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miércoles, 25 de agosto de 2021

Memorias granates: Una foto con historia


por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

La imagen es netamente futbolera. El escenario es humilde: un viejo estadio que parece ser del ascenso, salvo por un detalle no menor: el marco es espectacular y multitudinario. La fotografía, en blanco y negro, se delata indudablemente ochentosa. Hay un futbolista ya sin su casaca que está gritando un gol colgado de un alambrado que lo separa de tres hinchas cuyos rostros, por más cercanos, se distinguen claramente de la tribuna repleta que completa la escena. No conozco a ninguno de esos tres hinchas, aunque sí a gran parte de los que desbordan la cabecera de madera a punto de explotar. Yo mismo soy uno de ellos, estaba a


la izquierda de la imagen, junto a dos amigos porteños que esa tarde me acompañaron, dos jóvenes directores de cine. Eran sapos de otro pozo, asistieron interesados buscando la poesía del ascenso y se horrorizaron al llegar, al ver heridos que habían caído de la tribuna visitante, en tanto los policías de la provincia parados en la puerta de acceso, con los ojos desorbitados y espuma en la boca, repartir palazos contra los hombres mujeres y niños de todas las edades que se acercaban entrada en mano, con el sano propósito de asistir a un partido decisorio, en tanto los propios perros policiales, más serenos, trataban de calmar a los agentes.

 

  Quilmes y Lanús, dos viejos fundadores del profesionalismo, buscaban ganar el reducido por el segundo ascenso del torneo Nacional B de 1989/90 y retornar a la máxima categoría. Quilmes tenía más equipo, pero nosotros teníamos más historia. Ellos  habían ganado un título de Primera en 1978, pero Lanús, desde 1931 hasta 1970, sólo había descendido dos veces –en 1949 y 1961- y apenas 4 de esos 40 años los había jugado en la B. Lanús había ganado el partido de ida en Arias y Guidi por 2 a 1, dos goles de Mainardi, el segundo a cuatro minutos del final. La revancha en Guido y Sarmiento fue insoportable, de dientes apretados es poco decir. Quilmes se pone en ventaja a los 21’, y mucho más no pasó: con ese resultado llegaron al alargue y los penales. Y ahí sí lo ganamos sin atenuantes: convertimos cuatro, el humilde Lechu Herrera atajó dos y se recibió de héroe. Recuerdo que por el nerviosismo del momento no llevé la cuenta, que fue Gilmar Villagrán, el futbolista que en la imagen grita su gol, quien al sacarse la camiseta luego de convertir el 4º penal me avisó que Lanús había vuelto a Primera A después de casi 13 años. Es la tarde del 28 de julio de 1990 y ninguno de los presentes jamás olvidará esa final. Y menos mis amigos, los cineastas, que volvieron en un camión repleto, enfervorizados y afónicos de tanto gritar Dale Campeón… 

     La década del 70 arrancó con el ascenso del Grana del 71, pero la pésima campaña de 1972 significó un nuevo descenso, y todo siguió muy mal para Lanús. Estuvo lejos del retorno en 1973, y entre 1974 y el 76 cuatro ascensos frustrados: Estudiantes de Bs As nos ganó en Atlanta en 1974 y ascendieron Unión y Temperley; San Telmo nos derrotó en cancha de Huracán en 1975 y subió a primera por única vez en su vida, y a mediados del 76 fue Almagro el que nos venció en el Gasómetro para que suba Platense. Estábamos en el peor momento de nuestra historia. La última alegría, que sería efímera, fue en diciembre 1976, en un Gasómetro a reventar, donde el Lanús de José Luís Lodico venció a Almirante, se consagró justo campeón y retornó a Primera.  Después llegó el desastre: en la noche de los penales de 1977, cuando Platense nos mandó a la B, y en 1978 el descenso menos pensado, a manos de Villa Dálmine, ambas derrotas en San Lorenzo, cuando nos fuimos a la C, donde estuvimos tres años. A partir de ahí todo se hizo cuesta arriba. El club estuvo a punto de quebrar. Los socios de todas las agrupaciones unidos lo sacaron adelante.  El retorno a la B fue en 1982, y hasta la campaña del equipo de Rogel en 1988/89, el ascenso nunca estuvo cerca.

