sábado, 2 de enero de 2016

Una mirada sobre la prehistoria del fútbol argentino

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

El Club Atlético Lanús es, de los viejos 18 clubes de fútbol de la primera división que fundaron el profesionalismo, el más joven. Nacido el 3 de enero de 1915, fue una expresión un tanto más tardía del boom futbolero surgido a fines de siglo XIX en los principales puertos del Plata y el Paraná. Dicen que los marinos británicos lo jugaban desde los años 40, cosa difícil, porque entonces el fútbol no existía en el mundo. Los historiadores más serios no dudan en consignar las fechas con precisión: la primera competencia oficial entre clubes se organizó en una taberna londinense, donde se reunieron representantes de varias universidades de esa ciudad, cuyos estudiantes, con enormes disparidades de reglamento, practicaban un deporte que se jugaba con los pies, y algunos de ellos incluían  además el uso de las manos. Aquella noche, después de largas e infructíferas discusiones, los jóvenes de Cambridge decidieron reglamentar el fútbol, en tanto los de Rugby se apartaron e insistieron en seguir jugando con las manos, con el resultado imaginado. Hablamos del 26 de octubre de 1863, fecha internacionalmente reconocida como el día que se implementó por primera vez el fútbol en todo el planeta, independientemente de que en distintas sociedades de todas las épocas pueda haberse jugado a algo parecido. Cuatro años más tarde, aquellos fundadores todavía estaban discutiendo normas básicas y cambiando permanentemente el reglamento. Recién a partir de 1868 se empezó a competir en Londres con cierta normalidad y se logró establecer
una reglamentación básica unificada, que no obstante seguirá siendo modificado al ritmo de los cambios políticos y sociales del siglo XX, hasta ser el actual, un precepto que se acerca bastante a la perfección. 
  No se puede entender la esencia tan particular del fútbol argentino si no se observa cómo y en cuanto tiempo el deporte de los ingleses locos enloqueció también a los criollos, y qué tan rápidamente el boom se fue extendiendo a casi todos los pueblos del mundo occidental.  Apenas tres años después de aqulla mítica reunión de la Freemason’s Tavern donde se creo la primigenia “The Football Association”, el inmigrante escocés Thomas Hogg recibió en Buenos Aires el reglamento corregido del nuevo juego, que estudió con detenimiento, y que luego fue repartiendo entre los inquietos jóvenes de los clubes y colegios ingleses de Buenos Aires y alrededores. Fue una tarea ardua y empecinada. El 9 de mayo de 1867 –tan solo cuatro años después de la reunión de Londres- fundó el Buenos Aires Football Club, el primer club de fútbol de Sudamérica, para luego iniciar el reclutamiento y la instrucción de los futuros jugadores. Recién el 20 de junio de  ese año logró juntar 16 atrevidos que se animaron a ponerse los pantalones cortos y disputar el primer match de la historia argentina, dos equipos de ocho jugadores diferenciados entre los de gorra roja y los de gorra blanca, partido disputado en las instalaciones del Buenos Aires Cricket Club, del que Hogg era socio, ubicado en la zona del actual Planetario de los bosques de Palermo. Entre ese año y mediados de 1868 hay registro de un total de cuatro partidos jugados con las mismas características. A partir de allí y hasta 1884, dieciséis años después, no existe información acerca de la disputa de partido de fútbol alguno. Y recién en 1891 un pequeño grupo de cinco entidades porteñas, clubes y colegios ingleses todos, fundaron la Argentina Association Football League y jugaron el primer torneo. Sin embargo, al menos en la novel asociación, al año siguiente no hubo competencia. Fue con la irrupción de otro escocés que había llegado al país en 1882, Alejandro Watson Hutton, que dos años después de su arribo fundó el Buenos Aires English High School. No hay dudas de que Hogg fue el padre del fútbol argentino, tampoco se puede negar que fue Hutton el que lo crió. A partir de 1893, Alejandro Watson Hutton  le daría un renovado impulso a la asociación, siempre con un número reducido de instituciones británicas entre las que reinó el Lomas Athletic Club, que ganó 5 de los 7 torneos disputados hasta 1899. Terminado el predominio del equipo de Lomas, la primera década del siglo XX fue el momento de los estudiantes del colegio de Hutton, liderado por Jorge Gibson Brown, quien pronto se destacaría como el mejor de los famosos siete hermanos futbolistas, y capitán de la Selección Nacional entre 1908 y 1914. Con el legendario nombre de Alumni, el equipo de Hutton ganó casi todo lo que jugó, y se retiro de las competencias cuando se cansó de ganar, con sus principales figuras entrando en la veteranía. Entre 1901 y 1911, Alumni se alzó con 16 de los 22 torneos que disputó. Fue en ese entonces que los criollos, que antes sólo miraban, decidieron entrar en acción.
El fútbol inglés y el argentino nacieron prácticamente juntos y crecieron a la vez con el mismo escenario, el de los muchachos británicos de clase acomodada. Al principio,  lentamente le fueron dando espacio a los criollos, quienes  bien pronto desplegaron un estilo personal pleno de distinción y belleza. Sin embargo, la picardía criolla aplicada al juego y traducida en quiebres, amagues y gambetas, para los rudos y caballerescos jóvenes ingleses pronto resultaron actitudes cercanas a lo antideportivo. La cuestión era que aquel equipo que contaba con algunos nativos resultaba superior, y como éstos no disponían de los medios como para dedicarse de lleno al nuevo deporte, sus adinerados compañeros la daban unos pesos para que no fallaran a los compromisos por los puntos. Sin embargo, con el tiempo los ingleses los fueron marginando, tanto para no apartarse del terreno del amateurismo como para sostener el estilo británico de juego frontal, basado en el despliegue y la velocidad. El verdadero objetivo pasó a ser el de preservar el amateurismo, y con él sus costumbres victorianas claramente elitistas. Cuando advirtieron que no podrían competir con los pícaros y mañosos futbolistas criollos, decidieron que era mejor sin ellos, y en el amateurismo intentaron mantener al fútbol en el marco social de deporte de ricos. 
  Ya era demasiado tarde, en los puertos, en los suburbios y hasta en los parajes alejados, los jóvenes porteños deslumbrados por el nuevo juego empezaban a armar equipos y fundar clubes a ambos lados del Riachuelo, muchos de ellos en lo que hoy conocemos como conurbano sur, en donde cientos de villas crecían a la vera del ferrocarril. Es por esto que la mayoría de los viejos clubes de fútbol argentino, entre ellos 15 de los 18 que más tarde pusieron en marcha la era profesional -la excepción fueron Gimnasia y Esgrima La Plata y Quilmes, ambos de 1887- surgieron en la primera década del siglo XX. River en 1901, Tigre en 1902; Huracán y Racing en 1903; Independiente, Ferro, Argentinos y Atlanta son de 1904; Boca, Platense, y Estudiantes, de 1905; Talleres de Escalada y Chacarita, de 1906; San Lorenzo de 1908 y Vélez de 1910. Lanús nació recién en 1915, y para organizar algo tan novedoso y particular como un club de fútbol en aquellas circunstancias fundacionales, tantos años de ventaja era mucho tiempo.
(Continuará)