sábado, 2 de diciembre de 2017

De un peronista a dos radicales: Larraz y Bianculli

por Omar Dalponte

omardalponte@gmail.com
   
Distintos momentos en nuestra historia. Hubo tiempos en que dos grandes partidos, el Justicialista y la Unión Cívica Radical, hegemonizaron la escena política nacional. Existieron tiempos de muy relativa vigencia del orden constitucional en los que, aunque se pudiera ejercer parcialmente el derecho de votar, no había libertad plena por estar proscripto el peronismo. Y tiempos también de terribles dictaduras durante las cuales toda la civilidad democrática estuvo proscripta. Pero los dos grandes partidos, el Justicialista y el Radical, dispositivos políticos institucionales de dos tradicionales expresiones históricas, nunca dejaron de funcionar. En la superficie, en la semiclandestinidad o en la clandestinidad siempre hubo un activo que mantuvo la llama de la política. Fueron dos partidos políticos enfrentados desde siempre. Con posiciones irreconciliables. Ambos con liderazgos muy fuertes. Perón en el justicialismo. Balbín en el radicalismo. Pero el rechazo y la resistencia a las dictaduras suelen unir a los hombres de la democracia. Y fue así que un 19 de noviembre de 1972, dos días después del regreso del General de su exilio de 18 años, ambos dirigentes, Juan Perón y Ricardo Balbin, históricamente enfrentados, fundidos en un abrazo que dejó atrás viejos rencores, intentaron poner en marcha un proyecto nacional de unidad para que los dos movimientos populares mayoritarios, el peronismo y el radicalismo, construyeran un modelo estable de democracia.
En 1973 debido a lucha de nuestro pueblo, la dictadura militar de entonces presidida por el
general Alejandro Agustin Lanusse, fue derrotada, tuvo que permitir elecciones pero  mantuvo la proscripción de Perón. El 11 de marzo de aquel año ganó el peronismo representado por el Dr. Héctor J. Cámpora. Lamentablemente, por razones que aún hoy se están discutiendo, Cámpora, un leal peronista, renunció a la presidencia de la Nación apenas dos meses después de haber asumido. Como consecuencia de esta renuncia, en el mes septiembre de 1973, en nuevos comicios, se impuso el general Perón.
Pero esa primavera duró poco. El 1 de julio de 1974 falleció Juan Domingo Perón.  Tres días después, el 4 de julio, en su segunda visita a la capilla ardiente instalada en el Congreso de la Nación, el Dr. Ricardo Balbín pronunció un discurso memorable dejando una frase para la historia: “Este viejo adversario viene a despedir a un amigo”. El 9 de septiembre de 1981, pasados siete años de la muerte de Perón, falleció don Ricardo Balbín a los 77 años de edad.
El 24 de marzo de 1976, un golpe militar derrocó  al gobierno constitucional de Maria Estela Martinez, quien ejercía la presidencia de la Nación, vacante por el fallecimiento de Perón. A partir de ese día se instaló una feroz  dictadura que dejaría como saldo 30.000 muertos y desaparecidos. Balbín hubo de vivir sus últimos años sintiendo y compartiendo el dolor de la inmensa mayoría de los argentinos. Luego, con la reconquista de la democracia vendría el tiempo de otro liderazgo radical muy fuerte en la persona del Dr. Raúl Alfonsín, quien resultó electo presidente de los argentinos en las elecciones celebradas en 1983. Atrás quedaba la época del gran gesto democrático de dos figuras emblemáticas de la política nacional. También quedaron para siempre en nuestro recuerdo, las heridas sufridas durante los años demenciales de plomo y sangre. Asimismo los inmensos daños morales y materiales que la dictadura asesina causó a nuestro país.
En nuestro Lanús, independientemente de las disputas políticas que naturalmente se dan dentro del marco de convivencia democrática, más allá de conductas aviesas que enlodan la actividad política, siempre han existido, existen y existirán reservas morales. Y tanto en democracia como en la resistencia a las dictaduras aquí también supimos labrar amistades aún en medio de discrepancias y sosteniendo ideas distintas. Algunos, desde nuestro peronismo profundo, fuimos capaces de compartir, amigablemente, actividades políticas, sociales y culturales con muy honorables radicales. Es bueno recordar al Dr. Jorge Bianchi con quien juntos participamos en aquella jornada heroica conocida como “El Lanusazo” el 24 de noviembre de 1982.
De aquel radicalismo yrigoyenista en el que antes del peronismo militaron figuras como los grandes Homero Manzi y Arturo Jauretche, procedieron los muy nuestros lanusenses Nicanor “Cholo” Larraz y Juan Carlos Bianculli. Ambos nacidos cerca del inicio de la década de 1930. Los dos aprendieron sus primeras letras durante la década infame. Y abrazaron la política atraídos por  los principios radicales,  la  mística de viejas revoluciones, la simbología de las boinas blancas, de los duelos a sable en los galpones portuarios de las Catalinas Sur, las peleas parroquiales voto a voto y por el lema  “que se rompa pero que no se doble”, famosa frase escrita por Leandro N. Alem en su testamento político.
Tanto el Cholo como Juan Carlos fueron hombres honestos. Sencillos, de vida austera. Con Larraz compartimos largas charlas, café de por medio, en mañanas de “La Quintana”, donde uno lo encontraba rodeado de amigos. A Bianculli lo entrevisté infinidad de veces para notas periodísticas y en diferentes estudios de radio. Con ambos labramos una amistad respetuosa, cálida, enriquecedora. Aprendí mucho de ellos. A su actividad partidaria le agregaron siempre esa picardía tan particular de los barrios, de los mostradores políticos. Esa picardía que se adquiere pisando barro y asfalto. Se nos fueron los dos. En Lanús, la política con mayúsculas, el radicalismo y los amigos personales de ambos perdimos a dos hombres cabales. Desde mi peronismo profundo saludo a los dos amigos entrañables con profundo dolor por su partida.  Me quedan sus ocurrencias, sus dichos agudos, sus broncas, sus “sobradas” inofensivas que provocaban hilaridad. Pero sobre todo me queda el recuerdo de dos tipos buenos que siguen siendo  dos buenos ejemplos. De tanto en tanto, por ellos y otros afectos que ya no están, vuelvo a la magia de algún bar, donde esas mesas vacías “que nunca preguntan”, testigos mudas de los delirios y tragedias de “sabihondos y suicidas”, me traen aquellas voces amigas “que aún me guían”… y extraño tanto….
  (*) De Iniciativa Socialista