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martes, 19 de febrero de 2019

El reino del revés

por Marcelo Calvente


marcelocalvente@gmail.com

No había final más cantado que el de Boca - Lanús, sobre todo si como sucedió, el partido resultaba ser de trámite intenso y muy parejo. En la mirada previa, bien podía ser que Boca arrasara con Lanús, todo puede pasar en el fútbol, aunque a decir verdad hace mucho que Boca no arrasa con nadie. Venía de empatar en Córdoba ante un Belgrano con la soga al cuello, y antes le había ganado a lo que queda del mejor Godoy Cruz, el subcampeón que sin su conductor, Diego Dabove, hace muchos partidos que está a la deriva. Las actuaciones del equipo de Alfaro no convencen, una cosa es que el público de Boca celebre el huevo, huevo, otra muy distinta que acepte que el equipo no sea ofensivo, que los jugadores de alta cotización que conforman su plantel no rindan ni en lo individual ni en lo colectivo, y que se les escape un campeonato como los que viene perdiendo ante River, o como ésta Superliga, que aún podría llegar a ganar. Es claro que Boca no podía perder con Lanús sin que la estructura del submundo de Angelici se agriete severamente. La presencia de barras bravas en la zona de platea, intimidando descaradamente y a la vista de todas las cámaras a los plateístas que  insultan al presidente, sin dudas lo demuestra.
   “Me dijeron que en el Reino del Revés, nadie baila con los pies, que un ladrón es vigilante y otro es juez, y que dos y dos son tres”
   Lanús ya dejó de ser un equipo chico en lo deportivo, sobre todo porque está en vigencia el prestigio obtenido durante el ciclo Almirón, y bien lo representa en el terreno de juego su dupla atacante, Acosta y Sand, la pesadilla de quienes deben salir a marcarlos. El resto del equipo está detrás, la estructura a conformar debe ser el sostén ideal para que esa dupla magnífica dé sus frutos. La transición posterior a la final de la Libertadores no fue sencilla. El público de Lanús también cambió en estos años felices, su exigencia poco tiene que ver con la del hincha del tiempo del blanco y negro, aquel que celebraba con igual intensidad
ascensos y permanencias, aquel que ni por casualidad soñaba con un título de Primera. El equipo de Zubeldía se recompuso del fracaso de Carboni. El dinero obtenido por las ventas de futbolistas que se han cotizado en su paso por el club, como Monetti, Braghieri, Marcone y Silva, tanto como la venta de Andrada, formado en la cantera, fueron ingresos muy importantes que permitieron sobrellevar la transición y volver a poner a la institución en el camino de la previsibilidad y el presupuesto futuro a cubierto, circulo que cierra en lo deportivo si es que funciona el sistema de formación de jóvenes promesas, como Carrasco, Tahler, Belmonte, Lodico, Marcelino y el distinto, el pibe De la Vega, y los que vienen detrás. Zubeldía bien lo sabe. Con cuatro victorias al hilo como antecedente, con un solo gol en contra recibido, Lanús era un rival muy peligroso para el presidente de Boca, podía ganarle en la Bombonera y poner su mandato al rojo vivo. Y por eso fue designado Loustau para arbitrar el partido.
  Patricio Loustau tiene 43 años, es el árbitro mejor ranqueado del país, con experiencia internacional, estaba cantado para ser el juez del Mundial de 2018, pero fue desplazado a último momento por Néstor Pitana, que luego sería considerado el mejor árbitro de la Copa del Mundo. La FIFA anunció oficialmente que Pitana iba al Mundial el 29 de marzo de ese año. ¿Qué había pasado? ¿Por qué no iba Loustau? Para entender, hay que seguir yendo para atrás en el tiempo, a los primeros días de marzo de 2018, cuando tras largas deliberaciones, con mucha difusión y mucha pompa, los presidentes de AFA, de River y de Boca se reunieron para las cámaras con Patricio Loustau, el árbitro que lograron consensuar para que dirija la final de la Supercopa Argentina a jugarse en Mendoza el 14 de ese mes. Aquel choque entre Boca y River jugado en Mendoza fue el evento deportivo más destacado del año, sin contar la insólita definición de la Libertadores que llegaría meses después, en diciembre último, y que pone en dudas la continuidad del hombre del presidente en la presidencia de Boca, quien a su vez maneja a su antojo la Asociación del Fútbol Argentino.  
