lunes, 8 de octubre de 2018

A propósito de un cambio de nombre: Cabrero por Arias

por Omar Dalponte

omardalponte@gmail.com

Entiendo los fervores futbolísticos. Es más: siempre he disfrutado mucho este deporte como espectador y, aunque no haya sido para nada virtuoso, también practicándolo por largo tiempo.
Quiero entrañablemente al Club Atlético Lanús. Soy socio de nuestra querida institución hace más o menos 55 años. Por supuesto socio vitalicio desde mucho tiempo atrás. De pibe, cuando aún no estaba construido el estadio cerrado y se utilizaban las dos pistas para diversas actividades deportivas y sociales - la que daba a la calle Córdoba y la que se hallaba frente a la calle 9 de Julio- mI madre y yo, especialmente en los días de carnaval, acompañábamos a mis hermanas a los bailes: Aquellos “8 grandes bailes 8”. Allí las tres se pusieron de novias, se casaron con tres grandes tipos y formaron sus familias. Época de las grandes orquestas típicas: Troilo, Pugliese, Francisco Rotundo, D”arienzo, De Angelis, Florindo Sassone, José Basso, Di Sarli y tantas otras. Tiempo de orquestas de jazz como la de Héctor y su jazz, Santa Paula Serenaders, Varela-Varelita, Jazz Savoy. Se lucían con su pasodobles las orquestas características con su nave insignia: Feliciano Brunelli. Momento de grandes cantores como Edmundo Rivero, Alberto Morán,  Alberto Marino, Jorge Durán, Roberto Rufino, Alberto Podestá, Floreal Ruiz y muchos más en tango. De voces femeninas exquisitas  como Elba de Castro y Lona Warren en jazz. Altre volte dirían los abuelos. Vimos crecer a nuestro club. Cuando se vendió al Torino de Italia a José “Pepe” Florio, goleador de la década de 1950, en un millón y algo más de pesos (una verdadera fortuna por aquel entonces) fue posible construir el edificio central de nuestra sede. En este lugar, y en el Polideportivo, en los años que compramos el Título Patrimonial, crecieron mis hijos y
pasamos veranos inolvidables. Personajes como el recordado señor Montenegro, hombre morocho, de cabellos canos, de rectitud y dedicación inigualables; el entrañable Michela, dirigentes de calidad como Cárlos González, Néstor Díaz Pérez y Roberto Pignanelli aportaron inteligencia, amor y esfuerzos para que el granate  siguiera transitando los caminos abiertos por Rotili,  Volante, Bosso, presidentes de la entidad en horas difíciles.
Me enojé mucho cuando mediante una decisión desgraciada se contrató como director técnico del equipo de primera división al violador Héctor “Bambino” Veira. Consideré en aquella oportunidad que ese tipo tan despreciable, condenado por violar a una criatura de 12 años,  formara parte de la gran familia granate. Fui tal vez la única voz de protesta en aquellos días. A partir de ese episodio, por asco, dejé de  ir a ver los partidos con la frecuencia de antes. Regresé esporádicamente para acompañar a mi gran amigo, el Dr. Atilio Montaruli, pero nunca digerí que desde las tribunas se haya  aplaudido, alguna vez, a un ser abyecto como el tal Veira. Fervores futbolísticos que no compartí ni compartiré jamás.
Por supuesto que esas manchas negras en la vida de nuestro club no taparon más de cien años de buena historia. No olvidaré nunca los días en que bajo la dirección de nuestro gran artista plástico Ruben Casaretto se pintó el primer mural en una de las paredes exteriores a la entrada del Polideportivo. Se inauguró de ese modo el “Caminito Granate” donde plasmaron su arte distintos artistas lanusenses. El tiempo, y la ignorancia humana, eliminaron esas obras.
Tampoco dejaré en el olvido los gratísimos momentos en que desde la Cooperativa de Edificación y Consumo construimos el Colegio N° 1 “Luis Piedrabuena” siendo yo secretario de aquella institución y a la vez presidente de la Asociación Cooperadora. Entonces tuvimos la muy importante colaboración de un gran dirigente del club: Jorge Canosa, y del entonces diputado Dr. Alberto Aramouni, quienes ayudaron en los trámites sobre las tierras del ferrocarril que necesitábamos para el campo de deportes y en un serio conflicto ocurrido con una empresa constructora que se negaba a seguir la obra del colegio.
Personalmente, como dije al principio, siento un profundo cariño por el Club Atlético Lanús y un gran respeto por su historia y por la mayoría de sus dirigentes. Sin ninguna duda afirmo que don Ramón Cabrero es merecedor de todo nuestro reconocimiento y de todo nuestro agradecimiento por haber llevado a al equipo granate a lo más alto.
Pero, como hombre preocupado por la preservación del patrimonio histórico de nuestro Partido, me veo en la obligación de manifestar mi desacuerdo con el cambio de nombre a la calle General Arias, arteria que el Honorable Concejo Deliberante resolvió denominar, en adelante, Ramón Cabrero. 
Confieso que el general José Inocencio Arias no ha sido ni es santo de mi devoción. Pero sobre mis gustos y disgustos se impone el principio de no excluir de la nomenclatura a una figura de gran significación histórica, protagonista de episodios importantísimos ocurridos en esta zona, especialmente en Valentín Alsina, y en nuestra provincia de Buenos Aires.
José Inocencio Arias (1846-1912) fue un Militar y político argentino. Como teniente coronel dirigió las fuerzas que vencieron en "La Verde" a las fuerzas rebeldes del general Bartolomé Mitre. Se enfrentó al mando de las fuerzas bonaerenses al presidente Avellaneda, en los combates de Puente Alsina y Los Corrales (1880). Posteriormente se desempeñó como diputado nacional.
Fue vicegobernador de la provincia de Buenos Aires en el período 1894-1898 y elegido en 1910, gobernador de ésta. Falleció durante el desempeño de ese cargo.
La batalla de Puente Alsina dejó centenares de muertos. Ocurrió desde el 20 de junio de 1880 en adelante. Este hecho es de tratamiento obligado en las charlas sobre historia de Lanús y el nombre de Arias es de mención principalísima: En la batalla de “La Verde”, Arias, con sólo 900 efectivos, venció a las fuerzas de Bartolomé Mitre que contaba con 4.500 hombres. Apenas un par de ejemplos alcanzan para demostrar la importancia del personaje; muy relevante más allá de nuestras preferencias. 
Con todo cariño y respeto hacia don Ramón Cabrero, a quien admiramos como deportista y vecino, considero que la figura del general Arias no debe ser excluida de nuestra nomenclatura y que la decisión del HCD es un despropósito. Desplazar algunos nombres es quitarnos identidad.
Queden estas palabras mías como testimonio de un tiempo trágico en que las figuras de nuestros próceres se cambian en el papel moneda por figuras de animales. Se eliminan de los billetes de $50 las Islas Malvinas y se pone un pajarraco. Y en los de $20 se reemplaza al Brigadier Juan Manuel de Rosas por un guanaco.   
   (*) De Iniciativa Socialista