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domingo, 17 de noviembre de 2019

La prueba de amor

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

  A la hora de la siesta, en el terreno poco apto de un estadio que casi no se usa y con el marco del calor insoportable del noroeste argentino en noviembre, Lanús cayó ante Central Córdoba de Santiago del Estero por 1 a 0 y perdió la oportunidad de disputar la final de la Copa Argentina 2019, acumulando dos derrotas -a cual más dolorosa- en una semana, dejando un sabor amargo en los muchos hinchas granates que un jueves laborable dejaron todo de lado para estar presentes en La Rioja, y en los miles de esperanzados que lo siguieron por TV seguros de una victoria que no pudo ser debido a factores externos al juego pero no a la organización de los torneos, tanto de AFA como de la Superliga. Las condiciones elegidas para disputar la semifinal, más que igualar las chances de ambos, le servía en bandeja el partido a los santiagueños, que holgadamente habían demostrado una virtud: muerden en todo la cancha, ponen la pierna fuerte y corren todo el partido, el terreno de juego es para ellos un campo de batalla. El calor los afectó a los dos por igual, pero el estado del campo facilitó la tarea defensiva e hizo impracticable el juego de ataque, el pase de precisión y la combinación en espacios reducidos, las armas con que Lanús se transformó en líder.
    Para poder sostener ésta superioridad que se sugiere hay que hablar en primer término de sistemas de juego. Los dos van con cuatro en el fondo, aunque el aporte ofensivo de los laterales de Lanús, Di Placido y Pasquini, es mucho más determinante que lo que entregan Christian Díaz y Bay, dos muy buenos marcadores de Central Córdoba. Aquella vez que se enfrentaron en Lanús, al local le faltó Marcelino y su lugar fue ocupado por Belmonte. El equipo de Zubeldía peleó duro en el medio, y abrió el marcador a los 28’con el toque de espaldas de Sand para Auzqui. Antes y después, las llegadas con peligro fueron de los
visitantes y Herrera, su principal delantero, fue la figura. En la fecha siguiente, en Avellaneda y frente a Independiente, Marcelino regresó y el planteo ofensivo de Lanús volvió a ser con cinco atacantes: Quignón delante de la línea de cuatro; de derecha a izquierda Auzqui, Vera, Marcelino y Lautaro Acosta, y José Sand culminando el rombo. Lanús juega a quebrar al rival, no es su estrategia entregar el dominio de balón y bajar a esperar en campo propio, y tampoco lo es ir a ejercer presión sobre la salida. La zona de comodidad de Lanús es el medio campo, porque desde allí recupera y saca las combinaciones en velocidad para llegar en tres o cuatro toques al área rival. Jugando así llegó a la punta de la Superliga.
    Pese a que los resultados iniciales no auguraban nada bueno –empate de local ante un muy pobre Gimnasia, y derrota aplastante de visitante a manos de River en la segunda fecha, el equipo de Zubeldía empezó a funcionar. Solo empató con Independiente, Patronato y Central, a los demás le ganó a todos. Pero la Copa Argentina es un título oficial que reparte dinero extra, y Lanús clasificó a semifinal sin demasiados contratiempos: Arrancó venciendo a Huracán Las Heras e Independiente Rivadavia, los dos de Mendoza, y el primer rival de fuste fue Argentinos, al que derrotó en cancha de Arsenal por un contundente 4 a 1. Luego fue el turno de Independiente en Rosario, y otra victoria indiscutible para acceder a la semifinal de Copa Argentina más accesible de todas las que tuvo hasta hoy.
     Por la Superliga, tres muy buenas victorias al hilo: Talleres en Córdoba, Boca de Local y Huracán. Cinco días después de la victoria en Parque Patricios llegó Banfield. Era la fecha 13, y Lanús era uno de los punteros con 25 unidades en 13 partidos disputados -7 victorias, 4 empates y apenas 2 derrotas- en tanto su acérrimo adversario llegaba muy castigado, a centésimas de la línea roja de los tres que se van al descenso, con 2 victorias, 4 empates y 6 derrotas a cuestas. Fiesta en estadio, una multitud  vestida de granate en las tribunas, con el terreno en perfecto estado y sin público visitante, el panorama era tan favorable que daba que pensar.  Los clásicos son la celebración del fútbol, pero no siempre el choque con el rival tiene la importancia de una semifinal de Copa Argentina que entrega un lugar en la Libertadores y te deja a un paso de una nueva estrella. Y como si estas razones no fueran suficientes, paga dinero extra que invariablemente va a parar a los bolsillos de los players. El clásico lo queremos ganar todos, dirigentes, cuerpo técnico, jugadores e hinchas pero cinco días después había que jugar la semifinal en La Rioja. Por más hincha que seas, no hay dudas acerca de cuál de los dos partidos era el más importante.
     Nadie puede poner en tela de juicio que Lanús salió a vencer a Banfield, pero está claro que no fue el mismo que venía siendo. Que los intentos ofensivos tenían una cierta liviandad que algunos hinchas creyeron ver, esa forma de jugar que por los tiempos de los tiempos supieron mostrar todos los equipos al tener que afrontar un compromiso poco antes de otro partido más importante. Lanús no mereció perder con Banfield, pero desde el comienzo de las acciones quedó bien claro que las cosas no iban a ser sencillas y no lo fueron. Banfield ganó con bastante fortuna pero Lanús dejó una imagen desteñida, que bien pudo cambiar ante Central Córdoba, si no fuera que el partido se disputó en un terreno no apto para jugar al fútbol, en condiciones climáticas menos aptas aún. Tan adversas, que lo más importante era no recibir un gol, porque tener que remontar el resultado en esa cancha y con esa temperatura iba a resultar una odisea. Y así fue. Un zapatazo no menos maldito que aquel William Ferreira del Bolívar que se le coló en el ángulo izquierdo a Agustín Marchesín por la Libertadores 2014. Esta vez fue el volante central del Ferroviario, el santiagueño Cristian Vega, su remate fue igual de letal, e igual de estéril que aquel de Marchesín resultó el vuelo de Agustín Rossi.
   Siempre decimos que el fútbol de hoy en día es rachero. Tanto victorias como derrotas, no se sostienen mucho en el tiempo. Después de estas dos caídas se puede seguir confiando en que se trató de pasos en falso, que Lanús sigue siendo puntero y que todavía está a tiro de pelear la Superliga. Y también sería entendible que estas dos derrotas que no esperabas te quiten la fe y prefieras dejar de alentar, total, para qué tanto sufrimiento. Depende de cada uno, de qué clase de hincha es, y de cuál es el compromiso afectivo que se tiene con los colores ante la adversidad inesperada.