lunes, 17 de abril de 2017

No habrá paz si se castiga al pueblo

por Omar Dalponte*

omardalponte@gmail. com

La imagen de la policía golpeando, encarcelando, arrastrando por las veredas y el asfalto a docentes concentrados frente a las puertas del Congreso Nacional, y que tres efectivos policiales le aplasten la cabeza contra el piso a uno de nuestros maestros, muestra el rostro verdadero del neoliberalismo. Rostro brutal que ahora, exhibido tal como es, pone definitivamente en claro lo que algunos de nosotros venimos anticipando desde hace muchos años: el modelo conservador capitalista, aquí y en cualquier parte del mundo, puede desarrollarse únicamente sobre el hambre, el sufrimiento del pueblo y afianzarse por medio de la represión a cualquier tipo de manifestación popular.
El doloroso espectáculo que observamos días atrás donde la ferocidad policial se hizo sentir con todas sus fuerzas frente a maestros que sólo pretendían instalar una escuela itinerante, significa el regreso a épocas oscuras de nuestra historia y coloca al país en un estado de nerviosismo y de tensión que puede traer consecuencias muy graves dentro de no mucho tiempo.
Tal vez por sobreestimar  el respaldo recibido por un sector de la sociedad, probablemente por haberse embalentonado ante un inesperado apoyo el pasado 1 de abril en Plaza de Mayo, afloraron las ganas represivas del equipo gobernante que lanzó a la perrada a las calles y rutas para dar palos a diestra y siniestra con la complicidad de algunos
gobernadores. 
   Hoy aquí y en todas partes del universo se comprueba, frente a los hechos, cual es la cruda realidad que vive nuestro país bajo la prepotencia de un equipo gobernante que sólo es reconocido por la mitad de los argentinos. La ciudad de Buenos Aires, la ruta Panamericana, las provincias de Jujuy y Mendoza son ahora territorios en los cuales, como prueba piloto, se pretende someter por la fuerza a expresiones populares. Mediante esas acciones de violencia inaceptables en un régimen democrático, se quiere demostrar que de aquí en más no habrá contemplaciones para todo aquel que se oponga a los designios del conservadurismo.
El macrismo ha elegido el peor de los caminos. Con estas acciones orientadas a imponerse por la fuerza bruta no hace otra cosa que emprender una marcha con destino hacia su propio fracaso. Así como en otros momentos históricos, bajo dictaduras o regímenes constitucionales la represión marcó el principio del fin de varios gobiernos, probablemente las atrocidades de abril de 2017 sean el inicio del derrumbe del neoliberalismo argentino. 
La noche de los bastones largos del 29 de julio de 1966 comenzó a marcar un tiempo de descuento para la dictadura del general Onganía. La represión de la dictadura militar  a la  movilización obrera encabezada por Saúl Ubaldini realizada  el 30 de marzo de 1982, incrementó el sentimiento de libertad en los trabajadores que enfrentaron decididamente a las fuerzas policiales y  señalaron el rumbo que después siguieron otros movimientos de resistencia. El Lanusazo de noviembre de aquel mismo año, fue la pueblada que significó uno de los últimos golpes propinados a los asesinos procesistas. El 14 de diciembre de 1999, en tiempos de la presidencia de Fernando De la Rúa, la bestial represión a trabajadores ordenada por el radical Federico Storani, entonces ministro de Interior, fue el botón de muestra de un gobierno que terminaría en las trágicas jornadas de 2000/2001. 
Aún nos duele en el alma, y ese dolor lo sentiremos siempre, el vil asesinato del maestro Carlos Fuentealba ocurrido el 4 de abril de 2007. Ese crimen, revitalizó las luchas populares que siguen hasta el presente. Estos días, de apaleamiento, castigo con gases a nuestros docentes y encarcelamiento de militantes populares, bien pueden marcar el comienzo de un proceso que concluirá con el Waterloo de la facción que fue elegida por la mitad de los argentinos. Quien siembra vientos recoge tempestades.
  (*) De Iniciativa Socialista