miércoles, 18 de abril de 2018

Melones

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

  A pesar de que ni los arbitrajes, ni la buena suerte, ni los resultados  ayudaron, las últimas presentaciones de Lanús insinúan que el equipo, que aún está en reformulación total, está atravesando una segunda etapa, que es la de obtener una identidad de juego que permita reconocer que hay futbolistas asentados, aunque todavía hay otros que están tratando de responder a las exigencias -sin lograrlo- pensando en el próximo semestre, con participación en la Sudamericana, la Copa Argentina y un nuevo torneo de la Superliga con un promedio que hay que elevar sí o sí. 
A tranco lento, con más críticas que aceptación, van quedando atrás los rencores por la derrota en la Final, las partidas de Maxi, Braghieri, Alejandro Silva y Román Martínez, y la no llegada de refuerzos. Y el Caso Pepe, en el que algunos socios e hinchas del club reclamaban que se haga lo que el futbolista quiera y que se le pagara lo que él exigiera, a pesar de que el correntino incumplió su contrato porque no tenía intenciones de quedarse, una circunstancia que los académicos de la especialidad, con la intención de destacar el novedoso carácter futbolero del viejo y difundido trauma entre víctima y victimario, denominan “El síndrome del Mundial de Suecia”.
A veces cuesta mucho, a veces poco y nada. La conformación de un equipo nuevo puede ser más o menos trabajosa. Depende del juego, de las idas y venidas, de la idea táctica, de la buena suerte, de la conformación de un grupo, de la confianza de todos en el proyecto, del  mucho o poco aliento con el que cuenten. Si el marco en el que se lleva a cabo es el del
respaldo incondicional, si el público acompaña y si se puede trabajar con tranquilidad, las cosas suelen ser más sencillas. Pero si pasa como en Lanús, donde muchos se quejan y pocos acompañan, y donde casi nadie se acuerda de las grandes victorias, el proceso se puede demorar e incluso terminar fracasando. A Carboni nada le resultó sencillo: a causa de lesiones varias, debió iniciar su ciclo al frente del equipo con una dupla central integrada por dos zagueros debutantes. Con marchas y contramarchas los melones se van acomodando en un carro de andar lento, y si bien mucho no se ganó, al menos algo se empezó a merecer. El saldo de la etapa, con cuatro encuentros por jugar,llegará con el receso. 
El Kelly Carboni seguirá al frente del plantel después del Mundial, y en su cabeza ya no habrá dudas acerca de quién va a continuar ni a cuáles futbolistas necesitará sumar para pelear alguno de los títulos en juego. Lanús viene exhibiendo una columna vertebral de calidad, conformada por Andrada, Marcone y Acosta, a la que tal vez se pueda reincorporar José Luis Gómez en su plenitud física, como cuando resultó una figura determinante en los tres títulos obtenidos en 2016. Uno imagina que Pasquini, Carrasco, Lodico, Belmonte y Marcelino Moreno tendrán su lugar, lo mismo que Herrera y García Guerreño, a quienes se agregaría un central zurdo, una necesidad imperiosa, tanto como la llegada de un delantero de área. Cáceres, Thaller, Ortiz, Maciel, Barrientos, Matías Sánchez, Di Plácido, Rojas, Lugo, Di Renzo y Bruno Vides jugaron menos, el entrenador deberá decidir sobre las posibilidades futuras de cada uno de ellos. 
Como suele ocurrir, y pese a que se anuncia que serán producto del equilibrio entre la necesidad deportiva y lo económicamente lógico y viable, será el tiempo de hablar de refuerzos. Como en todo receso, los Granates pasarán el Mundial con una radio pegada a la oreja y atentos a lo que se diga en las redes sociales y en las calles de Lanús. “¿Puede ser que estén atrás de Juan?”, “Me contaron que Perico está por firmar”, “Parece que Andrés pide una fortuna…” y ni pensar que el Pepe amague con querer volver y echar más leña al fuego que al partir avivó intencionalmente. Será un tiempo clave y denso pero corto, que culminará en julio próximo, cuando la pelota vuelva a rodar y una nueva etapa de alta competencia internacional se ponga en marcha. Y no te extrañes que como ocurrió el sábado ante Banfield, los melones de la tribuna también se terminen de acomodar, y que las esperanzas y el aliento de la gente de Lanús vuelvan a poblar La Fortaleza con todo su colorido.