domingo, 28 de agosto de 2016

La semana en pocas palabras

Informe Económico Semanal del Banco Ciudad

Esta semana se conocieron diversos indicadores que reflejan el comportamiento de la economía real durante el segundo trimestre del año, los cuales contribuyen a terminar de delinear un primer semestre de transición, en el que se dejaron sentir los efectos sobre la actividad agregada de un amplio conjunto de medidas orientadas a imprimir un cambio de rumbo que permitiera avanzar en la eliminación de serias distorsiones y una normalización del funcionamiento de la economía, sentando las bases para volver a crecer y abandonar cuatro años de estancamiento.
Adelantando lo que sería la evolución del Producto Bruto del segundo trimestre, el INDEC publicó el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) correspondiente a junio. En
términos desestacionalizados, la economía cayó 0,3% con respecto al mes de mayo, culminando el segundo trimestre con un retroceso de 0,7% frente al primero. Asimismo, el EMAE arrojó para junio una contracción del 4,3% interanual, en parte afectada por compararse contra el mes de mayor crecimiento del año pasado, acumulando en el primer semestre de 2016 una baja del 1,3%. Pese a lo anterior, la actividad se sitúa en valores similares a los de 2011, o superiores incluso a los de mediados de 2014, tras la devaluación de aquel año, manteniéndose en niveles históricamente elevados, sobre todo si se tienen en cuenta la magnitud de las correcciones encaradas.
Mirando para adelante, si bien la mayor parte de los indicadores de actividad económica permanecen en terreno negativo, en los próximos meses comenzaría a morigerarse su contracción, con perspectivas de recuperación para el último trimestre del año. La evolución del sector de la construcción se vería estimulada por la obra pública y mayores créditos al sector privado, mientras que el sector comercio también podría reaccionar ante una recuperación en el poder de compra, en un marco de desaceleración de la inflación y alzas de salarios y jubilaciones, fruto de la entrada en vigencia de los ajustes escalonados dispuestos en las paritarias y los pagos previstos a la clase pasiva.
Por otra parte, en lo que constituye un significativo paso adelante en el proceso de recuperación de las estadísticas públicas iniciado en diciembre pasado, esta semana el INDEC retomó la publicación de los principales indicadores del mercado laboral, dando a conocer las cifras de desocupación del segundo trimestre del corriente año. La tasa de desempleo, quizá otro de los indicadores más aguardado por su relevancia y por la falta de credibilidad de las mediciones de la anterior conducción del organismo junto con los índices de precios, abarcó al 9,3% de la población económicamente activa (PEA).
En lo que hace a los datos de ocupación, cuya evolución pasada no se encontraba mayormente cuestionada, la tasa de empleo registró un leve incremento con respecto al mismo período de 2015, indicando que se habrían generado poco más de 200 mil nuevos puestos de trabajo en el último año. Esto, a su vez, explica que la tasa de desocupación mayor a la difundida previamente respondió más a una mayor cantidad de gente buscando empleo en un escenario de caída de los salarios reales, que a una destrucción de puestos de trabajo.
En este sentido, la tasa de actividad laboral (u oferta de trabajo) alcanzó el 46% de la población total de referencia, un nivel significativamente mayor al estimado previamente por el INDEC en el mismo período del año pasado (44,5%). Si bien es probable que en un contexto como el actual se observe un aumento en el número de personas que buscan activamente empleo (como forma de incrementar los ingresos de sus hogares), el alza interanual de 1,5 puntos porcentuales en la tasa de actividad supera ampliamente lo observado en la historia reciente, multiplicando por cinco el incremento interanual promedio desde 2003 hasta la fecha.
Este dato no hace más que reforzar las sospechas sobre el llamativo comportamiento de las anteriores estimaciones de demanda y oferta de trabajo difundidas a partir del año 2011, cuya correlación se disparó por encima del 95%, luego de promediar un 60% entre 2003 y 2010. Con este movimiento casi sincronizado entre ambas variables, el efecto de la caída en la tasa de ocupación sobre el cálculo del desocupación se veía neutralizado por la baja informada por el INDEC en la tasa de actividad, es decir, por un menor número de gente que buscaba activamente un trabajo.
Para tener una idea de las magnitudes de estas distorsiones en las mediciones realizadas hasta 2015, vale la pena señalar que si se supone una tasa de actividad similar al promedio 2008-10 (previo al extraño comportamiento presentado a partir de 2011), la tasa de desocupación en el segundo trimestre de 2015 se habría ubicado en niveles cercanos al 9,6% (superior incluso a la difundida para el mismo período de 2016), lo cual refuerza la visión de que la situación del mercado laboral ya había comenzado a deteriorarse previamente, tras cuatro años de estancamiento.