jueves, 2 de junio de 2016

Apuntando a Japón

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com



Las imágenes de fin de mayo son muy fuertes: 30.000 granates desbordando de entusiasmo, copando medio Monumental, la cobertura periodística acorde a un partido tan trascendental, y la goleada aplastante, pocas veces vista superioridad tal en un partido decisivo de este fútbol argentino cada vez más parejo. Las redes sociales reflejan el sentir popular de los simpatizantes de los demás equipos: Lanús es un gran campeón, es el mejor elenco argentino, por lejos el que mejor juega. Imágenes del 4 a 0 final que reflejan la superioridad que el equipo de Almirón, en mayor o menor medida, impuso sobre el resto de
sus oponentes, sobre todo cuando pudo alinear a sus mejores futbolistas.
Hay que volver al principio para dimensionar correctamente este final impactante de semestre. Con una unidad política atada con alambre, Lanús arrancó el año sin deudas pero sin plata, cosa que solo los socios más cercanos intuían. La comisión directiva entrante lo explicó con su primera medida: no renovación del contrato de los mellizos, llegada de Jorge Almirón, bueno y barato, según sugirió de maneras varias Nicolás Russo. Apenas cinco refuerzos logrados sin dinero en efectivo, tres de ellos serán fundamentales para potenciar un plantel devaluado por las derrotas y el desequilibrio en el juego: el lateral derecho José Luis Gómez; el volante central y conductor Iván Marcone, y el milagro del Pepe Sand en su última y definitiva versión, la mejor de todas. Con la premisa inalterable de jugar la pelota al pie, sorteando con fortuna algunos errores cometidos durante los reñidos tres primeros partidos, el equipo de Almirón construyó una campaña inédita en la historia del club, jugando seguramente el mejor fútbol de una vida repleta de juego ofensivo y vistoso. El país entero, en algunos casos con sorpresa, así lo reconoce. 
Los granates de ley lo disfrutamos no sin temor, y holgadamente llegamos a la definición con la cruz de las últimas cinco finales perdidas de manera consecutiva por Guillermo, al que agradecidos por el título obtenido en 2013, despedimos como se despide a un campeón. Para el recién llegado hubo mucha más cautela. La ilusión fue creciendo a fuerza de victorias, siete de ellas consecutivas, hasta la penúltima fecha, cuando ya clasificado finalista, empató en La Paternal con equipo alternativo y postergó por una semana la agonía de Argentinos. Cuando volvió a alinear a sus mejores once para enfrentar al ganador de la otra zona, San Lorenzo, sin la inexplicable presencia de Mouche y con la sorpresiva y poco confiable inclusión de Junior Benítez en su lugar, el cambio potenció a un equipo que llegaba descansado, y que superó con baile a un rival agotado y disminuido por la ausencia de Ortigoza, la pausa y la claridad que su técnico no pudo reemplazar. 
La exhibición Granate en un partido de tamaña trascendencia lo pone en la elite de América, candidato natural a ganar la Copa Sudamericana que se jugará a partir de agosto, y también en la mira ávida de figuras de los grandes clubes del primer mundo. El desafío que Lanús tiene por delante es vender sólo lo necesario, y ante lo inevitable, lo más difícil: remplazar bien a los que se irán, esta vez con un poco más de aire financiero. Todo esto logró Nicolás Russo en estos seis meses, desde que fue llamado de urgencia para frenar el descalabro que dejó la gestión de su antecesor, te guste o no, haciendo equilibrio de una unidad endeble, pero dispuesto a recuperar la antigua solidez.
Las imágenes son muy emotivas y se viralizan en los medios modernos. La multitud en las tribunas de River, las caravanas de ida y de vuelta al Monumental, el obelisco copado por los hinchas granates. El reconocimiento de todos, y la ilusión de que esas imágenes no se conviertan en un recuerdo. Que abran un álbum con muchas hojas por llenar ahora nomás: la Copa Sudamericana junto con el nuevo torneo local, la Libertadores que jugará en el primer semestre del año que viene, a la que clasificó con el objetivo de ganarla y acceder al mundial de clubes, con la ilusión de volver a Japón, o adonde sea que lo convoque la FIFA, a disputarse en diciembre 2017.