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viernes, 28 de enero de 2022

Armar de nuevo los pedacitos rotos del sueño


por Victor De Gennaro*

Hoy, hace 22 años en Porto Alegre, Brasil, nos dimos cita miles de resistentes del mundo, autoconvocados para formar el Foro Social Mundial, con el objetivo de gritar que la historia no término, la lucha de las ideologías continúa y que otro mundo es posible.

Gracias al trabajo de la compañera Isabel Rauber -una de las gestoras fundamentales de este encuentro- conservo la grabación de mi exposición en la apertura del debate de los movimientos sociales y hoya la quiero compartir. Aquel acontecimiento abrió una década de transformaciones, que como todos sabemos también se retrotrajo, en contra de los pueblos a la década siguiente. 

Hoy lo comparto con orgullo de protagonista junto a mis compañeros de la CTA, sino también con la convicción que tenemos una nueva década de posibilidades protagonizada y ganada por la cultura y movilización de nuestros pueblos, convencido que no sólo otro mundo es posible sino también imprescindible.                                                                                         

 “Armar de nuevo los pedacitos rotos del sueño”

Víctor De Gennaro, en el Foro Social Mundial, Auditorio de la Facultad de Medicina de la Universidad Federal, Porto Alegre, 27 de enero de 2001:

(...) Sé que no es un orgullo sólo para mí sentir esta satisfacción, sino para muchos, y para los compañeros de la CTA que están hoy acá presentes, compartir este intento de

explicitarles qué significó para nosotros la crisis que vivimos a principio de los 90, que nos atacaba a nivel internacional, pero también la sentíamos en cada uno de nuestros países. Y poder enfrentarla desde allí, decisivamente, nos llevó a tener una actitud, primero de resistir claramente a ese intento de convencernos que había llegado el fin de la historia; que había llegado el fin de la lucha de las ideologías.

Entonces no solo se decía que no se podía pelear, sino que no se debía pelear. Es más, estaban tan claros y en ofensiva los sectores internacionales que nos decían y nos pronosticaban hasta el fin del trabajo. Y hubo muchos compañeros nuestros que llegaron a creer que era cierto.

Yo nunca vi que un fajo de billetes, de plata, en una mesa se multiplicara a sí mismo sin que mediara la generación de la riqueza producida por el trabajo humano, por el esfuerzo humano, por la creatividad humana.

Entonces, es mentira el fin del trabajo. Será apropiación y concentración de los dueños del poder de la riqueza que seguimos generando la clase trabajadora, que sigue siendo hoy  de manera diferente, de manera distinta , la generadora de la riqueza de nuestro planeta y de nuestras patrias. Nos paramos frente a esa ofensiva neoliberal, que en nuestro país obtuvo la complicidad del gobierno menemista con una historia del peronismo, un movimiento político y social enraizado en la historia de la clase trabajadora, que fue cabeza de la política de privatizaciones y entrega fundamental de nuestra patria, como consecuencia de aquel genocidio que hace 25 años se realizó en nuestra patria.

Teníamos conciencia y nunca nos equivocamos en esto: hoy es posible hacer y llevar adelante este modelo que es un verdadero genocidio por planificación de la desigualdad porque hay un genocidio impune, que es el que tuvieron que realizar en nuestras patrias para quebrar la voluntad de nuestros pueblos de ser auténticamente protagonistas. No se explica si no esa fuerza que tuvieron; no nos convencieron democráticamente, hubo que matar y masacrar uno a uno nuestros pueblos para aplicar lo que hoy están llevando adelante. 

Nosotros venimos de un país donde hay una tradición de central única de trabajadores, una tradición muy fuerte, donde para ser protagonista en la política había que combinar la fuerza conjunta de las organizaciones sindicales; y con ese proceso, viendo que la clase trabajadora perdía poder, que llegábamos a tener un 20% de desocupación; un 14 % de subocupación, que llegábamos a tener un retroceso salarial  en 1974 recibíamos el 40% de la renta nacional los trabajadores, y hoy pasábamos a tener menos del 20,5% , nos costaba entender cómo algunos dirigentes sindicales, frente a este retroceso de los trabajadores, se transformaron en empresarios, cambiaron su identidad: convirtieron a su sindicato en accionistas de las empresas privatizadas, tuvieron aseguradoras de riesgo de trabajo; la jubilación o aposentaduría (¿??) privada manejadas por las organizaciones sindicales; se salvaba el sindicato, aunque perdiera la clase trabajadora.

Nosotros recuperamos la esencia de lo que es la clase trabajadora y el sindicato. El sindicato no somos más que  una organización de trabajadores que nos organizamos para defender nuestras reivindicaciones y transformar la sociedad. Ese es el origen de los sindicatos. Es no renunciar a la historia de más de ciento cincuenta años y recibirla con orgullo, y empezar a entender que sigue existiendo una clase trabajadora que no es la única la que trabaja, la que tiene empleo permanente, es también la que tiene hoy que sufrir la desocupación; los desocupados también son trabajadores, son trabajadores sin empleo.

