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lunes, 24 de septiembre de 2018

Peronismo: Volver…sin la frente marchita

por Omar Dalponte

omardalponte@gmail.com

El peronismo, como expresión política,  ya no es el mismo de otros tiempos. Con altos y bajos, con avances y retrocesos, llegó al presente dividido en varios grupos dentro de los cuales sus integrantes dicen ser peronistas, hablan de unidad pero no producen hechos concretos para lograrla. El peronismo, sin abandonar nunca sus enfrentamientos internos, pudo subsistir a pesar de haber atravesado etapas durísimas de persecución, represión y muertes.  También, después de haber gobernado por años, sufriendo el desgaste que padece cualquier gestión que permanece mucho tiempo al frente de la conducción de un país. 
Detalles a tener en cuenta: Cuando actuó en función de gobierno pudo mostrarse más unido y homogéneo. Históricamente  ha ocurrido siempre lo mismo. Estando en el poder, sin que cesen las disputas internas, casi todos, aún a los codazos y a los empujones, igual permanecieron adentro encolumnados detrás de tal o cual liderazgo. Pasó con Perón, más o menos con Isabel Martinez, también con Menem y en el turno de Néstor Kirchner. Con algunas sumas y restas lo mismo ocurrió en los dos momentos de Cristina Fernández.
Fuera del poder y por lo tanto sintiéndose los rigores de la intemperie, a diferencia de los períodos de esplendor, la dispersión ha sido, invariablemente, un hecho inevitable. Veremos más adelante, en esta nota.
Cuando el peronismo fue desplazado por golpes militares y obligado a funcionar en la clandestinidad como en 1955 y 1976 el “esprit de corps” de las bases, de referentes intermedios y de algunos dirigentes de las primeras líneas, permitió reagrupar a la militancia
y  avanzar en acciones comunes hacia la recuperación del Estado constitucional de Derecho para, una vez alcanzado el objetivo, competir electoralmente e intentar volver a ser gobierno. Pasó después del 55 con el apoyo a Frondizi en 1958 y en 1962 con el triunfo (anulado) de Framini a la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Lo mismo en 1973 luego del período dictatorial de Onganía- Levingston – Lanusse,  con el triunfo de Cámpora y la contundente victoria de Perón en septiembre de ese mismo año.
Recuperado el Estado de Derecho, después del traspié electoral en 1983 frente a Alfonsín,  llegó el triunfo de Antonio Cafiero en la provincia de Buenos Aires que posibilitó la unidad, elecciones internas, el acceso de Menem a la presidencia de la Nación y su liderazgo sobre gran parte del peronismo. Las turbulencias intestinas no desaparecieron, pero una importante porción peronista permaneció contenida en las estructuras del Movimiento.
La finalización del menemismo dio lugar a la diáspora a tal punto que, después del gobierno radical de De la Rúa, en las elecciones de 2003 hubo tres candidatos del peronismo. Cárlos Menem, Adolfo Rodriguez Saá y Néstor Kirchner. Con la llegada de Néstor y un nuevo tiempo político de recuperación de la autoridad presidencial, de la dignidad nacional y de la revalorización del peronismo, concluyó la centrifugación, se facilitó el fortalecimiento del PJ  (Kirchner fue su presidente por un tiempo) y se recobró mucho de la mística peronista con el arribo y aporte de valiosas voluntades juveniles. Entre 2003 y 2009 no hubo grandes sangrías en el Movimiento. A partir de aquel año se incrementaron las diferencias internas y se agudizaron en 2013 cuando se fundó el Frente Renovador cuya jefatura ejerce hasta hoy Sergio Massa. Con la derrota electoral sufrida en 2015 frente al macrismo, la pérdida del gobierno nacional y de varias gobernaciones, como dijimos en la parte inicial de esta entrega, la estampida era de esperar.
Sería ocioso detallar y comentar que piensan y que desean los habitantes de cada una de las carpas asentadas en las islas del peronismo. Mejor dedicarle un poco de atención a los grandes agrupamientos en que hoy está disperso su activo principal y a insistir en el llamamiento a la unidad de todos. Por ahí esto significa un esfuerzo inútil, pero siempre hay vida después de las trifulcas políticas. Partamos de lo que el autor de estas líneas entiende como debe concebirse el Peronismo. El Peronismo debe comprenderse como un movimiento de masas patriótico, popular, eminentemente nacionalista, organizado para la lucha por la definitiva liberación nacional y social de la Patria, con un liderazgo sólido (hoy ausente) y una dirección estratégica (hoy inexistente) capaz de conducir a la totalidad de sus integrantes. Para las reglas de juego político vigentes en el Estado constitucional  de Derecho el Movimiento debe contar con un dispositivo electoral fuerte, coherente y activo. Este rol tradicionalmente lo desempeñó el Partido Justicialista que ahora, debido a la dispersión y la carencia de liderazgos tiene, además de la tarea electoral,  la responsabilidad de sumar todo lo posible para la construcción de un frente con posibilidades de triunfar en 2019.
Somos conscientes que de mantenerse la situación actual de fragmentación la posibilidad de la unidad del peronismo está bastante lejana. Pero hay que persistir y no morir en el intento.
En el movimiento obrero organizado, cosa que no es original, hay diferencias no menores. El lanzamiento del Frente Sindical para el Modelo Nacional (FSMN) es un hecho político muy positivo. Pero la aparición de esta importante corriente no significa habilitar la descalificación ni los insultos hacia la conducción de la CGT, ni desconocer a las 62 Organizaciones, ni estimular la división de los trabajadores.
La instalación progresiva del denominado Peronismo Federal en el escenario nacional no debe cerrar los caminos hacia acuerdos que permitan adversar al neoliberalismo amarillo plantando una fuerza electoral importante.  
La realidad que significa Unidad Ciudadana no debe entenderse como la existencia de una parcialidad enemiga irreconciliable del Partido Justicialista.
Claro que muchos sujetos,  grupúsculos malintencionados y los tirifilos que piensan con una mentalidad de estudiantina, enfermos de infantilismo izquierdista, aportan lo suyo para descalificar en bloque  a la dirigencia peronista y hacen todo lo posible para ahondar las discrepancias internas. Inclusive no faltan quienes sin cansarse de andar de un lado para otro, revisando la mesa de saldos de la política menuda, se permiten opinar respecto a quien es o no es peronista. Es cierto que un sólo un par de mosquitos no molestan demasiado. Pero si justo esos pocos transmiten el dengue…
Hay que evitar por todos los medios que le ocurra al peronismo lo que al radicalismo en 1956/57 cuando, por ambiciones desmedidas y angurria sin límites, quedó partido en dos mitades y  nunca pudo recuperarse totalmente. Terminó siendo lo que es: sirviente del conservadurismo  
No está el peronismo en la mejor de las situaciones, no es el mismo de las grandes epopeyas y carece de líderes que posean condiciones de conductor de multitudes. Pero es bueno recordar que pasó por circunstancias peores, que es dueño de una magnífica historia y nunca se debe descartar que desde la masa pueda surgir quien sea capaz de reverdecer viejas glorias. Nadie puede asegurar fracasos hasta que ellos hayan acontecido. Perseverar en la búsqueda de unidad con todos para oponer al neoliberalismo es sinónimo de patriotismo. Sin dudas.
  (*) De Iniciativa Socialista