martes, 24 de enero de 2017

Las comparaciones son siempre odiosas


 por Juan Carlos Vaccareza*


  Existe en la actualidad relatos y discusiones sobre los modelos económicos que en teoría se ajustan a distintas características que permiten diferenciarlos el uno del otro. Desde un espacio se declara que el modelo económico empleado por el gobierno anterior al actual terminado a fines del 2015 contrasta profundamente con el modelo económico aplicado por el gobierno en ejercicio a partir de diciembre del 2015 hasta la actualidad.
Las defensas de ambos modelos de acuerdo a sus representantes económicos impregnan a este pretendido debate de imposturas económicas que en boca de sus defensores pretenden diferenciar esgrimiendo los distintos instrumentos y los resultados obtenidos en el caso de los supuestos dos modelos.
No nos vamos a retraer muchísimo tiempo atrás. Nos vamos a situar en el 2014, cuando el modelo anterior produjo una gran devaluación del peso (argumentando una corrida cambiaria producida por las corporaciones transnacionales residentes en el país, que elevó la inflación ubicándose alrededor del 35,63%).
Los salarios de convenio aumentaron un poco más del 29% que fue implementado en etapas
y que incluyó sumas extraordinarias adicionales. Sin embargo, si se analiza el promedio se puede llegar a la conclusión que el salario real alcanzó apenas el 26% de aumento.
 Lo expresado demuestra que hay una caída del salario real en un porcentaje importante y además se produjo una caída del empleo.
En el marco de la aplicación de variables, el modelo denominado progresista tenía un marcado déficit fiscal, a pesar de tomar como ganancias la rentabilidad del fondo de garantía sustentable de la Anses y las ganancias contables del BCRA, producto de la devaluación de sus activos en moneda extranjera.
Estos dos instrumentos eran extremadamente cuestionados y criticados por los economistas que adhieren al modelo actual, de la misma manera que cuestionan el arreglo con el Club de París y en el CIADI, el uso de los adelantos transitorios del BCRA, la extrema monetización de la base monetaria y la deuda generada a través de préstamos de la banca pública y de los organismos del Estado.
Acá nos vamos a parar en un punto concreto: hacían hincapié que las ganancias del Banco Central eran meramente contables y no realizables, y por lo tanto no podía utilizarse el dinero emitido por el BCRA para paliar el déficit del gobierno, ya que estas ganancias no estaban de acuerdo con las normas contables específicas.
¿Y por qué hablamos de imposturas? Porque los que llevan adelante el segundo modelo, que en teoría su aplicación distaría mucho de ser parecido al primer modelo, han hecho lo mismo.
Han devaluado un 45% al asumir, (de $ 9,7 a 14,1 el precio del dólar), llevaron la inflación a 40-41%, los asalariados perdieron poder adquisitivo, se pagó a los fondos buitres sin discutir los intereses para cubrir el déficit fiscal (ingresos menos egresos del Estado) también se usaron las rentas del fondo de garantías sustentables de la Anses, las ganancias contables del Banco Central que ellos mismos cuestionaron durante años monetizaron muy profundamente la base monetaria, tomaron dinero del sector público financiero (Banco Nación, alrededor de 40.000 millones de pesos) y no financiero (tomaron adelantos transitorios del BCRA).
Es decir: en general los instrumentos usados más acá o más allá son de la misma naturaleza.
Tal como ellos mismos se definieron, Los ejecutores del primer modelo fueron pagadores seriales, sin embargo la deuda en 2003 era de u$s 178.268 millones y en el 2015 llegó a u$s 160.150 millones
Sostienen que se endeudaron hacia adentro en plata nacional, pero hay que recordarles que disminuyeron las reservas del BCRA por préstamos en dólares que usaron para pagar los vencimientos de la deuda y que eso los llevó a la denominada restricción externa, es decir, a no tener los dólares suficientes para pagar la deuda los intereses, las regalías y todo lo exigido por el sistema depredador de las finanzas internacionales
El segundo modelo tomó una dirección distinta la de endeudamiento externo, comenzando con el arreglo con los fondos buitres y después saliendo al mercado para obtener los dólares suficientes para permitir el pago de la deuda, de los intereses y de los dividendos y regalías, y también permitieron el ahorro interno que fue la compra desmedida de dólares de sectores de la población con poder adquisitivo.
Sin embargo, hay que aclarar que las reservas internacionales terminaron con 38.772 millones de dólares, incrementándose en 13.208 millones respecto del 2015, lo que significa que nos hemos endeudados por 40.000 millones de dólares para tener de reservas un poco más de 13.000 millones de dólares.
Como corolario de la aplicación de este pretendido plan, los despidos registrados al mes de agosto del 2016 llegaron a más de 168.000, cayó el consumo un 4,1%, cayó el nivel de actividad industrial un 5% (dato de setiembre del 2016), no hubo inversión y en realidad lo único que podemos hacer es un comparativo que nos lleva a la misma realidad del 2014 con el 2016. Es por eso que estamos muy lejos de entender cómo dos modelos supuestamente distintos han aplicado en dos momentos históricos el mismo plan.
Hay un refrán que dice no se puede esperar tener un resultado distinto si se realizan las mismas acciones. Lo que vendrá económicamente por ahora es una incógnita, tanto por la situación nacional como por los hechos externos que pueden alterar el viejo (nuevo orden mundial).
               (*) Economista