El trabajador ilegal es trabajador e ilegal; el trabajador precario es trabajador y precario; el trabajador permanente es trabajador y luego permanente; el aposentado jubilado primero tuvo que ser trabajador. Por eso una de nuestras tareas está en volver a reconstituir la identidad de la clase trabajadora para volver a ser protagonistas en la política.

No se puede  si no somos capaces de ir a buscar nuestra fuerza en nuestros compañeros , volver a ser protagonistas en esta realidad. Por eso lanzamos, frente a esta entrega y complicidad, no solo la lucha de la resistencia contra el modelo neoliberal, sino que empezamos a construir una alternativa.

Si yo tengo que defender algo bueno de la CTA es eso: no sólo dijimos lo que no queríamos; empezamos a construir lo que queríamos -aunque pareciera un sueño en ese momento-, y empezamos a convocar sin ningún tipo de limitación: éramos todos iguales, cualquier trabajador precario, desocupado, jubilado o permanente podía estar en la central; y por ello dijimos: afiliación directa. Y también elección directa porque había que recuperar la legitimidad de origen; y autonomía del Estado, de los grupos económicos y de los partidos políticos. Autonomía de recuperar nuestra propia identidad, desde la cual reconstituirnos.

Y nos lanzamos seriamente, en el marco de esa crisis, a demostrar que se podía pelear el millón de firmas contra la jubilación privada; y luego hicimos la gran Marcha Federal que a poco del primero de enero de aquel 94 lanzábamos en nuestro país. Y tenía que ver con ese principio de la resistencia, con un cambio de rumbo también el mundo. Entonces marchamos desde los cuatro puntos cardinales de nuestro país durante varios días hasta confluir a Plaza de Mayo, a gritar en esa Plaza de Mayo  que es el símbolo de nuestra Nación, claramente de la disputa política , que la clase trabajadora seguía viva, y que queríamos ser una Nación, que no queríamos desestructurarnos.

Y desde aquí empezamos la protagonizar las luchas, los paros nacionales, la fuerza para golpear a ese gobierno que, sin duda alguna había sido la complicidad clara de la entrega de nuestra Nación: más de medio millón de trabajadores sin empleo producto de las privatizaciones; más la desindustrialización producida producto del pago de la deuda externa y del endeudamiento de nuestro país en los últimos años....

Desde esa reestructuración comenzamos a parir un nuevo sujeto al que sí nosotros apostamos. Y, realmente, cuando yo escuché la primera vez a Ana Esther, y rápidamente -se lo dije-, me iluminó esa propuesta que dijo cuando ella explicaba que desde Chiapas había que elegir un sujeto y era justo el histórico, era desde los aborígenes que podía surgir la reconstitución del sujeto para volver a ser protagonista en su patria.

Y yo sentí un símil en la Argentina, la tradición de lucha de nuestro pueblo está enraizada con la lucha de la clase trabajadores; pudimos ser capaces de empezar a armar de nuevo los pedacitos rotos del sueño que se realizaba en nuestro país, desde reconstituir la unidad de la clase trabajadora; pero una clase trabajadora que no es la que ellos quieren que tengamos, sino la nuestra.

Por eso en la CTA se empezaron a afiliar hoy, para nuestro orgullo, la Federación de Tierra, Vivienda y Hábitat, que son los compañeros pobladores, los compañeros que toman tierras, los compañeros campesinos, los compañeros aborígenes, compañeros que forman parte hoy de la central de trabajadores porque son, fundamentalmente, trabajadores; o el movimiento de aposentados y jubilados, que ha sido referencia en las luchas de resistencia más grandes en nuestro país; u organizaciones sociales, que aparentemente no tendrían que estar en una central de "viejo cuño"; son para nosotros una realidad que nos enorgullece.

Es eso que nos llevó a hacer congresos abiertos y a marchar en nuestra patria una y otra vez. El último congreso se realizó con 8600 delegados que desde todo el país marchamos y fuimos a ese congreso y privilegiamos una cosa: privilegiamos que hay un tema central, que es el problema del trabajo, el problema que hoy utilizan para quebrarnos.

En la Argentina está todo por hacerse; es un país que tiene ocho mil cuatrocientos dólares de rentabilidad per cápita. ¿Cómo se puede entender que se mueran cincuenta y cinco chicos menores de un año, por día, de desnutrición, cuando somos exportadores de alimentos? Hay riqueza y sobra trabajo en nuestro país, lo que no quieren es darlo; necesitan la desocupación porque la desocupación no solo afecta al desocupado, mete terror al ocupado y quiebra la solidaridad; necesitan el desocupado para que haya millones de trabajadores ilegales, clandestinos, o precarios, que trabajen por 100 dólares, por 150, por 300, o hasta gratis; no sé si pasa en sus países, pero por lo menos en el nuestro, los jóvenes trabajan hasta gratis con tal de tener una promesa de trabajo en el futuro.

