viernes, 9 de septiembre de 2016

Bestias

por Lisandro Martínez*

   En 1634 en Loudum, Francia, fue denunciada la posesión diabólica sobre monjas de la orden Ursulinas del convento local. La madre superiora Juana de los Ángeles de 32 años, despechada por el cura párroco Urbain Grandier –un sacerdote que se oponía públicamente al celibato- lo acusó de haberle introducido el demonio. Grandier tenía enemigos poderosos en la jerarquía eclesiástica que aprovecharon para enviarlo a la hoguera mediante la inquisición. Esta historia fue llevada al cine en los ‘70 y Los demonios, dirigida por Ken Rusell, fue censurada en sus escenas de sexo y torturas terribles que fueron parte de la documentación histórica que alimentaron el guión.
     La historia del clero por imponer a sangre y fuego conductas sexuales patológicas dentro de sus huestes durante 17 siglos, azuzándolas con el infierno, llena bibliotecas. Los conventos fueron históricamente lugares de horror y miserias humanas inducidas en nombre de hacerse agradable a dios. Los flagelos destinados a domesticar un proceso natural de la química
orgánica y las hormonas fueron de amplia crueldad. Vaya como ejemplo la castración de púberes varones para que mantuvieran por siempre voces excelsas para coros en catedrales. Los intentos de sofocar la diversidad sexual de sacerdotes y monjas durante 1700 años son una conducta que siquiatras y sicólogos califican de patología perversa, agravada cuando es dictada por manipuladores de la mente cuya ubicación en la cima del poder los convierte en peligrosos para la salud del prójimo, ya que utilizan el control por el terror síquico que imponen mediante fábulas a una masa de la población. 
    La iglesia en el siglo XXI demuestra en Argentina que su comportamiento y cánones son sectarios porque practican el abuso de poder contra un sector de la población que se encuentra con las defensas bajas por su estado de vulnerabilidad emocional, social o ignorancia. 
    Luego del episodio de bolsoneo sobre el convento trucho en Luján que oficiaba de depósito bancario y pre embarque al paraíso fiscal del Banco Ambrosiano, apareció otro convento -por ahora oficialmente reconocido- de la orden de Las carmelitas descalzas, practicantes con la anuencia de arzobispos nativos y bajo la advocación de la Santa Sede vaticana de ritos sádico/masoquistas, aplicación de tormentos y reducción a la servidumbre sobre mujeres privadas ilegítimamente de la libertad.
   El sacerdote Leandro Bonin de Entre Ríos reafirma que las bárbaras normas de disciplina y mortificación para agradarle a dios están autorizadas y señala: —El uso de los elementos de penitencia ha sido común en la gran mayoría de los santos. El Papa Juan Pablo II, en su carta a los sacerdotes de 1986, habló de penitencias voluntarias del Santo Cura de Ars y afirmó que no se contentó con aceptar estas pruebas sin quejarse; además salía al encuentro de la mortificación imponiéndose ayunos continuos, así como otras rigurosas maneras de «reducir su cuerpo a servidumbre». 
    ¿Será tal vez por su apoyo explícito al sufrimiento, no propio sino de los otros, que Karol Józef Wojty³a, fue beatificado en 2011 por Benedicto XVI y canonizado el 2014 por el Papa Francisco?
   El arzobispo de Paraná, Juan A. Puiggari, minimizó la gravedad del uso de los cilicios (instrumento de tortura) entre las novicias del convento de Nogoyá: “Es un alambrecito finito que tiene salidas tipo pinche, que no entran a la piel, sino que molesta”, dijo. 
   Otro vocero de las tinieblas, como Sergio Rubín de TN, dice que esas prácticas atormentadoras son voluntarias o como las presenta el cínico arzobispo de Paraná: “No tengo objeciones a la rutina carmelita en Nogoyá: Una vez a la semana, los días viernes, las 18 monjas que viven enclaustradas in aeternum, se someten a castigos corporales, ora utilizando un látigo, ora acudiendo al cilicio”. Y señala: “Es la constitución de ellas. Cuando entras a un club, te dan las reglas. Vos las aceptas o no. Algunas te parecen sensatas y otras te parecen ridículas. Pero las aceptás porque sos adulto. Acá pasa lo mismo. Las mujeres que ingresan, aceptan esa regla”. 
   En Argentina y el mundo hay leyes que protegen a las personas atacadas por ese tipo de enfermedades producidas por los abusos de jerarquías perversas. Dos ex carmelitas descalzas del convento de Nogoyá declararon el 26/8/16 ante el fiscal Uriburu. Una de ellas es de Paraná y estuvo 10 años en el convento y la otra de Uruguay estuvo 25 años. Ambas ratificaron lo denunciado en torno a excesos, tormentos físicos, psíquicos y reducción a la servidumbre, a la que fueran sometidas por la máxima autoridad del lugar y reconocieron los cilicios y látigos con varias puntas secuestrados en el allanamiento judicial. (www.diarioriouruguay.com/29/8/16).
   La neurosis mística de alto contenido sexual presentada por curas y obispos como vía de santificación es la misma coartada criminal utilizada por la nomenclatura vaticana frente a la pedofilia. La jerarquía no combate ni denuncia a los violadores, en cambio los cobija en el Vaticano. “En lugar de salud, proponen salvación del alma. El alma inmortal enferma el cuerpo y lo vuelve santo”. (Nitzsche). 
   En la iglesia, como en otras sectas, recalan personas con claros desórdenes emocionales y el ordenador sectario es abusar de esas personas hasta reducirlas a la servidumbre. Por lo tanto las prácticas aberrantes de violación a los DDHH dentro de los ámbitos religiosos deben ser investigadas y castigadas. (Ver “Superiora de Nogoyá, imputada” Página 12- 4/9/16)
   El miedo, el temor, la angustia es una plataforma para crear divinidades. La religión es parte indisoluble del Estado argentino, por lo tanto una medida higiénica para evitar que los responsables ideológicos y materiales eludan la justicia es separar la iglesia del estado. Cortar el pago de salarios a los sacerdotes equiparados al del Poder Judicial que son abonados por los contribuyentes. Que los salarios del clero los pague el Vaticano o en su defecto la feligresía. 
   Hay que desacralizar la educación quitandole los subsidios a la educación religiosa y que la religión y sus símbolos salgan del espacio público y pasen al ámbito privado junto al culto religioso que debe ser sostenido económicamente por sus seguidores. 
   Juicio y castigo a los autores materiales y a la jerarquía que cercena libertades, domestica al ciudadano y lo somete al pensamiento único que intelectualiza desde el Vaticano tormentos y violaciones a los DDHH. 
   (*) Del Partido Obrero