    Aquel elenco había punteado durante las 42 fechas del torneo, en el tramo final se fue quedando sin nafta y en los últimos siete partidos cosechó cinco empates y dos derrotas, la última en Resistencia ante el escolta, Chaco For Ever, que tenía un punto menos y que con un penal cobrado por Juan Carlos Loustau a los 10’ del complemento, que Felipe Di Marco convirtió, le arrebató el ascenso. Algunos minutos después del gol, ante una gran atajada de José Perassi, se produjo una avalancha en la tribuna local ubicada detrás del arco de Lanús que derribó el alambrado y el público aterrizó dentro de la cancha. Después de varios minutos de incertidumbre, con los simpatizantes parados a un metro de la línea de cal, el partido continuó en medio de un clima de gran hostilidad hacia los visitantes. En la última jugada del partido, Lanús tuvo un tiro libre a favor ideal para Villagrán, algo que por entonces era medio gol. La cancha repleta escuchó el silbato del juez en un silencio de muerte, el vuelo del arquero en busca de su palo derecho fue estéril, pero el remate del uruguayo se estrelló en el travesaño, Loustau pitó el final y el mundo explotó en mil pedazos. Chaco For Ever fue el campeón, Resistencia festejó y la caravana de los 2000 granates emprendió la vuelta en silencio con las manos vacías y el corazón destrozado. “Yo me puse triste, pero aliviado. Si llegábamos a ganar nos mataban a todos” escuché decir más de una vez respecto de esa tarde.

      Cuando Miguel Ángel Russo asumió, al arrancar la pretemporada para el Nacional B 89/90 Lanús contaba solamente con ocho profesionales: Guillermo Alonso, Fito Barzola, el Roly Bertolini, Horacio Bidevich, Juan Carlos Cabrera, Armando González, José Felipe Perassi y Gilmar Villagrán. El flamante DT se encargó de conseguir algunos refuerzos. De su club, Estudiantes, trajo al Mingo Angellelo y a Cuchillo González, Ariel Beltramo llegó a préstamo de River, Miguel Bianculli de Italiano, también llegaron el ex Boca Abel Alves; el Patón Mainardi y Horacio Stelle de Estación Quequén; Pastorini de Ferro, Bustamente de Newell’s y Marcelo López de Atlético Rafaela. Más cantidad que calidad. En Lanús, Russo encontró el material humano y la institución ideal para aplicar el conocimiento que había adquirido como jugador de Primera, y su experiencia nutrió a los nuevos dirigentes. El joven técnico promovió a varios valores del club: Gabriel Schurrer, Fabián Cordero, Hernán Meske, el Lechu Alcides Herrera y Silvio Gil. Ambas partes, dirigentes y cuerpo técnico, tenían ambiciosos objetivos y coincidían en lo básico: priorizar a los pibes formados en la cantera del club. Con la batuta de Miguel trazaron un plan organizativo, pensado a largo plazo, que no tenía en mente el ascenso en la temporada inicial. Una vez más, era tiempo de reconstrucción.

      Después de una primera rueda de pobre rendimiento, el modesto elenco de a poco se fue arrimando a la clasificación para el dodecagonal por un segundo ascenso. El campeón holgado fue Huracán, que con 60 puntos logró el ascenso directo a Primera División. Quilmes resultó el escolta con 53 e ingresó al reducido en semifinales. Lanús se ubicó en el quinto lugar con 47 unidades, detrás de Douglas Haig (51) y San Martín de Tucumán (48). En la primera fase del reducido, a partido y revancha, Lanús venció a Deportivo Laferrere en cancha de Español, donde “Lafe” hizo de local, por 2 a 1 y en la revancha jugada en Arias y Guidi empató 1 a 1, logrando el pase a la fase 2. En cancha de Atlético Rafaela el Grana se impuso 3 a 0, y en Lanús lo volvió a vencer por 5 a 2, clasificando a una de las semifinales, debiendo viajar a Córdoba para enfrentar a Belgrano. En un partido muy disputado Lanús salió a aguantar el empate. A los 25’ del final fue expulsado Bertolini por juego brusco. La visita mantuvo el cero hasta el minuto 86, cuando Belgrano encontró el gol por intermedio de Héctor Arias. En tiempo adicionado fue expulsado Pirulo Cordero. La derrota por 1 a 0 fue un resultado heroico para el equipo de Miguel Russo. La otra semifinal fue entre el subcampeón Quilmes y el Deportivo Italiano, un equipo que tenía la base con la que Ramón Cabrero había logrado el ascenso a Primera en 1986, el único de la historia del ACIA. El partido de ida fue en cancha de Estudiantes de BS AS, donde fue local Italiano, y terminó igualado en 1. Quilmes fue superior en la revancha, en su viejo reducto y logró un lugar en la final tras vencer por 2 a 0.

