miércoles, 3 de enero de 2018

En el nombre del tío

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com


Hoy el club Lanús cumple 103 años, y la celebración es coincidente con el mejor momento institucional y deportivo de su vida, muy distinto al recorrido accidentado y repleto de sufrimientos que siempre debió sortear. En junio de 2014 el periodista Gonzalo Bonadeo publicó una nota titulada “Colón y la auténtica estafa moral”, en la que con el descenso del Sabalero como eje narrativo y la escasa honorabilidad que desde siempre rodea a nuestro fútbol como marco, el periodista de Perfil aborda también el polémico descenso de 1949, dirimido entre Huracán y Lanús, uno de los momentos más insólitos y significativos de la historia del fútbol argentino.
Bonadeo sostiene en la nota: “El de 1949 fue un torneo que tuvo como saldo histórico relevante un presunto arreglo para que, en la última fecha, Boca Juniors se salvara del descenso. La victoria 5 a 1 ante Lanús los liberó del problema pero, al haberle ganado Huracán a un Banfield que se preparaba para ser cuasi campeón dos años más tarde, se produjo un empate en el último puesto”. Bonadeo da por sentado el supuesto arreglo sin ofrecer prueba alguna, tal vez apoyado en la historia del club de
Lomas de Zamora, poco profusa en lealtades y honorabilidad, y mucho menos la de Tomás A. Ducó, presidente de Huracán y mandamás en la AFA, a quien apunta sin medias tintas: “La AFA ordenó el desempate a dos partidos en cancha neutral. Como ganó uno cada uno –no se consideró la diferencia de gol que hubiera salvado a Lanús que goleó en la revancha (¡¡¡¡¡jugada un 24 de diciembre!!!!!) después de perder 1 a 0 en la ida– se eligió el 8 de enero como fecha para el desempate. A dos minutos del final, y con el partido empatado en 3, el árbitro inglés Cross anuló un gol a Huracán a instancias de un juez de línea. Los jugadores del Globo se retiraron del campo en señal de protesta. Según el reglamento vigente, se les debería haber dado el partido por perdido” (…) “La AFA argumentó que había habido una confusión y que los jugadores se retiraron creyendo que el partido había terminado. Nadie aclaró que, aun retirándose de la cancha, los de Huracán tampoco salieron a jugar el suplementario de 30 minutos establecido para la ocasión”. Nada dice Bonadeo de que poco antes la AFA había decidido que los cinco grandes y el de Ducó, Huracán, tuvieran tres votos por equipo y totalizaran 18, dejando así en minoría a los representantes de los clubes chicos y el ascenso, que sumaban 17 votos.  Boca, Tigre, Huracán y Lanús pelearon el descenso hasta la última fecha, y los dos últimos debieron jugar una inédita definición por la permanencia. No podían permitir que Lanús se salvara.
Después de un triunfo por equipo en cancha neutral, el día 8 de enero de 1950, Huracán y Lanús jugaron en el Gasómetro el tercer partido de aquella increíble definición del 49 con el arbitraje de Mr. Bert Cross, quien como toda la primera camada de árbitros ingleses, intentó hacer cumplir el reglamento, algo que por entonces sorprendía a los dirigentes de los clubes más poderosos. Cross anuló un gol de Huracán a instancias de uno de los líneas, quien sostuvo su bandera en alto señalando una posición adelantada en la jugada previa. Tomás Adolfo Ducó bajó al campo de juego y retiró inmediatamente a su equipo con actitud amenazadora. Con empate parcial en 3, el árbitro inglés ordenó a Lanús reiniciar las acciones sin adversarios enfrente. En el despejado trayecto de la pelota rumbo al cuarto gol granate, el bueno de Mr. Cross debe haber reconsiderado la decisión y sus posibles consecuencias, y en un giro desesperado dio por terminado el partido antes de que la pelota finalice en la red. Había 60.000 personas en el estadio, pero en la cancha  nadie sabía qué hacer. Los altoparlantes anunciaban un alargue que la multitud esperó en vano durante casi una hora más, y luego se desconcentró sin incidentes, por entonces el plantel del Globo ya no estaba en el estadio de San Lorenzo. Indudablemente, hablamos de otro mundo.
El cuarto partido se disputó 38 días después, el 16 de febrero de 1950, en cancha de River. Dibuje, Bonadeo: “A 15 minutos del final, con victoria parcial de  Huracán por 3 a 2,  y después de muchos fallos polémicos en contra de Lanús, el árbitro Muller –también inglés– cobró otro discutido penal para el Globo. Pateó Gioffre. Desviado. Muller pidió repetir la falta por adelantamiento del arquero. Los hombres de Lanús, enfurecidos, se pararon sobre la línea de gol para evitar la ejecución”. Tanto dibujó Gonzalo que narra una ejecución desviada del mentado penal que nunca sucedió.
Una y otra vez imagino la escena: Al ver a los árbitros y a sus propios dirigentes -una conducción precaria que ese año sucedió a la intervención de 1947- totalmente desbordados por la situación ante otra multitud de 70.000 espectadores, los jugadores granates se interpusieron a la ejecución del penal, llevando a los escritorios una definición que tenía en vilo a toda la afición y exponiendo el accionar mafioso de la casa madre. Como era previsible, la AFA dictaminó el descenso de Lanús. Fue la primera de muchas injusticias más. El capitán de aquel equipo me lo contó hace algunos años con enorme tristeza. Es que pagó el costo de su participación en los sucesos; los árbitros lo persiguieron con sus fallos, algunos hinchas lo llamaron vendido, y prefirió terminar su carrera en el O’higgins de Chile. La nostalgia y el recuerdo de mis charlas con él me animan a seguir honrando su memoria. Pese a que le tocó jugar en tiempos de pobres ingresos para los futbolistas, defendió con valentía los colores de Lanús en el campo de juego, y luego con enorme humildad acompañó al equipo desde los tablones hasta su hora final. Se llamaba Salvador Calvente, y era hermano de mi papá.