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jueves, 28 de marzo de 2013

Palmaditas


por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

“Lionel, quiero que sepas que este gol que no hiciste y esta pobre actuación que tuviste conforman apenas un día de tu vida en el que no brillaste, algo poco frecuente en vos, un día que pronto pasará al olvido con otra gran actuación como las de siempre. En cambio esta atajada mía y mi gran actuación, no olvides que soy el arquero suplente y que vengo de comerme cuatro de los cinco que nos metió Colombia, conforman la jornada estelar de mi opaca vida deportiva. Espero que compartas esta alegría conmigo y que le des brillo con tu ilustre figura, Lionel”. Después de ver varias repeticiones de la gran tapada del golero boliviano, la figura de la cancha en el encuentro Bolivia - Argentina por las eliminatorias mundialistas, saliendo victorioso de un mano a mano ante Lionel Messi, algo así como enfrentar un pelotón de fusilamiento ordenado por Aramburu y salir con vida, después de dimensionar la situación y pensar mucho, es lo que le habría dicho yo a Lionel Messi si fuese sido Sergio Galarza, a quien durante el relato de la jugada de su
vida Walter Nelson no nombra, y su comentarista se refiere a él como el golero boliviano. Seguramente Messi lo habría entendido y sin dudas una casaca del mejor jugador del mundo a esta hora estaría siendo contemplada por los hijos de Sergio Galarza, admirados y orgullosos de su padre. Sin embargo, Galarza dijo que le dijo “Te felicito por lo que estás haciendo a nivel internacional”, y Messi le respondió con una palmadita en la cintura, casi sin mirarlo, es lo que le dicen a cada momento. Fuera del área, Galarza no estuvo la altura de las circunstancias.
“¡Casi meto la pata con lo del nueve Uruguayo, que boludo!” dicen que le dijo Gustavo López, conductor del equipo periodístico de la radio La Red, líder en mediciones en el rubro
programa deportivo radial, al compañero que hizo todo por salvarlo del papelón que acababa de hacer al aire el oriundo de Lanús, un día de enero de 2013 durante el receso, cuando Independiente estaba en dramática búsqueda de un nueve que lo ayude a salir del infierno real, el de la pérdida de la categoría, un infierno que el Diablo jamás pensó en conocer. Esa mañana, después de forzar burdamente una discusión sobre las probables incorporaciones para el Rojo, López inició una insólita parábola bíblica para que el elegido sea el uruguayo del Liverpool, Carlos Núñez, 15 goles en 54 partidos, de rendimiento decreciente y breve y frustrante paso por Peñarol.
   Unos días antes López ya había entrevistado en su programa al presidente del Liverpool rioplatense, que no ocultó su desesperación por colocar al pibe como sea. Unos días después arrancó su programa imponiendo el tema de que Independiente necesitaba un nueve sí o sí, que la guita la tienen que poner, que si no se van a ir al descenso, desestimando la problemática economía del club de Avellaneda. Desestimó además, uno tras otro, las condiciones de todos los posibles aspirantes al puesto, para finalmente agregar que el jugador ideal era este muchacho Núñez, que él personalmente había viajado a Uruguay para verlo en acción, y gracias al compañero que le hizo la seña de que Núñez no estaba jugando, pudo corregir y decir que lamentablemente había ido en vano por que al final el muchacho no pudo jugar, para concluir su desesperado intento con una argumentación extraña para un periodista del nivel que su posición exige: “Independiente tiene que traer un nueve uruguayo, tiene que ser un uruguayo potente que la meta, viejo, un delantero con buen juego aéreo como este pibe” dijo acerca del joven atacante de 1,74 de estatura. Minutos después, al mismo compañero de la seña que lo salvó del bochorno total, le dijo “Te agradezco de corazón, espero que no se haya avivado nadie”, y el compañero, más añoso y con muchos ciclos radiales en el lomo, sabedor que Gustavo López acababa de poner fecha de defunción a su futuro profesional, le respondió con una sonrisa triste y un par de palmaditas en la espalda. Su amigo tuvo una chance para la que no estuvo a la altura.
    Alejandro Apo duda, no puede no dudar. Al menos debe sospechar que no debe estar haciendo bien su trabajo, Internet te permite saber al instante lo que piensan de ti tus detractores, y no son los cyberinsultos tan extendidos lo que preocupa, preocupan más las críticas respetuosas y fundamentadas. Apo fue el compañero de fórmula del mejor relator de todos los tiempos, Víctor Hugo Morales, nadie pudo igualar la calidad de su mensaje, sus metáforas que veces transforman un estadio en el Colón. Sin brillar, Alejandro Apo lo acompañó dignamente en los mejores momentos del fútbol argentino, y estaba a su lado cuando el uruguayo desde los hombros de Maradona se subió a la historia con el barrilete cósmico que el 10 construyó y Morales relató con imaginativo talento. A 27 años de aquel momento no puede no darse cuenta que el hincha de fútbol de hoy espera el inicio de las transmisiones rezando para que su montañesa figura no aparezca. Apo había logrado imponer un modelo de programa, el primero que le puso nostalgia, emoción y lágrimas a la historia de nuestro fútbol, con ese modelo además recorrió el país presentando un espectáculo sensiblero y barrial, un poco berreta, digamosló, pero bastante exitoso. No puede ser de otra manera, si nadie le dice que comentando fútbol su carrera se encamina al abismo, indudablemente Apo se está quedando sin amigos. Cuando Apo consulta si está haciendo bien su trabajo de comentarista de fútbol por TV, seguramente recibe sonrisas forzadas y algunas palmaditas en la espalda. 
El jesuita argentino Jorge Bergoglio fue ungido Papa para llevar un tardío mensaje de acercamiento de la Iglesia a sus fieles. Así lo indicaron sus primeras apariciones públicas, que incluyen la foto con la camiseta de San Lorenzo, de quien se reconoció más hincha que Viggo Mortensen. “Y que gane San Lorenzo”, dijo entre bendiciones, misas y homilías a pocas horas de su asunción. Unos días después circuló por la red la foto de un carnet en el que se consignaba que en 1955 Jorge Bergoglio se desempeñaba como pro secretario de Huracán, el empobrecido clásico rival de los Gauchos de Boedo. Pese a la prontamente demostrada falsedad del documento, la foto dio la vuelta al mundo sembrando un mensaje nocivo. ¿El Papa fue socio de Huracán y ahora dice ser de San Lorenzo? ¿Es que ya en nadie se puede creer? Eso se preguntaron millones de personas al conocer la especie.
   No obstante, Bergoglio sintió un escozor. Ahora sabe que como hombre de fama muy reciente, que alcanzó con estrépito al ser ungido Papa, está sometido al peligro de la red. Nadie sabe que foto suya que no recuerda puede aparecer y complicarle la vida. Hincado frente a su Dios, el nuevo Sumo Pontífice se confiesa y eleva la vista a su señor que lo mira desde la imponencia de la Santa Cruz. Bergoglio cree adivinar en la mirada del Supremo una respuesta: “Hijo, mis manos están clavadas a la Cruz, deberás arreglarte solo, pero te doy un consejo, no nos metamos con el fútbol argentino, eso no se arregla dando palmaditas...”