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martes, 28 de junio de 2016

Entre lauchas y ratas... unidad, divino tesoro

por Omar Dalponte

omardalponte@gmail.com  
       
Trabajar por la unidad del espacio donde habita el peronismo y sus aliados con todas sus variantes, no ha sido, no es, ni será cosa sencilla. Mucho más difícil resultará encontrar comunes denominadores en un escenario en el cual arden llagas causadas por la derrota electoral del año pasado y en medio del daño producido por algunos delincuentes que, aprovechando  lugares  de importancia en el gobierno kirchnerista, robaron a mansalva. Pero hay que insistir en alcanzar esa unidad. Tozudamente, con todas las fuerzas que nos da nuestra honestidad personal y nuestra trayectoria al servicio de la causa del pueblo. Trayectoria que hemos recorrido dejando en el camino jirones de nuestra propia vida, sacrificando familia, a veces retazos de nuestra libertad, siempre las conveniencias personales. Hay que insistir en alcanzar la unidad del peronismo sumando, dentro de lo posible, a  todas la expresiones políticas y sociales aliadas; porque el enemigo es muy poderoso, muy inteligente y extremadamente feroz.  Divididos seremos débiles y esa debilidad permitirá que el
neoliberalismo haga de la Argentina una republiqueta de cuarta sometida al imperialismo, manejada por los gerentes locales.
Sabemos que la lucha no será fácil ni corta. Más aún porque dentro de nuestras filas existen muchas miserabilidades, producto de la deshonestidad y de la falta de convicciones de muchos a quienes les importa un comino la dignidad de la patria y la felicidad de nuestro pueblo. No debemos mirar para otro lado ni tapar la suciedad que tenemos adentro. Como lo manifestamos miles de veces, a lo largo de la historia del  Movimiento Peronista hemos sufrido el daño que desde adentro causaron no pocos sinvergüenzas. Desgraciadamente, en las magníficas gestiones llevadas a cabo por Néstor Kirchner primero y por Cristina Fernández después, se encaramaron, en todos los niveles, personajes despreciables que perjudicaron enormemente la acción de ambos gobiernos no sólo en el orden nacional sino también, y en grado superlativo, en las administraciones provinciales y municipales. Los Lázaro Báez,  José López  y  Ricardo Jaime son las caras visibles, y tal vez las más emblemáticas, de la corrupción. Pero seguramente los inmorales cuyas obscenidades salpicaron y afectan al conjunto de nuestro Movimiento no han sido pocos y su accionar, en las antípodas del comportamiento ético que debe primar en la política y fundamentalmente en la función pública, ha sido, sin dudas,  uno de los factores que contribuyó a que el peronismo sufra su peor derrota electoral. Lamentablemente, por sufrir esta derrota pierde el pueblo en su totalidad, e infinidad de conquistas logradas en años de progreso y de dignidad nacional quedarán sepultadas en la fosa común de  nuestras desgracias.   
El mal que hicieron tanto las lauchas roedoras que anidan en los basurales de la política, como las ratas con fuerza para tirar  millones de dólares por arriba de las paredes es enorme, y por ello imperdonable. Es absolutamente inadmisible que por culpa de un puñado de delincuentes, millones de honestos militantes estemos condenados a padecer el escarnio de  la prensa sucia, a que se destruyan nuestras obras, a que se mancille la honra de miles de compañeros y de compañeras. Los peronistas y nuestros aliados, con quienes de buena fe y muchísimo esfuerzo hemos compartido infinidad de sueños y convertido en realidad muchos de ellos, debemos ponernos de pie, unirnos desde las bases, organizarnos para dar pelea al enemigo que hoy encarna brutalmente el macrismo y exigir a quienes dicen ser dirigentes, pensar, actuar y comportarse como reclama esta hora en que los argentinos marchamos hacia el abismo.
No debemos tolerar que mientras nuestro país se precipita barranca abajo por la acción nefasta del neoliberalismo, quienes estén ocupando cargos y responsabilidades de cualquier tipo produzcan o se presten a maniobras divisionistas que, al final, conviertan al Movimiento Nacional en un archipiélago de la política donde en cada islote se discuta quien tiene el pene más largo o la vagina mejor depilada. Las personas honestas, la militancia sacrificada debemos poner las cosas en su lugar, si es necesario como decía Perón: Con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes.
  (*) De Iniciativa Socialista