jueves, 25 de octubre de 2018

Cantar victoria

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

No fue a Patronato. El sábado por la tarde en La Fortaleza Lanús se venció a sí mismo. Era el propio equipo Granate el que no encontraba el rumbo, perdido en lo colectivo, irregular e incierto en lo individual, inseguro y nervioso ante un público que venía dulce y que de tanto ganar se ha puesto por demás exigente. Lo de Carboni no funcionó, y Zubeldía se encontró con un plantel desmotivado. Puso manos a la obra y, por suerte, aun cuando arrancó perdiendo tres al hilo, de a poco le fue encontrando la vuelta.
El entrenador llegó y fue definiendo: al arco, Ibáñez. Aunque ambos dejan dudas a la hora de recuperar, sigue creciendo el aporte ofensivo de Di Plácido y Pasquini, el pibe que sin debutar en primera se tuvo que ir a jugar a Atlanta, que luchó y volvió, y que fue el volante izquierdo titular del mejor equipo de la historia del club, el de Jorge Almirón. Nicolás Pasquini es el dueño de la pelota parada y además, después de
Velázquez, es el compañero de banda ideal para el Laucha Acosta, el que mejor lo entiende cuando Lautaro encabeza la contra por la izquierda. De que ambos laterales puedan jugar más en campo contrario que en el propio mucho depende la suerte del equipo. La dupla central se armó con Thaller y Torsiglieri; el doble cinco con un sorprendente Facundo Quignon acompañado por el pibe Belmonte, más sereno y ordenado. Esta parece ser la base defensiva del nuevo equipo Granate, el que va a luchar para mantener la categoría. Quedan cuatro lugares para armar el ataque.
Ribas y Lautaro siempre están. Por la derecha, atento a no perder la marca del lateral rival, se consolida el pibe De la Vega con su andar principesco. Esta vez sin brillar, se gana el lugar también por su aporte al equilibrio. Contra Patronato de local había que ganar sí o sí, y con esa exigencia, el equipo tenía que rendir examen. El viejo hincha de Lanús, que tanto convivió con él, bien lo sabe: el nuevo hincha de Lanús está empezando a conocer el temor al descenso. De todos modos, aunque el marco no fue multitudinario, estaban los que siempre están, los que más alientan, y esta vez la victoria fue contundente, de principio a fin, y además dejó varias señales auspiciosas.
De entrada, digamos que se le ganó a un rival de menor categoría, el más limitado de los cuatro o cinco muy limitados de la Superliga. Después del sacrificado empate en Tucumán, fue notoria la mayor convicción con que salió a jugar el equipo Granate en su casa, entregando una imagen de entereza física que dos fechas antes no existía. La mejora de la condición atlética de un plantel en formación no es algo que se obtenga de la noche a la mañana. Eso tal vez demuestre que aquello que le faltaba no era resto físico, era confianza, convicción y entendimiento colectivo, cosas que con la llegada de Luis empezó a conseguir. Tenía que ganarle a Patronato para no entrar en terapia intensiva. Por fortuna, la apertura del marcador no tardó en llegar.
Otra cosa impensada dos fechas atrás: Quignon agarró la manija con autoridad, aportando recuperación, buen dominio del balón y mucho criterio para jugarlo, de principio a fin de cada etapa fue aclamado varias veces. También el trabajo de Marcelino Moreno despertó, con un poco más de cautela, el reconocimiento de los hinchas locales. No sería exagerado decir que fue su mejor partido en primera. No convirtió, pero su calidad individual, la confianza que mostró y la sensación de que estuvo más concentrado y metido que nunca en su tarea, jugando con mayor libertad y con mucha más movilidad, pidiendo siempre la pelota, arrancando en velocidad y haciendo un buen trabajo de armado ofensivo.
Todo el equipo estuvo más enchufado, favorecido también por el retorno del verdadero Laucha Acosta, el que con pelota al pie y en velocidad perfora a todas las defensas. Pronto estuvo dos a cero arriba, y con esa tranquilidad pudo empezar a definirse como equipo, desarrollar la idea del DT e insinuar que hay material como para apostar a un juego de ataque en velocidad de alto poder, con Marcelino, el Zorrito y Lautaro, un trio intimidante, con la presencia goleadora del experimentado Ribas, que es bravo en las alturas, y que por ahora, sin deslumbrar, está cumpliendo en la red.
Plan B o manotón de ahogado, no hay dudas de que Zubeldía conectó a 220 y de a poco el bondi empezó a funcionar. Ahora hay que confirmar la levantada venciendo a Tigre. No hay técnico como Zubeldía para transformar la nada en esperanza. Y no hay lugar mejor que Lanús para él, para que intente dar el salto en su segunda casa y volver a poner la energía lo antes posible en la obtención de un título, esa consagración que su carrera necesita. Y no hay como ser hincha de Lanús, el club de los milagros donde nada es imposible, para atreverse a soñar en grande.