La desocupación, entonces, es la fractura de la identidad y el instrumento de dependencia más grande de los grupos económicos; es meternos el terror en las tripas, en donde sí el terror asemeja a aquel otro terror de hace 25 años, que hizo que se nos quebrara la solidaridad.

Por eso, para nosotros, esto se transformó en el elemento fundamental: la unidad de la clase trabajadora es la recuperación del trabajo. Nos dimos cuenta: en un paradigma tecnológico como el de hoy, sobra potencialidad para resolver los problemas de la gente, para repartir en serio la rentabilidad de los grandes grupos económicos... Entonces: Seguro de Empleo y Formación para los jefes y jefas de hogar desocupados, asignaciones familiares para tener un salario social, y reducción de la jornada laboral para repartir el trabajo existente, son las dos herramientas fundamentales que los obreros tenemos que volver a recuperar.

Estas perspectivas nos llevaron a realizar en nuestro país una Marcha Grande durante 15 días, más de 400 kilómetros. La Marcha Grande significó para nosotros un punto de inflexión; la empezamos a realizar para defender esta propuesta, que ya no era solo de la clase trabajadora, sino de la sociedad, porque el problema de la desocupación es el problema de la sociedad...

Yo vengo de Buenos Aires en estos días, ustedes vieron que en todas las televisiones  y supongo que acá también  hablan de las muertes, de los homicidios, de la inseguridad, y parece que el gran drama es el homicidio, la muerte que nos espera en la calle. En la Provincia de Buenos Aires, la más grande de nuestro país, la más poblada, la estadística del año pasado marcó que por cada homicidio, hay tres suicidios, y los suicidas han cambiado, antes eran más mujeres que hombres; ahora son más hombres que mujeres, producto fundamentalmente de la crisis de la desocupación, de la desesperación por no tener futuro...

Esa es la palabra fundamental: si vamos a tener salida, si hay futuro.

Nosotros entendimos que después de resistir empezó un nuevo tiempo en nuestro país. Y este Foro también demuestra que a nivel internacional empezó un nuevo tiempo  si no, no podríamos estar realizándolo , un nuevo tiempo donde demostramos que ellos no tienen razón; que ya no convencen.

En la crisis del 90, teníamos dos problemas: ellos tenían poder, pero además, convencían, inclusive a muchos de nuestros compatriotas, que iba la modernización; que era la única alternativa, que se había caído el muro, que había que privatizar, que eso era ser moderno. Hoy tienen el mismo poder, pero no convencen. En nuestros pueblos, gracias a esta resistencia, se ha logrado instalar que esto no sirve, esto no resuelve problemas; esto no resuelve su futuro.

Ellos tienen poder y no logran consenso. Nosotros empezamos a lograr consenso, pero nos falta poder. Por eso, estamos en una discusión más alta, en nuestro país y acá a nivel internacional; ya no alcanza, como no nos alcanzaba en aquel momento, con decir solamente lo que no queremos, con lo malo del neoliberalismo; hay que empezar a construir un poder diferente, fuerza propia, poder propio para volver a ser protagonistas y convocar a nuestra gente. La Marcha Grande no solo convocó por el Seguro de Empleo y Formación y por la reducción de la jornada laboral; salimos a la calle a convocar a nuestra gente, a convocar claramente a las firmas para exigir una Consulta Popular que haga que millones de trabajadores de nuestro pueblo voten por sus derechos. Porque no nos quieren dejar votar, no nos quieren dejar participar; mientras ellos votan todos los días en los mercados, a nosotros autoritariamente se nos limita.

En esos días nos preguntaban por qué marchábamos por los pueblos, y la verdad es que no queríamos convocar a los del poder, a esos no los vamos a convencer. A los que tenemos que convencer es a nosotros mismos. A los que tenemos que convencer es a los que nos miran desde la vereda, o a los que se quieren quedar adentro de sus casas creyendo que allí está la salvación individual. Y para eso, para convocarlos, hay que convocarlos donde estábamos: en la calle, caminando. En esa calle que es el lugar donde podemos reencontrarnos y reconstituir nuestra fuerza, organizándonos.

Esa marcha significó un salto claro y efectivo para no delegar más la construcción de nuestro propio poder y de nuestra propia fuerza. Para nosotros, significó intentar comenzar a hablar no sólo desde la perspectiva defensiva de los movimientos sociales, sino desde la construcción de una alternativa diferente de sociedad.

Y yo creo, compañeras y compañeros, que ya tenemos que dejar de tener solo expresiones defensivas, para empezar a transitar el tiempo de volver a creer que es posible transformar esta sociedad.

El terror en nuestros países está en las tripas. Lo que más intentaron hacernos creer era que no se podía Y nosotros creemos que estando en la calle, organizando y mirando hacia nosotros mismos es donde podemos empezar, en serio, a soñar de nuevo que se puede transformar la realidad y volver a ser auténticamente felices, como merecemos los pueblos. Gracias”.

En la foto, el Foro de Porto Alegre.

  (*) Concejal del Frente de Todos