“Me dijeron que en el Reino del Revés, un señor llamado Andrés tiene 1.530 chimpancés que si mirás no los ves”
   En marzo pasado, en una final que ninguno de los dos podía perder, River y Boca llegaban en su mejor momento. Boca arrancó mejor. Pero a los 17’, Cardona comete un penal infantil -pero indiscutible- contra Nacho Fernández, que el Pity Martínez cambió por gol. Boca se fue desdibujando. El segundo tiempo se jugó de arco a arco, el equipo de Guillermo Barros Schelotto tuvo el empate varias veces y Armani fue la gran figura. Y River lo liquidó con una contra tremenda del Pity y el toque de Scocco. El árbitro Loustau, en un partido tan trascendental, tuvo una actuación muy destacada. En la platea oficial, el Chiqui Tapia y Daniel Angelici, intentando mostrar que el cambio había llegado al fútbol, tuvieron que felicitar al odiado adversario, Rodolfo D’Onofrio, fingiendo hidalguía ante las cámaras de TV, sabiendo que estas derrotas se pagan. Todavía faltaba mucho para la alocada definición de la Copa Libertadores, y todo lo que pasó antes, durante y después, no hizo más que complicar la gestión de Angelici.
    Desde aquella final ganada por River un lejano 14 de marzo del 2018, el mundo de Loustau se fue derrumbando. No fue al Mundial, no tuvo muchos partidos internacionales, y no volvió a dirigir a Boca hasta casi un año después, el domingo pasado contra Lanús, con el presidente de Boca siendo insultado por los socios del club, con barras bravas amenazando plateístas y con Loustau sabiendo perfectamente quien debía ganar, si es que quiere todavía tener chances de alcanzar sus metas profesionales. No importaba si dirigía bien o mal, su consigna era que en la irritada Bombonera, como sea, Boca le gane a Lanús.  Ya vimos lo que pasó. No tuvo que esforzarse demasiado. Con la ayuda de sus líneas tuvo un partido tranquilo. Le alcanzó con lo de siempre, repartir sanciones para inclinar el campo hacia el arco visitante, hacerse el que no vio el planchazo de Pavón que en el arranque del partido dejó un surco sangriento en el cuello de Belmonte, ni el codazo criminal de Más a Di Plácido que debió haber dejado a Boca con 10 jugadores a los 23 minutos de juego, agresión que la transmisión de la TV ignoró, y la posición adelantada, mínima pero cierta, en el segundo gol del local. Y listo el pollo.
“Vamos a ver como es el Reino del Revés”
Lanús lo pudo empatar y hasta ganar, si la suerte hubiese repartido las cartas de otra manera. Si Boca no encontraba el rebote afortunado que inmediatamente después del empate del Pepe Sand le valió el segundo gol; si luego de la extraordinaria corrida en diagonal, de derecha al centro de Lautaro Acosta promediando el segundo tiempo, el Pepe lograba  dominar la pelota, encarar y vencer a un Andrada que se notó dubitativo; si el pibe Martínez en la jugada de cierre, en vez de buscar el primer palo la tiraba un metro atrás para la entrada de Ribas. No pudo ser. En un partido muy parejo Lanús no ligó, y Loustau zafó pagando poco y nada. A 24 horas del final del encuentro ya nadie se acuerda él, y si sigue así, si es capaz de sortear todos los obstáculos y no contrariar la mira de Angelici, tal vez tenga su recompensa deportiva cuando llegue el momento de designar el árbitro argentino que viajará al Mundial 2022. Será muy interesante observar su accionar venidero.
“Vamos a ver como es el Reino del Revés”
   Llama la atención que el dato clave de ésta historia, que seguramente no se le puede haber escapado ni al entrenador ni a la conducción del club Lanús, no haya sido divulgado por los Granates de mayor presencia mediática con anterioridad al partido. Para el club, Loustau es el árbitro más confiable del país, aunque es más que evidente el peso que cargaba sobre sus hombros al poner en marcha las acciones. La larga mano del poder que encarna el cambio de rumbo con la creación de la Superliga no tiene límites, y tal vez convenga evitar enfrentamientos. Con el resultado puesto, culparlo a Patricio Loustau es la más fácil.