      Con un marco impresionante, con una concurrencia diez veces mayor a la que lo había acompañado durante todo el torneo, el Grana recibió a Belgrano. Fue un partido muy disputado. Lanús lo empezó ganando con gol de Guillermo Alonso a los 8’, empatando José Alberto Flores a los 39’. Lanús volvió a marcar a los 17’ del complemento con un gran cabezazo de Mainardi, por entonces una de las grandes figuras del equipo, y Gilmar Villagrán puso el 3 a 1 definitivo a diez minutos del final. Lanús era finalista por el segundo ascenso.

   El rival sería Quilmes, que había sido el escolta con un plantel repleto de jugadores de primera división, era el indiscutible candidato a ascender. La ajustada victoria por 2 a 1 lograda de local en el partido de ida a estadio lleno, con otros dos goles de Mainardi, planteaba un escenario más que difícil para la definición en la vieja cancha del Cervecero. Sin embargo después de tantas frustraciones, y como siempre había ocurrido a lo largo de la historia, la hinchada granate volvió a creer y una multitud acompañó al equipo. La cabecera del viejo escenario no se vino abajo de casualidad, hubo varios heridos. Sin fútbol lujoso, con un plantel corto, con la inesperada y sorpresiva ausencia de Mainardi a causa de una sinovitis que lo mandó al hospital, baja anunciada una hora antes del comienzo del encuentro como peor presagio, Lanús fue a Quilmes sostenido por su gente. Y con lo justo en el juego pero con claridad en la definición por   penales, se quedó con el tan esperado ascenso.

     Aquel triunfo increíble conseguido en Quilmes desde los doce pasos -después de un partido para el olvido pero jugado a todo o nada, en el que Lanús cayó derrotado por 1 a 0- fue un gigantesco corte de manga al destino. A la AFA por sus injusticias, a las hinchadas rivales por sus burlas, a una buena parte de los propios simpatizantes que a esa altura habían perdido la confianza en el club y se habían alejado, y una caricia para los de siempre, los que nunca abandonaron, que aún seguían estoicos pagando su cuota y alentando a los colores, aunque ya no soñaban con la gloria. Fue tal vez la primera vez en mucho tiempo que Lanús llegaba a una final claramente de punto, y contra todos los pronósticos, se llevaba la victoria. Y aunque aún nadie lo imaginaba, se festejaba el comienzo de otra historia deportiva en la que el club escribiría sus páginas más gloriosas.

    Después de tres años en la C, Lanús había vuelto a jugar en la B en 1982. Durante los dos primeros años la consigna principal todavía era no volver a la C. Gilmar Villagrán, nacido en Colonia del Sacramento en 1961, llegó a Lanús en enero de 1984 con lo puesto, recomendado por el máximo formador de la historia Granate, el uruguayo Ricardo Acosta Bonnet. Había jugado en el humilde Plaza Colonia, y su figura no impresionaba demasiado. Sin embargo, su adaptación fue muy buena, jugó algunos partidos en reserva y muy pronto se ganó un lugar en el equipo que armó Roberto Iturrieta, y que a partir de la fecha 13 pasó a dirigir Ramón Cabrero. Con Villagrán como gran figura, Lanús estuvo peleando el segundo ascenso. El árbitro Emilio Misic se lo impidió contra Racing. En los años que siguieron, el equipo se fue consolidando como candidato, y siempre la figura más destacada fue Villagrán, autor de 112 goles en 316 encuentros. Antes de emigrar a Los Andes se dio el gusto de ascender dos veces con Lanús: la tarde de la foto y casi  dos años después, el 24 de mayo de 1992, cuando en un último y estelar paso por el Nacional B, Lanús brilló de punta a punto y logró su último y definitivo ascenso en su cancha ante Maipú de Mendoza, y Gilmar fue una de las grandes figuras de una delantera que integró junto a Héctor Enrique, el Pampa Gambier, el Mingo Angelello y Nenito Baillié.

    La foto de Gilmar, su grito de gol, la emoción de los hinchas, el marco multitudinario y la fiesta que en ese momento se desató representan un antes y un después en la historia Granate, pese a que al cabo de esa primera temporada, el equipo debió volver a descender. Todo estaba encaminado para lograr de inmediato el ascenso definitivo y el comienzo de una historia de grandeza, solvencia y crecimiento que en el plano deportivo se tradujo en cuatro títulos a nivel nacional y dos conquistas internacionales, un gran estadio, una imponente ciudad deportiva y todo el futuro por delante. Los miles de hinchas que se fueron de este mundo antes de esa tarde nunca imaginaron este crecimiento. La foto del gol de Gilmar señala con claridad el momento histórico en que todo eso comenzó, y bien merece ser un mural que ilustre algún sector bien visible de nuestras instalaciones. Filmaciones, poco y nada, porque los cineastas, por las dudas, esa tarde no llevaron las cámaras.