirar pelotazos frontales, intentando siempre salir jugando la pelota al pie, proyectando a los laterales para imponer superioridad en el medio, y tratando de armar los ataques con paciencia, intentando de generar el hueco para llegar con pelota dominada al área rival. Fácil de explicar, pero difícil, muy difícil de implementar de manera exitosa en un fútbol tan urgente de resultados como el argentino. Para jugar así hay que tener un público sabio y comprensivo como un monje oriental, cuya paciencia infinita le permita saber esperar, o como le sucedió a Lanús, que directamente arrancó ganando con o sin los méritos suficientes mientras buscaba imponer la idea del entrenador, diametralmente opuesta a la de su antecesor. La enorme victoria sobre Newell’s encendió la esperanza granate.  
     Sin embargo siete días después, el equipo de Almirón, aunque volvió a jugar bien,  sufrió su única derrota en el torneo en Avellaneda ante Racing y a causa de dos errores defensivos. La senda decisiva la tomó a partir de la 8ª fecha, y desde entonces hasta el empate de ayer en La Paternal, ganó todo lo que jugó. Arrancó derrotando claramente a Boca, un partido de enorme repercusión, y luego a Unión, Banfield, Rafaela, otra vez Banfield, Tigre y Aldosivi, una brochette de siete victorias al hilo que lo consagró finalista con dos fechas por jugarse, mientras Godoy Cruz y San Lorenzo deberán luchar hasta la jornada de cierre para obtener el derecho a enfrentar a Lanús.
     La inédita circunstancia de haber clasificado a la final de manera anticipada fue el principal escollo -pero no el único- que el Grana debió afrontar en La Paternal. Por un lado el campo de juego, además de ser muy chico, estaba en muy mal estado, como la gran mayoría de los terrenos argentinos, lo que dificultó notablemente el traslado del balón de un Lanús con muchos suplentes. Argentinos se jugaba la permanencia, en el minuto 3’ del complemento  recibió el gol de Velázquez, y de acuerdo al resto de los resultados que se daban en otros escenarios, estaba perdiendo la categoría. La desazón de sus hinchas ante el drama del descenso, un sentimiento que los viejos granates conocen muy bien, se trasladó al terreno, y gracias al permisivo Beligoy, los futbolistas locales recurrieron a un excesivo juego brusco que pudo ocasionar alguna lesión de gravedad. En ese contexto irregular, Colotto perdió increíblemente a Carlos Bueno en el área chica y el Bicho alcanzó el empate, que dadas las circunstancias, fue un buen resultado para ambos equipos.     

    La increíble campaña pone al club Lanús frente a dos nuevos y ambiciosos objetivos, dos circunstancias que al comienzo del ciclo ni el hincha más optimista podía imaginar: en primer término, ganar la final y abrochar la esquiva cuarta estrella. Si todo transcurre sin sorpresas, Lanús debe ser el campeón, simplemente porque es el que mejor juega. Es necesario cerrar el semestre con el más que merecido título de campeón y terminar con la larga lista de finales perdidas. Las victorias deportivas, siempre, alimentan el fervor del hincha y el respaldo del socio. El segundo objetivo es el más importante, y a la vez el más difícil de conseguir: en lo posible sin desarmar el equipo y tratando de acertar en la elección de los reemplazantes, concretar un par de ventas relevantes y recaudar el dinero necesario para volver a poner al club en la ruta de la solvencia económica y la previsibilidad financiera. Si lo logra, volverá a instalarse en más alto nivel continental y será un gran candidato a obtener la Copa Sudamericana 2016 que se disputará durante el segundo semestre. Un objetivo nada sencillo, pero tampoco descabellado.