domingo, 18 de julio de 2021

El noticuento del poeta sentimental

   Con un nombre bien bíblico asomó en la vida terrenal José María. La influencia de mamá Hilda fue decisiva en sus primeros años. Es que el nene para entonces era debilucho y tenía una salud bastante delicada, tanto que decidió llevarlo a Córdoba, donde la naturaleza serrana era conocida por sus virtudes sanadoras.  En ese clima bucólico forjó, como sucede con casi todos los chicos marcados por una mamá protectora, sus sentimientos basados en el amor y la protección que ella ponía sobre su hijo. Él que había nacido en una ciudad, Lanús, con costumbres más urbanas que rurales, encontró la paz tradicional de un pueblo del interior del país.

    El crecimiento trajo una mejoría paulatina. Además la escuela que recién comenzaba a transitar fue fundamental en su formación. La lectura de  cuentos y relatos fue también influencia materna.

   ¿Y papá Pascual?  Se podía decir que no lo tuvo en esos primeros años de vida. Si bien era un padre cariñoso ¡cuando estaba en casa!  Su vida dedicada al trabajo, pero sobre todo

más a sus amigos, a la calle, al bar, a las carreras y otras actividades “nocturnas”, hacían casi inexistentes sus encuentros. Pero, siempre hay un pero, la herencia está en la sangre. Y como se verá más adelante, en algún momento apareció.

   Sigue el noticuento contado por el Abu Leo a sus nietos: Cuando regresaron a Lanús, su mamá lo anotó en el Colegio San José de Buenos Aires,  fundado por sacerdotes de la Iglesia. Seguramente su papá que aún no había abandonado su desordenada vida, al menos se había hecho conocido en el ambiente tanguero ya que era un popular letrista, y dinero no faltaba. Incluso hubo un momento donde los discos se estaban haciendo populares y una grabadora de música nacional se había instalado en Lanús donde las orquestas y los grandes cantantes, venían a su casa. ¡Si hasta Carlos Gardel durmió en su casa! Y no sería extraño que José María se escapara de vez en cuando al bar La Vasquita, cerquita de la Grabadora Nacional, donde se reunían los músicos y cantores. 

  —Bueno, ¡se terminó el misterio! -dijo el Abu Leo-. El personaje de este noticuento se llamaba José María Contursi (foto) y sus letras de tango aparecieron cuando su papá pasó a la vida eterna, como un homenaje a su memoria. Sus versos reflejaron una versión “culta” de las letras pero no menos emotivas y sentimentales tales como “Cristal”, “En esta tarde gris”, “Gricel”, Verdemar”, “Sombras nada más” y tantos otros temas. Fue locutor de radio, escritor y periodista.

  José María Contursi se casó con Alina Zárate y tuvo cuatro hijos. Pero, sin embargo, el amor de su vida, como dice el Abu Leo, desde la vida extraterrenal, fue Gricel, Susana Gricel  Viganó, con quién convivió hasta que partió a la vida eterna en Capilla del Monte, donde fue feliz desde su infancia: como una parábola de la vida que vuelve al punto cero.

                 Leonardo Saphir saphirleonardo@gmail.com.   Colaboró: Carolina Cortina.