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viernes, 26 de junio de 2020

Gardel, un zorzal, un gato y mis nostalgias

por Omar Dalponte*

omardalponte@gmail.com

Hace 85 años, en el momento mas elevado de su carrera artística, en un accidente de aviación murió, a los 45 años de edad, el más grande de nuestros cantores: Carlos Romualdo Gardel. Corría el año 1935. En la Argentina se padecían los sufrimientos de la llamada década infame. Pero por aquella época nuestros nacionales, con Darío Alessandro, Homero Manzi, Arturo Jauretche y otros grandes resistieron. Nacía Fuerza de Orientación Radical para la Joven Argentina (FORJA) 
Después llegaría el peronismo y con él, años de felicidad. Mas tarde caerían sobre nosotros las desgracias de los   golpes de estado, dictaduras, radicales traidores a la patria, otras dictaduras y otros radicales fracasados. También nos asaltaron traidores al peronismo camuflados con poncho y patillas. Más tarde, nuevamente peronistas de verdad. Le siguieron conservadores amarillos vomitivos y finalmente, otra vez, peronismo que, de arranque nomás, tiene que lidiar con gorilas, gorilitas, contreras, cagatintas, otras yerbas y una peste que nos tiene contra las cuerdas.
     Y aquí estamos. Guardados, mirando pasar la vida detrás de una ventana. Por suerte teniendo a la vista algunas plantas cuyo verde, resistiendo los embates de este fin de otoño y principios de invierno de un 2020 con más incertidumbres que certezas, aguantar para no sufrir la verguenza del color amarillo.
De cuando en cuando me visita un gato atigrado, medio anaranjado, que camina sobre el filo de la pared buscando no sé qué cosa y que, al final, si hay un poco de sol se tira de atorro en una maceta más o menos generosa.
Me parece que el felino anda escaso de hembra porque, por lo menos desde aquí, no se ve
ninguna gata con ganas de compartir soledades.
   La vamos llevando. Cuando escribo  esta monserga es 24 de junio y una amiga me recuerda que dicen que es el día del cantor. Y... sí... es el día que el cantor inigualable se estroló en un avión allá lejos: en Medellin. Miro al gato. Tiene un buen andar el turrito. Felino. Agil. Vital. Y pienso mi Lanús. En sus mañanas, sus atardeceres y sus noches. Y escucho, desde el encierro, el bochinche de la ciudad. Se me hace que con parecida nostalgia a la del Zorzal cuando con su voz de ángel reo llevó a lo mas alto del canto a su Buenos Aires querido que, también, siento en el corazón y en las entrañas como mi Buenos Aires querido con sus bares, esos de "las mesas que nunca preguntan". Todo pasa. Y ya pasará la peste y su verdugueo trapero. Hay que pelearla. Porque a los argentos, por mas que quieran bajarnos el precio, con el cabo del rebenque tenemos de sobra para salir airosos de cualquier entrevero. Salute. Con el corazón mirando al Sur.