lunes, 5 de marzo de 2018

Los escozores de marzo. Macrismo y peronismo

por Omar Dalponte

Una crónica apurada  de lo ocurrido en estos días explicaría, no mucho más, que en la Ciudad de Buenos Aires, en la provincia de Buenos Aires y en el Congreso de la Nación tres ciudadanos, cada uno a cargo de la administración de sus respectivos gobiernos, pronunciaron el discurso de apertura del período legislativo del presente año. No hubo anuncios importantes ni nada que indique  que vayan a producirse modificaciones en el rumbo de cada una de esas administraciones.  Sin embargo, pasándoles el peine fino a  uno por uno de tales acontecimientos, además de despuntar el vicio en esto de analizar la política, es posible extraer, de la trama, algunos hilitos que tal vez resulten interesantes. Lo de Rodriguez Larreta en la legislatura porteña ha sido más de lo mismo. Nada que alivie la situación de los vecinos cada día más difícil.  Se siente consolidado como Jefe de Gobierno y, hasta ahora, no surgió nadie desde la oposición que, como figura, atraiga la simpatía de los futuros votantes y logre inquietarlo. Claro: conviene remarcar el “hasta ahora”, pues en política es aconsejable no descartar las sorpresas.
La cosa se pone sabrosa cuando se entra en el territorio de las comparaciones y se pone atención en los discursos de Mauricio  Macri y María Eugenia Vidal. Partiendo de la base que ambos mandatarios representan solamente a una porción de la sociedad y no son aceptados por otra cantidad no menor de la ciudadanía, es fácil comprender el contenido de sus respectivas exposiciones y el sentido de sus dichos. No fueron, los suyos, discursos improvisados. Tampoco los gestos. Tienen, y se nota, la seguridad que les da contar con el apoyo de los sectores poderosos de la economía, de las finanzas y de los medios monopólicos de comunicación. Macri, por su inveterada costumbre de jugar un rol sobrador
 se permitió decir algunas barbaridades como la de “crecimiento invisible” y otras linduras como: “Hace 35 años que venimos postergando un debate muy sensible que como sociedad nos debemos: el aborto”, “No podemos hacer política con le educación de nuestros hijos” o “Lo peor ya pasó y ahora vienen los años en que vamos a crecer. Las transformaciones que hicimos empiezan a dar sus frutos”. Hasta el más desprevenido sabe que el crecimiento de un país se ve o no se ve, que el debate sobre el aborto hace mucho tiempo que está plantado en la sociedad, principalmente por los movimientos de mujeres; que los hijos de los poderosos no van a las mismas escuelas que los pibes de familias humildes ; que los hijos de “ellos” no viven igual que los hijos de los pobres,  que no hay ninguna señal de que lo peor haya pasado pues el índice de pobreza es alarmante, el endeudamiento del país es enorme, la desocupación sumió a miles de trabajadores en la miseria y que los frutos de las “transformaciones” son sí fruta amarga en la calidad de vida de los argentinos. Síntesis: el discurso de Macri ha sido una simple y maliciosa fábula.
María Eugenia Vidal, sin duda uno de los mejores cuadros políticos de Cambiemos, fiel a su papel de linda enojada recitó una pieza poblada de fórmulas breves de campaña que contiene pasajes por ahí atractivos para un sector de los bonaerenses hoy  claramente enojado con Macri pero no con la gobernadora. Hay que reconocer que el discurso de Vidal, en parte incisivo y en todo provocador,  ha  sido un guión muy bien actuado por quien conserva una imagen positiva alta y sigue sólidamente posicionada para 2019. Así como la ausencia de pueblo en el Congreso de la Nación, el dato bochornoso a destacar  en la Legislatura bonaerense, fue la presencia de más de mil policías custodiando la zona como si en lugar de estar frente a un acto de la democracia se estaría a las puertas de un campo de concentración.
Pero aparte de  los diferentes escenarios, los modos planificados y acordados, los dichos guionados para cada quien y la excelente relación entre los dos mandatarios que siempre tratan de exhibir desde las usinas macristas ¿no habrá al interior de Cambiemos un inicio de debate sobre lo que ocurre y lo que se viene en torno a estas dos figuras principales de su espacio? A Mauricio lo comenzaron a putear donde concurren sectores populares por excelencia: las canchas de fútbol. A María Eugenia no…aún. El pegadizo cantito de los futboleros se extendió como reguero de pólvora y resultó molesto como una postemilla  ¿Macri se desinfla y Vidal crece, según encuestas para ellos confiables que se manejan en privado? Si esto es así, por estímulo que le llega de otros o por ambiciones propias, no se tentará María Eugenia con la candidatura presidencial? Con apenas 44 años de edad y el antecedente a favor de haber desbancado al peronismo en el principal distrito de la Argentina le sobran cartas para jugar la mano.
Claro que Vidal es nada más que Vidal y, salvo si existiera un remoto parentesco con aquel general de las luchas por nuestra Independencia, José Celestino Mariano Vidal, no viene de sangre oligárquica ni de héroes de antaño. María Eugenia es porteña, del barrio de Flores, del trabajo parroquial y de la Universidad Católica. Fue subiendo a puro pulmón. No es Macri Blanco Villegas. Y eso es una dificultad para ascender hacia la cima del poder en el escalafón del neoliberalismo actual. Tal vez se decida mantenerla como principal empleada del patrón de Cambiemos y ella lo acepte de buen grado. Habrá que ver que deja finalmente el oleaje de la política y que es lo que más conviene decidir a los gerentes macristas.
Por el lado del peronismo las cosas no son fáciles. Cristina Fernández, la  dirigente del archipiélago peronista con mayor apoyo electoral en la provincia de Buenos Aires y dueña de un buen porcentaje a nivel nacional - según algunas publicaciones de cuya seriedad no nos hacemos cargo- no piensa candidatearse el próximo año porque –afirman- descuenta que sería derrotada en segunda vuelta. También, el acoso judicial que viene sufriendo desde hace tiempo y el rechazo hacia ella de diferentes sectores del peronismo influirían negativamente sobre su ánimo y no ayudarían a que decida ser candidata en las próximas elecciones. De los nombres que asoman en superficie con ganas de competir, si vemos la realidad sin engañarnos, ninguno de ellos, a la mayoría de los peronistas, nos convoca. Tampoco, dicho esto con respeto por las personas, nos entusiasman.
Tal como anticipamos hace varias semanas en esta columna, quien salió al ruedo es el doctor Eduardo Duhalde. Su última experiencia como candidato presidencial fue en 2011, acompañado por el recientemente fallecido Mario Das Neves, ex gobernador de Chubut. En aquella oportunidad Duhalde cosechó un muy módico 5,8% de votos. El lomense, a quien no se le puede negar su peronismo y muchos le reconocemos haber sacado las papas del fuego en los ardientes días de 2002, aseguró que jugará políticamente en 2019. Lo que no sabemos es en qué lugar lo hará. Con 77 años sobre su humanidad y teniendo en contra la antipatía de no pocos sectores de la sociedad, pensamos que deberá reflexionar muy bien si se calzará los botines o lo hará como director técnico. Comparada la personalidad, experiencia y  muñeca de Duhalde con el disparatado  accionar de personajes de opereta como José Ottavis y algún otro artífice de la derrota de 2015, consideramos que la participación del ex presidente como armador político no deja de ser una buena noticia. Probablemente le inyecte peronismo al peronismo. Y eso estaría bueno.
   (*) De Iniciativa Socialista