domingo, 10 de enero de 2016

Un centrojás llamado Volante

por Marcelo Calvente

Lectura de verano- Capítulo 5
marcelocalvente@gmail.com

Al cabo de un año en el Napoli, Carlos Martín Volante pasaría al Livorno, y de allí al Torino, donde contraería enlace con María Luisa, una joven hermosa y culta perteneciente a la clase media alta de la ciudad de Turin, que tendrá vital importancia para el crecimiento intelectual del muchacho criado en Lanús. Sin embargo, el clima de la Italia fascista se hizo intolerable para el joven matrimonio. A mediados del 34, los acontecimientos se precipitaron: Mussolini acuerda con Hitler, y por decreto decide reclutar para los ejércitos de la inminente contienda también a los extranjeros hijos de italianos que residían en la península. Alertado por el cónsul de Italia en Suiza, primo hermano de su esposa, el joven futbolista argentino debe escapar por la noche de manera ilegal por la frontera con ese país. El problema era que de ser descubierto por los guardias italianos, Carlos Volante sabía que más que la libertad, estaba arriesgando su vida. Afortunadamente logró cruzar a Suiza donde su contacto lo esperaba para ponerlo a resguardo.

Buscando continuar con su carrera en un fútbol competitivo, Carlos Volante, ahora con pasaporte legal otorgado por Suiza, se radica en Francia y logra fichar por un año para el
Rennes. Entre mediados del 35 y el 36 juega en el Olympique de Lyon, y en julio del 37 es transferido al Paris FC. En la Ciudad Luz forma parte de la elite cultural que conformaban los jóvenes argentinos de clase alta que se desvivían por el clima distendido que aún reinaba, y entabla amistad con Oscar Alemán; es conocida la historia del equipo de fútbol amateur que el guitarrista de Josephine Baker formó y del que fue su capitán, el Tango Fútbol Club, que jamás perdía, porque secretamente lo integraban cuatro futbolistas argentinos profesionales. Uno de ellos era Carlos Martín Volante. Al tomar conocimiento de que se trataba de jugadores con contrato con el Paris FC, a mediados del 38 la entidad les canceló el vínculo. Otra vez, una circunstancia extraña ponía a Volante en problemas.

Pronto la Segunda Guerra Mundial militarizó las fronteras de toda Europa. A mediados de 1938, Carlos Volante, que ya no integra la plantilla del París FC, aparece sorpresivamente como masajista de la Selección de Brasil que participa de la tercera edición de la Copa del Mundo. Según algunas fuentes fue Oscar Alemán, al que sus hermanos habían abandonado en Río de Janeiro siendo un pequeño de ocho años, quien lo presentó a sus amigos futbolistas de la selección brasileña como un excelente masajista, aunque desde el entorno familiar de los Volante sostienen que quien le consiguió el puesto fue un joven nadador brasileño de origen belga, con quien también  había entablado amistad en Paris: Joao Havelange. Lo cierto es que en la nueva función, el futbolista argentino tenía ahora la oportunidad de escapar de Francia con su mujer y su hija junto al scratch, disfrazado de auxiliar. Sin embargo, los brasileños pudieron observar sus cualidades futbolísticas durante el torneo, ya que para completar el número de jugadores necesarios para los picados, Carlos Volante participó de las prácticas y deslumbró con su categoría como mediocampista central, un puesto clave en el novedoso dibujo táctico que se venía utilizando en Europa, y que los sudamericanos descubrieron recién en ese Mundial.

Terminado el torneo viaja a Brasil con la selección verdeamarela y pronto ficha como jugador para el Flamengo de Río de Janeiro, ciudad adonde se radica. En Río, ya veterano, transmite sus conocimientos de la nueva táctica a sus compañeros, alcanza su esplendor como capitán y se consagra en el Mengo junto a figuras de la talla de Domingos Da Guia y el gran Leónidas. Mientras la guerra se extendía sobre las principales capitales europeas, el equipo más popular de Brasil obtiene tres ediciones del Campeonato Carioca, en l939, 1942 y 1943, con él como valor más destacado. A los 36 años, Volante decide retirase con toda la gloria y una muy buena situación económica, y retornar a la Argentina, a vivir en la vieja casona de Lanús donde nació y donde pronto vendrá al mundo su segunda hija. 

