por Eduardo Moltedo*
Los disturbios se producían a la salida del baile de La Sala, con gente que venía de Caraza y Fiorito, algo no muy dificil de controlar. Así vivimos muchos años y todo policía que pasaba por el lugar, volvía ya que cosechaba amigos. Hoy por lo que escucho, leo en La Defensa y me comentan algunos viejos conocidos La Villa es tierra de nadie. Ayer al mediodía, estacioné mi auto cerca del Club Olimpo, a no más de 100 metros de la comisaría. Al bajar me increpa un jóven de unos 18 años, con otros dos que estaban con él, manifestandome que dejara el auto tranquilo que cuando volviera no tendría ningún “rayón” a cambio de unas monedas para los pibes. Despues de cerrar el auto y ante mi silencio, me dijo “no se preocupe”a lo que le respondí que el que tenía que preocuparse era él no yo. Cuando volví, seguían tirados en el suelo, y me exigieron unas monedas. Les respondí porqué no probaban con conseguir un trabajo y al arrancar me arrojaron un pan que golpeó en el techo. Paré abri la puerta, los “insulté” y me dije interiormente: El que se enoja pierde. Fuí a la comisaría, y volvimos al lugar. Se habían mudado unos ciencuenta metros a otra casa. Los identificaron y secuestraron una járra de vino y drogas. En ese momento salieron los de la sastrería de la esquina, los remiseros después, preguntando qué tenían. Mi respuesta fue: “Lo que ustedes saben: falopa.
Pienso que se dan dos situaciones. Que nadie se involucra y viven temerosos hasta que los violen en sus propias casas o el peor escenario, que sería que la Policía no les de “pelota” Cualquiera de los dos no conducen a nada bueno. Es la sociedad que nos está dejando la clase dirigente.
(*) Comisario inspector (RA)