lunes, 13 de marzo de 2017

Prioridades y decisiones en el granate

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

A nadie le gusta ver a su equipo caer, y menos jugando de la manera en que lo hizo Lanús. Tampoco nadie esperaba debutar perdiendo de local en la Copa Libertadores, que es el objetivo de máxima. “¡Cómo puede ser que un plantel profesional no pueda jugar tres partidos en siete días! Mi nieto, que tiene ocho años juega en tres campeonatos a la vez...”, como el tango, la derrota en el fútbol es una tristeza que se opina
   Lanús tiene un objetivo de máxima: una fase de seis partidos que superan dos de los cuatro equipos que integran su grupo, y acaba de perder el primero de ellos de local. Tiene que asegurarse la clasificación a la llave. Ese primer objetivo es la prioridad tan mentada. “Aunque sea que ponga un mix, que los que están bien físicamente jueguen los dos partidos” dice José, de acá a dos cuadras. Entonces la discusión se vuelve filosófica. ¿Qué es priorizar?
    “Son decisiones” diría Miguel Ángel Russo. “Dar prioridad”, dice la otrora inmaculada Real
Academia. Indudablemente, el técnico de Lanús entendió que la derrota ante Nacional, y seguramente mucho más el juego de su equipo, merecen especial atención. Razón no le falta. Lanús no fue preciso, no fue solvente, cometió muchos errores fatales en la salida, por momentos se desarmó, y aunque bien pudo haber empatado, no fue el mismo equipo que viene de ganar tres campeonatos por derribo. El técnico de Lanús entiende que hay que priorizar la continuidad en la Libertadores, y por sobre todo, recuperar el juego del primer equipo. También la conducción del club suele aclarar que la prioridad es la Copa. Y priorizar es priorizar, no tiene matices ni acepciones intermedias.
Lo verdaderamente preocupante fue lo del equipo alternativo, que fue ampliamente superado por Racing por 3 a 0. El primer tiempo fue algo muy pocas veces visto en los últimos años en un representativo profesional del club Lanús. Jorge Almirón decidió implementar un cambio táctico tan drástico como ajeno a sus predicados, cambio que seguramente no fue ajeno a la pésima actuación del equipo muleto: salió a la cancha sin nueve y con tres centrales. No puede obviarse que los defensores no supieron dónde ni cómo desempeñarse durante todo el primer tiempo. La pelota quemaba en la salida, se entregaba mal, se marraban la mitad de los pases, no había conexión, desbordaba Marcelino, y allá a lo lejos, por la otra banda, venía Ciro Rius haciendo señas, el resto no pisaba el área.
    No es que en el segundo tiempo haya jugado bien, pero es innegable que con la entrada del Pepe por Carrasco, Lanús volvió a defender con cuatro y a contar con el 9 de área. Al menos se paró como siempre y hasta se atrevió a dar dos pases seguidos. Pero no deja de ser preocupante la actuación de varios futbolistas que son primera alternativa de cambio en puestos vitales. No cambia su error la calidad de entrenador que es Jorge Almirón, en absoluto. Y entre sus virtudes está la de hacer todos los intentos por explicar su juego. De verdad sería interesante también saber qué fue lo que lo llevó a tomar la sorprendente decisión táctica que tomó, y porque le falló de la manera que lo hizo. Nadie es perfecto. Y de los errores también se aprende.