miércoles, 10 de enero de 2018

Para plantar en la vereda

por Alejandro Chitrangulo

Los beneficios de la moringa oleifera


La moringa oleifera  un árbol originario de las provincias de Agra y Oudh a los pies del Himalaya en la India. Los textos Vedas de la India datados hace 5.000 años ya hacían referencia a sus múltiples nutrientes y a su poder  armonizador.     
   Los especialistas en botánica lo denominan “Moringa oleífera” pero dependiendo de la zona se lo denomina  como el “árbol milagroso”, “árbol baqueta” o “árbol de rábano picante”. Tiene hojas pequeñas y redondeadas, que están llenas de una increíble cantidad de nutrientes: proteína, calcio, beta caroteno, vitamina C, potasio, magnesio, cobre, hierro y zing. 
   Su cultivo se extendió a través del sur de la India hasta Sri Lanka –entonces Ceilán–  y a través de comerciantes indios llegó hasta la costa este de África. Durante el siglo xx el cultivo del árbol fue incentivado especialmente por los británicos ya que sus raíces son especialmente ricas en glucosinolatos de sabor picante, un sustituto ideal del rábano. Crece en casi cualquier tipo de suelo, incluso en condiciones de elevada aridez estacional. Actualmente la moringa crece en
climas tropicales y subtropicales de todo el mundo incluido el Caribe, Centroamérica y Sudamérica. 
El arbol de la vida
Existen 13 especies de moringa, de las cuales sólo dos son nutritivamente interesantes: La moringa oleifera y la moringa stenopelata. La primera es más valiosa desde el punto de vista nutritivo. Sólo hay una nueva subespecie que se está desarrollando en la actualidad en las islas Canarias, cuyas ramas y frutos son rojos y supera nutricionalmente a la moringa oleifera común, con valores excepcionalmente altos.
   Las hojas de moringa están cargadas de vitaminas, minerales, aminoácidos esenciales y más. Cien gramos de hoja seca de moringa contienen: 9 veces la proteína del yogurt, 10 veces la vitamina A de las zanahorias, 15 veces el potasio que las bananas, 17 veces el calcio de la leche, 12 veces la vitamina C de las naranjas, 25 veces el hierro de la espinaca.
   Las hojas de moringa son ricas en antioxidantes, entre los cuales encontramos vitamina C, beta-caroteno, quercetina y ácido clorogénico. Este último, el ácido clorogénico, ha demostrado disminuir la absorción de azúcar en las células y los estudios con animales han encontrado que reduce los niveles de azúcar en la sangre. Otro estudio encontró que las mujeres que tomaron siete gramos de polvo de hoja de moringa diariamente durante tres meses redujeron su nivel de azúcar en la sangre en ayunas en un 13.5 por ciento y que añadir 50 gramos de hojas de moringa a una comida redujo el aumento de azúcar en la sangre en un 21 por ciento entre los pacientes con diabetes.
   Además, en un estudio en el que algunas mujeres consumieron 1.5 cucharaditas de polvo de hoja de moringa durante un periodo de tres meses, aumentaron significativamente sus niveles de antioxidantes en la sangre.
  En India se utilizó tradicionalmente por su  fuerte acción antiinflamatoria y para tratar úlceras estomacales. El aceite de Moringa (a veces llamado Ben) ha mostrado proteger al hígado de la inflamación crónica. Aparte el aceite de moringa es el único aceite vegetal que resiste la rancidez. Su calidad lo convierte en un buen conservador para los alimentos que pueden descomponerse rápidamente. Se utiliza este aceite dulce para freír alimentos o como aderezo para ensaladas. También se utiliza de forma tópica como antifungicida y para tratar la artritis.
   La moringa también tiene propiedades que disminuyen el colesterol: un estudio publicado en el Journal of Ethnopharmacology encontró que sus efectos podían compararse a los del medicamento simvastatina, para reducir el colesterol. Los resultados del estudio indican que esta planta posee actividades antioxidantes, hipolipidémicas y antiateroescleróticas, y tiene potencial terapéutico para la prevención de las enfermedades cardiovasculares.
   Desde un punto de vista digestivo, la moringa es alta en fibra que, como dice el Epoch Times, “funciona como un trapeador para los intestinos... para limpiar cualquier basura que haya quedado de una alimentación grasosa”. También sus isotiocianatos son dignos de atención, ya que tienen propiedades antibacteriales que pueden ayudar a eliminar del cuerpo la bacteria H. pylori, implicada en la gastritis, úlceras y cáncer gástrico.
   El sabor de la moringa es agradable y sus partes se pueden comer crudas, especialmente las hojas y flores, que son de color crema y aparecen principalmente en épocas de sequía, cuando el árbol suele perder las hojas, o cocidas de varias formas, por ejemplo en guisos. Las flores son ricas en carbohidratos y tienen un buen sabor. Las hojas pueden usarse para hacer jugos o té y tienen un gusto suavemente picante, una mezcla entre berro y rabanito. Además da fruto en forma de vainas que, estando verdes, se pueden cocer y tienen gusto parecido a las chauchas. Cuando están maduras se hierven con un poco de sal, se abren y se extraen las semillas ya listas para consumir, de sabor parecido al garbanzo y también se pueden tostar. Las raíces son comestibles, parecen zanahorias pero de gusto picante. De las semillas se extrae el aceite, y todas las partes del árbol tienen beneficios. 
La moringa florece hasta durante 8 meses al año, y sus flores dan una miel maravillosa. Las hojas frescas se pueden comer crudas en ensalada o cocinadas como si fuesen espinacas. Las hojas ostentan mayor concentración de nutrientes que cualquier otro alimento conocido hasta ahora y es por ello que el árbol es conocido como “Mother’s best friend” (el mejor amigo de la madre) ya que las madres que se alimentan con hojas de moringa, producen una leche mucho más nutritiva. Las hojas, tras un proceso de secado cuidadoso se comercializan hoy en día como un superalimento concentrado.
Un árbol para tener en casa
La moringa es un árbol caducifolio. Presenta rápido crecimiento: unos 3 metros en su primer año pudiendo llegar a 5 metros en condiciones ideales; adulto llega a los 10 o 12 metros de altura máxima. Tiene ramas colgantes quebradizas, con corteza suberosa y hojas color verde claro. Crece en suelo seco y arenoso, y desarrolla suficientes raíces tuberosas, que sirven como reserva de nutrientes y que penetran verticalmente en profundidad, lo que le permite subsistir en regiones secas.  Le gustan las temperaturas entre 25° y 45° centígrados y prospera en regiones con una precipitación superior a 500 milímetros por metro cuadrado. La moringa se siente cómoda entre los 0 y los 1.000 metros sobre el nivel del mar. Si las temperaturas descienden a menos de 15°C la moringa detiene su crecimiento. No soporta heladas constantes ni humedad constante en sus raíces. En condiciones adecuadas el árbol puede vivir hasta sesenta años.