martes, 5 de julio de 2016

La semana en pocas palabras

Informe Económico Semanal del Banco Ciudad

En la última semana se publicaron los datos oficiales del Producto Bruto del primer trimestre. Lejos de brindar grandes sorpresas, éstos señalaron una contracción de la actividad agregada que tendió a extender la retracción iniciada a mediados de 2015, en línea con lo anticipado por diversas estimaciones privadas. Ahora bien, varios de los factores contractivos asociados a las necesarias correcciones macroeconómicas instrumentadas en el primer semestre comenzarían a revertirse en los próximos meses, lo cual hace prever que lo peor ya pasó y que, entrado el segundo semestre, deberían empezar a vislumbrarse las primeras señales de recomposición de la situación
económica. Asimismo, una vez asimilado el efecto sorpresa del denominado “Brexit”, los mercados financieros verificaron una rápida recuperación, tanto a nivel global como local, habida cuenta de los largos tiempos que demandaría la instrumentación de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, destacándose en Argentina la recuperación de la bolsa, la baja del riesgo país y el freno en la acelerada escalada del precio del dólar.
Luego de años de no contar el país con información confiable sobre la marcha de la economía, el INDEC dio a conocer estos días una revisión de la evolución del PIB entre los años 2004 y 2015, junto con su estimación para el primer trimestre 2016. Desde una óptica de mediano plazo, lo más sobresaliente se vincula al “blanqueo” por parte del ente oficial de la caída de la actividad agregada durante: 1) la crisis global del año 2009; 2) la retracción que siguió a la instauración del “cepo” cambiario y la sequía del año 2012; y 3) la recesión asociada al salto devaluatorio del año 2014. Todas estas bajas no habían sido reportadas por la anterior conducción del INDEC (pese a que estimaciones alternativas reflejaban un escenario recesivo durante dichos años), dando cuenta de un crecimiento acumulado del PIB 15 puntos porcentuales inferior al oportunamente informado oficialmente para la última década.
Con el foco puesto en el corto plazo, los datos del primer trimestre del corriente año señalan que si bien la actividad económica se situó 0,5% por encima de los niveles de un año atrás, en comparación con el cuarto trimestre de 2015 se retrajo 0,7% (medida sin estacionalidad). Esta contracción en el margen profundizó las bajas ya vistas en el tercer (-0,1%) y cuarto trimestre de 2015 (-0,4%), a medida que fueron quedando atrás el impulso de la obra pública pre-electoral y la cosecha récord de soja del año pasado, seguidas luego por el reordenamiento de las variables macroeconómicas implementado a partir de diciembre.
Pero, a nuestro entender, tal vez el hecho más relevante a esta altura del año quizá no tenga que ver con la baja informada para el primer trimestre en sí (que habría continuado incluso en el segundo, según anticipan diversas mediciones privadas), sino con que se logró eludir el sendero de colisión en el cual se encontraba encarrilada la economía, evitándose consecuentemente una crisis, y sentando las bases para una recuperación económica entrada la segunda mitad del corriente año, que se sentiría de manera más palpable en 2017.
Desde Diciembre 2015 se avanzó, a gran velocidad, con una importante cantidad de medidas tendientes a revertir una situación extremadamente compleja, caracterizada hasta fines del año pasado por restricciones cambiarias, pérdida de reservas, déficit fiscal en ascenso y un escenario estructuralmente estanflacionario. Con el nuevo gobierno hubo un cambio de rumbo que apunta a una normalización económica, con el levantamiento de las restricciones cambiarias y comerciales, sumadas al inicio de una recomposición de la situación fiscal basada en una focalización de los subsidios económicos, factible de ser instrumentada gradualmente gracias a la recuperación del crédito externo.
Más concretamente, en el primer semestre estuvo presente: 1) una necesaria suba de tasas de interés tendiente a evitar una fuga al dólar tras a la unificación cambiaria; 2) una esperable aceleración de la inflación asociada a la corrección del tipo de cambio y las tarifas, con los salarios estables pre-paritarias; y 3) un freno en el pago a los contratistas de obra pública, típico tras un año electoral, pero profundizado en esta oportunidad por un cambio de una administración que debió revisar cuidadosamente las contrataciones vigentes. Varios de esos elementos tenderían a desaparecer en el segundo semestre, dando paulatinamente aire a la actividad agregada, destacándose los siguientes puntos: 1) la baja de las tasas de interés ya en curso, con impacto directo en el costo del crédito; 2) el fin de los ajustes de tarifas por el corriente año, combinado con una desaceleración de la inflación de bienes transables y una recuperación de los salarios en el margen; 3) la reactivación de la obra pública; 4) el pago a los jubilados (estimado en 1% del PIB), acoplado al ingreso de divisas del blanqueo de capitales; y 5) la recuperación de la producción de trigo, que daría continuidad al repunte del agro y las economías del interior del país ya vislumbrado a partir del reciente levantamiento de la cosecha de soja.
En suma, al inicio del tan mentado segundo semestre, vemos claramente al 2016 como un año de transición, incluso partido en dos mitades bien diferenciadas, que dejarían perspectivas positivas de cara a 2017.