Curiosa coincidencia del destino, en 1945 Carlos Martín Volante antecede a su hermano Pepe como entrenador del primer equipo granate, de la misma forma en que años antes lo había precedido como jugador. Sin embargo, su estadía en la Argentina es breve; al cabo de un año, y a pedido de su esposa, que no se adapta a la vida en nuestro país, retorna a Brasil para dirigir a Internacional de Porto Alegre, después al Vitoria y finalmente al Bahía FC, obteniendo la consagración más importante de la vida de la institución del norte de Brasil: La primera Copa Brasil, que se disputó en 1959 entre los mejores de cada estado para definir al único representativo de esa nación a la primera edición de la Copa Libertadores de América, que se disputó en 1960.

Bahía llegó la final de la competencia ante el Santos de Pelé, Coutinho y Pepe, con un tal Geninho como entrenador. En el partido de ida, el 10 de diciembre de 1959, dando la gran sorpresa, supera al Santos en el inexpugnable estadio de Vila Belmiro por 3 a 2. Pero en la revancha, disputada veinte días después, es derrotado en su reducto  de Bahía por el equipo de Pelé por 2 a 0, debiéndose disputar un partido final pactado para el 29 de marzo de 1960 en cancha neutral, para lo que se designa al Maracaná de Río de Janeiro. Y aquí tenemos una gran incógnita: Geninho, el entrenador que había conducido al Bahía hasta tan alto sitial, por motivos que desconocemos deja su cargo luego de la derrota en la revancha. Al frente del equipo que vencerá en la definición al Santos en el Maracaná por un inapelable 3 a 1, logrando el primer y único título nacional de la historia del Bahía, aparece nuestro conocido, el enigmático Carlos Martín Volante, quien permanecerá en el cargo hasta fin de 1960, cuando abandona la actividad. Luego de una última visita a la patria, fueron muy pocas desde que había partido en el 46, efectuada a principios de los años 70, se despide para siempre de sus hermanos, decide radicarse en Italia junto su esposa, y permanece hasta su muerte ocurrida en 1988 en la ciudad de Milan, donde sus restos descansan para siempre.


Aquí terminaría la historia de este futbolista granate de vida singular, de la que nada sabríamos si el 15 de febrero del año 2012 el primer equipo de Lanús y el Flamengo de Ronaldinho no se hubieran enfrentado en La Fortaleza por la Copa Libertadores de América. Esa noche conocimos al periodista carioca del Diário Lance! y de la cadena Fox, Claudio Portella, que tenía la intención de conocer algo más de la historia del gran ídolo del Flamengo, Carlos Volante,  y se encontró con que en su ciudad natal, después de tantos años, muy poco se sabía de su existencia. El propio DT del Fla, el veterano Joel Santana, le había contado durante el viaje que el primer gran centro-half del fútbol brasileño había nacido cerca de la cancha de Lanús, y que tanta había sido su impronta en el fútbol de Brasil que con su nombre fue rebautizada esa posición en el terreno de juego, y que la nueva denominación, con el paso del tiempo, se había extendido a todo el continente. Los futbolistas y entrenadores que emigran al fútbol europeo expresan su curiosidad sobre un término –volante- que en Europa se desconoce por completo, mientras que en todas las ligas de Sudamérica es de uso corriente. Gracias al colega carioca ahora sabemos que surgió en Brasil, cuando con la llegada de Carlos Volante advirtieron que el típico “5” rioplatense se desempeñaba de manera diferente, y para simplificar la orden, los entrenadores solían indicarle a sus dirigidos “jugá de Volante”.

Así fue como el apellido de aquel legendario futbolista granate sobrevive en toda América Latina convertido en sinónimo de mediocampista, aunque nació como calificativo de la función de centro-half, esa que desplegaron valores de la talla de Obdulio Varela, Antonio Ubaldo Ratín y Héctor Guidi, el máximo ídolo de Lanús, que al cumplirse un año de su temprana muerte ocurrida el 8 de febrero de 1973, le dio su nombre a la calle que culmina su recorrido en la entrada principal de la cancha de Lanús. En otra parábola curiosa del destino, la calle Juan Héctor Guidi no es otra que la antigua Gral. Acha, la de la casona de los Volante que aun está en pie y en su puerta luce el mismo número 2032 donde el 11 de noviembre de 1905 había nacido aquel centrojás granate de curiosa trayectoria, un trotamundos que con su impronta rioplatense y su experiencia europea ayudó a cambiar para siempre la historia del fútbol brasileño, que pasó a ser el mejor del planeta cuando sus mediocampistas centrales aprendieron a jugar de Volante.