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lunes, 30 de noviembre de 2020

Inmortal

por Marcelo Calvente



marcelocalvente@gmail.com
 

Nadie que lo haya visto en sus últimas apariciones públicas, nadie que esté enterado de su operación de urgencia en la cabeza y su corta internación posterior, nadie que haya percibido el silencio que reinó en torno a su figura en las últimas horas puede estar sorprendido por la noticia del deceso de Diego Maradona, que se fue de este mundo en algún momento aún no determinado de la mañana del 25 de noviembre de 2020. El más extraordinario futbolista de la historia no se despertó, y su sueño eterno cubrió el planeta con un manto de tristeza infinita. Las primeras investigaciones acerca de la causa de su deceso son inciertas, aunque hay más de un indicio que en los últimos meses había perdido las ganas de vivir, de luchar por su salud y de someterse a tratamientos e internaciones que ya no soportaba. Al parecer, sus familiares más cercanos han comprendido que era su voluntad, y por eso se explica la corta internación y su estadía final en una casa quinta del Tigre con una insuficiente asistencia sanitaria. Cansado de su destino estelar, extrañando su tiempo de gloria, es entendible que su existencia haya perdido sentido para él, que al fin y al cabo fue feliz siempre que tuvo una pelota a mano. Como todos los mortales, se fue sin tener idea de la repercusión mundial que tuvo su partida, aunque seguramente sospechando que no sería una noticia más. Es muy probable que en sus últimas horas haya imaginado sus exequias, incluso puede haberse ilusionado con un luto y un funeral de varios días, como el de Gardel, Evita o Néstor Kirchner, con el pueblo apenado, pasando junto a su féretro. Lo que seguramente no pudo imaginar es que ese deseo sería truncado al cabo de algunas pocas horas, que miles de humildes dolientes no podrían llegar a su lado para darle su último adiós, y que por el contrario, el emotivo evento terminaría abruptamente y muchos de sus fieles -hombres, mujeres y niños de los sectores populares en su mayoría- serían dispersados a balazo limpio.
   De a poco pasará la tristeza y Diego empezará a instalarse en el bronce, el pedestal donde siguen viviendo los protagonistas más destacados de la historia. Nadie jugó al fútbol como él, difícilmente alguien pueda igualarlo. El último tramo de su carrera fue un sufrimiento, aunque pudo darse algunos gustos, como su partido de despedida en La Bombonera, y haber podido recuperar su mejor figura y romper el rating con su programa “La Noche del 10”. Con su último aliento se terminaron todas sus penas. Ahora sólo queda su obra, el recuerdo de sus jugadas y sus goles inmortales, y el tiempo irá perdonando sus errores, sus miserias, sus tragedias y sus pesares. Sus propios detractores, que fueron muchos, ahora que él ya no está, disfrutarán sin odios ni rencores de su magia y sus proezas. Y su hora más gloriosa, la tarde del 22 de junio de 1986, cuando el mundo lo vio en su real dimensión, como un David tercermundista de pantalón cortito, derribando las murallas del viejo imperio con dos goles inolvidables. Campeón admirado,  fue despedido por su gente en el marco de un despropósito organizativo que culminó con la policía reprimiendo a los dolientes que no llegaron a tiempo para el último adiós, aunque sí para recibir las primeras ráfagas de balas de goma.
  Diego Armando Maradona había nacido un 30 de junio de 1960 en el Hospital Evita de Lanús, que había sido inaugurado en 1952 en el marco del plan sanitario ideado por el entonces Ministro de Salud del gobierno de Juan Domingo Perón, Dr. Ramón Carrillo, motor fundamental de los Torneos Evita, gracias a los cuales miles de niños y jóvenes deportistas recibieron sus primeras revisión médica, radiografías y libreta sanitaria. Fue en esas competencias donde el pibe de Villa Fiorito se destacó, sorprendiendo a todos con sus innatas cualidades futbolísticas.
   Cuando el club Lanús se arrimó a su primera consagración en el fútbol grande de Argentina, un Diego ya retirado pero en un muy buen momento personal, expresó sin rodeos su amor y su pertenencia. Ya había sido designado algunos años antes Ciudadano Ilustre del distrito por el intendente Manuel Quindimil. Y a horas de la definición del Apertura 2007 Diego jugó para Lanús respondiendo al insulto del rencoroso Pipo Gorosito, y después aconsejando a Boca acerca de cuál era su competencia más conveniente, despejando el camino a la primera consagración nacional del club de sus pagos, que finalmente dio la vuelta olímpica en La Bombonera un inolvidable 2 de diciembre de 2007.
   Durante el receso de invierno de 2008, por iniciativa conjunta del entonces intendente, Darío Díaz Pérez, y del vicepresidente del club Lanús, Nicolás Russo, se organizó un partido amistoso a beneficio de Talleres de Remedios de Escalada, el antiguo adversario del Granate, que estaba atravesando una complicada situación económica y necesitaba hacer frente a un pedido de quiebra. Como máxima atracción, la presencia de Diego Maradona, que feliz de la vida y con la mejor predisposición se hizo presente en La Fortaleza luciendo una renovada figura a los 47 años, volviendo a demostrar su amor por el club insigne de la ciudad donde el astro había nacido. Aquella inolvidable noche en la que Maradona jugó para Lanús tuvo una muy buena respuesta de público, más de 10.000 personas que permitieron lograr el objetivo solidario de levantar la quiebra del club vecino, el local venció 3 a 1 con goles de Sand, Blanco y el propio Diego de penal, mientras que el descuento para Talleres lo marcó el Tanque Germán Denis, uno de los invitados al evento, futbolista formado en el club de Remedios de Escalada.
    Mal que nos pese, aunque ya no lo volveremos a ver, Diego está empezando a vivir su nueva vida en otra dimensión, y ahí sí será inmortal y no tendrá pesares. Sin debilidades, sin malas compañías, sin rabietas por tener que soportar el acoso de sus admiradores y no tener la posibilidad de vivir una vida normal, sus mejores jugadas seguirán sorprendiendo desde las pantallas a los millones de aficionados futuros que no tuvieron la suerte de verlo jugar, festejar sus goles y emocionarse con sus hazañas.