lunes, 6 de noviembre de 2017

Peronismo: Nuestro lugar en el mundo

por Omar Dalponte*

omardalponte@gmail.com

En una nota publicada en 2012, titulada “Las primaveras no son eternas” señalamos que “es bueno tener presente que todo llega y todo pasa. Nada en nuestra vida es permanente. Los argentinos  sabemos muy bien que los momentos de felicidad no han sido demasiado duraderos en nuestro país. Ni más ni menos que en el resto del mundo. Pero como es aquí donde nosotros reímos y lloramos nos preocupa cuando en la escena nacional, dentro del mismo movimiento, las discusiones suben de tono. Más sabiendo que en política las primaveras no son eternas y que  es bueno evitar el crujido de las estructuras propias.
Nadie puede negar que después de las sucesivas catástrofes padecidas en la Argentina por obra de diferentes gobiernos civiles y militares, seudodemocráticos o dictatoriales, luego de décadas de sufrimientos y miseria, los años posteriores a 2001 nos trajeron vientos de esperanza y cierto alivio. Con mucho esfuerzo entre idas, vueltas, más de un dolor de cabeza y frente a una oposición sin ideas que sólo se dedicó a poner piedras en el camino fuimos avanzando. Durante estos años, a pesar de todas las trabas opositoras, hemos crecido, recuperamos parte de nuestro patrimonio nacional, recobramos la dignidad y plantamos a nuestro país ante el mundo como un paradigma a imitar. No es poco lo que hemos logrado gracias a los dos turnos y un poco más de gobiernos kirchneristas.
Hacer las cosas bien, levantar al país después de años de frustraciones, salir  adelante superando miles de inconvenientes y darle un poco de bienestar  al pueblo, obliga a enfrentar a poderosos intereses de aquí y del exterior. Intereses que generalmente están
estrechamente ligados a los sectores concentrados de la economía y de las finanzas.
Nadie de los que tienen demasiado y manejan mucho poder va a entregar nada fácilmente. Al contrario van a oponerse, como ya lo están haciendo, a todo lo que signifique mejoras para quienes históricamente han estado postergados. Y en esa actitud opositora cargada de agresividad no van a despreciar ningún método. Seguramente colocarán todos sus recursos  -que son inmensos- al servicio de la preservación de sus privilegios.
Ya comenzaron con Honduras y Paraguay ocasionando un daño importante al proceso de unidad e integración latinoamericano.  Dentro de poco se jugarán una carta brava enfrentando a Chavez en Venezuela. Aquí en la Argentina todavía no le encontraron la vuelta y se les complica bastante porque frente al kirchnerismo no hay ninguna figura relevante para colocar como nave insignia. Insistirán una y mil veces porque los poderosos son así. No toleran la elevación de las clases populares porque ello significa ceder espacios y no poder disponer a gusto y placer del destino de millones de personas. En este momento, por esas cosas que ocurren dentro del movimiento nacional, algunos choques que ocurren en distintos niveles de diferentes sectores pueden favorecer a  los enemigos del pueblo que, sin duda, tratarán de aprovechar cualquier grieta para filtrar insidia y sembrar cizaña. Ya nos ocurrió hace más de cuarenta años cuando triunfó el Dr Héctor Cámpora, candidato del peronismo en las elecciones del 11 de marzo de 1973 después de 18 años de proscripciones y persecuciones. En aquel tiempo nuestra ilusión duró poco más de dos meses. Entre propios y ajenos derrocaron a aquel flamante  gobierno elegido por el cincuenta por ciento de los votos, trastornando los planes de Perón y produciendo un agujero en la historia que recién comenzamos a tapar en el año 2003. Quien en esa época creyó que habíamos derrotado al enemigo se equivocó fiero. El enemigo nos volteó a nosotros. Y aceleró la muerte de nuestro líder, el general Perón.
Si aprendiéramos que en política para muestra basta con un botón seríamos más cuidadosos en producir hechos que atentan contra la unidad del campo popular debilitándonos frente a quienes trabajan para dividirnos y vencernos. La consigna unidos y organizados debe asumirse no como un simple slogan sino como una  necesidad que debemos realizar entre todos los que jugamos nuestras fichas apoyando el proyecto nacional y popular en marcha”.
Desgraciadamente no nos equivocamos. Después de honduras y Paraguay le complicaron la existencia Venezuela, se llevaron puesto al Brasil,  Ecuador ya no es el mismo país luego de Rafaél Correa y aquí, finalmente no hallaron una sino varias figuras –Macri, Carrió, Vidal, Massa y alguna otra-  que supieron limarnos, debilitarnos y derrotarnos  cuatro veces seguidas en elecciones. Hoy el Peronismo está dividido, sin conducción y lamentablemente, hasta en las mismas bases, hay mayor predisposición para saltarle a la yugular a los propios en lugar de estrechar lazos y  orientar la acción política hacia la organización de una fuerza que contenga y represente genuinamente al campo popular. Actualmente, luego de su triunfo electoral de octubre, la severidad del macrismo se hace sentir con toda intensidad en lo político, lo económico y en el ámbito de la justicia mediante el hostigamiento impiadoso a principalísimas figuras del kirchnerismo. Cristina Fernández, después de su buena elección en la provincia de Buenos Aires, definió a la expresión política que sostuvo su candidatura – Unidad Ciudadana- como “la base de la construcción de la alternativa de este gobierno”. El tiempo dirá si esta iniciativa, por ahora de alcance provincial, tiene posibilidades de desarrollo por sí misma, o si pasa a ser una corriente interna del peronismo. En caso de optar por lo primero y correr con sus propios colores, dada la presencia de radicales representados por Leopoldo Moreau y de otras fracciones políticas como la orientada por Martín Sabatella, podría llegar a cumplir el rol que en su tiempo tuvo el Partido Intransigente bajo la conducción del legendario Oscar Alende. El Peronismo “químicamente puro” del Partido Justicialista que contiene a gobernadores, intendentes y sectores importantes del movimiento obrero, en busca del liderazgo soñado, parecería que tiene sus esperanzas en un reencuentro con el “massismo”, el “randazzismo” y otras parcialidades como el Movimiento Evita. Respetando todas las decisiones de quienes son parte del campo popular,  los símbolos del Peronismo, para muchos de nosotros, siguen siendo irreemplazables. Asimismo tenemos la seguridad de que trabajar por la unidad de todos los sectores populares en un Frente Nacional, es la mejor contribución que podemos hacer quienes persistimos en la lucha por una patria justa, libre y soberana.
   (*) Iniciativa Socialista