jueves, 30 de diciembre de 2021

Arsenal de Llavallol, una estrella fugaz

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

(Continuación de la nota del)

Corría el año 1962 y Alberto J. Armando, siempre un paso delante de los demás dirigentes del fútbol de su tiempo, recibía en su despacho a un tal Aníbal Díaz, un cincuentón excedido de peso, típico exponente del fútbol amateur de aquellos tiempos: dirigente, director técnico y delegado, un todo terreno dedicado con pasión a la formación futbolística de niños y adolescentes, un personaje que no dudaba en recorrer el país en su viejo auto en procura de talentos para incorporar a su equipo y participar en alguna de las competitivas ligas que existían en Buenos Aires. Al amparo del primer peronismo, el “Gordo” Díaz comenzó a trascender en el ámbito del fútbol amateur del sur del Gran Buenos Aires. En 1948 había fundado en Llavallol una entidad sin sede ni cancha que llamó Club Atlético Arsenal para competir en la primera edición del Campeonato de Fútbol de los Juegos Nacionales Evita. Con un grupo de jóvenes promesas que el Gordo había captado, con Vladislao Cap como capitán, Arsenal obtuvo el título de Campeón Nacional de Fútbol de dichos juegos 1950, de los que será destacado animador de todas las ediciones disputadas hasta la caída de Perón.

    A partir de la consagración de 1950, que fue intensamente reflejada por los diarios, las radios y el noticiero cinematográfico Sucesos Argentinos, la fama de Aníbal Díaz, un hombre

meticuloso, disciplinado y muy exigente creció aún más y pronto recibió el respaldo del ministro de Hacienda de la Nación, Ramón Cereijo, quien le otorgó un terreno en comodato ubicado en la intersección de las calles Santa Catalina y Libres del Sud, en Llavallol, donde Díaz hizo la cancha, los vestuarios y una habitación con baño privado donde él solía dormir. Por entonces eran “los mimados de Cereijo” y animaban clásicos enfrentamientos con el club Sacachispas, creado en Villa Soldati por un grupo de muchachos cercanos al afamado periodista uruguayo Ricardo Lorenzo, alias Borocotó, que contaban con el respaldo del propio Perón.

   Con la cancha y las instalaciones que disponía, Arsenal de Llavallol se afilió en 1952 a la 3ª división de Ascenso, que más tarde se llamaría Aficionados, y actualmente Primera D. En ese equipo jugaban Norberto Schiro, que luego pasaría a San Lorenzo; Humberto Maschio, Antonio Angelillo, Natalio Sivo y el mencionado Cap. El Gordo Díaz, que era un experto en transacciones de futbolistas, empezaba a ganar dinero grande: los cuatro pasarían a Racing en 1954 y se descuenta que con su mediación, los dos primeros fueron transferidos al fútbol italiano en 1957: Maschio al Bologna y Angelillo al Inter. Por su parte Sacachispas, que también había recibido un predio por gestión de Perón, logró su afiliación a la misma categoría dos años después, en 1954. En su primera participación se volvió a topar con Arsenal, su viejo y conocido adversario de los Torneos Evita. Esta vez el Lila de Soldati fue campeón de punta a punta. Por primera vez un recién afiliado a la AFA, como Sacachispas, logró ganar el título y ascender. El incansable Díaz pidió que Arsenal, que contaba con la estructura necesaria, lo acompañe en su ascenso y la AFA, que no contaba con muchas entidades con instalaciones aptas, le concedió ese privilegio. Los problemas de ambas entidades empezaron con el derrocamiento de Perón en 1955, aunque lograron mantenerse en la “C” durante algunos años. Arsenal volvió a bajar a Aficionados en 1958, Sacachispas se mantuvo hasta 1962. El club de Llavallol no sólo perdió su protección política; además quedó en la mira de la revolución libertadora. En 1959 el Gordo Díaz fue acusado de falsificar la firma del presidente de la AFA con el fin de evadir impuestos en la venta del jugador Jorge Griffa al Atlético de Madrid y Arsenal fue desafiliado por tres años.

   Cuando en 1962 lo fue a ver a Armando a su despacho, el incansable Díaz había sido absuelto de todos los cargos y el club acababa de recuperar su lugar en la categoría menor. Rápido como era, el "Puma" comprendió que en la humilde entidad podía completar la formación de los valores más destacados de la cantera y cerró el acuerdo. Loco de contento, el visionario Aníbal Díaz se fue de la reunión con el compromiso de Armando de efectuar una ampliación del pequeño estadio y con los préstamos de Rojitas y Pianetti, las dos máximas promesas de la tercera de Boca, quienes jugarán el torneo de Aficionados de 1962 para Arsenal, que ya no usará su casaca amarilla y marrón a rayas verticales, sus colores originales, porque a partir de ese año lucirá orgulloso por las canchas del ascenso la azul y oro, convertido en la primera filial del fútbol argentino y logrando una impensada repercusión. Entre las particularidades del acuerdo, todos los futbolistas de Arsenal pasaban a ser propiedad de Boca, quien podía recurrir a cualquiera de ellos, como hizo con Rubén Magdalena, Adolfo Pedernera fue nombrado Director Deportivo, en tanto Boca se reservaba la administración de la filial, que quedó a cargo del vicepresidente Miguel Zappino, quien además vigilaría bien de cerca a las dos promesas del club, que habían sido enviados como castigo disciplinario. Con Rojitas y Pianetti, que fueron sin cargo y sin opción, el Arsenal más antiguo del fútbol argentino -fundado el 12 de Octubre de 1948, dos meses después del estreno de la célebre película “Pelota de trapo”- hizo una campaña fuera de lo común, convirtiendo muchos goles aunque recibiendo más de los debidos. Al finalizar el torneo de 1962, Rojitas y Pianetti volvieron a Boca dejando una estela imborrable de su paso por Llavallol: fueron la gran atracción del torneo de Aficionados de un fútbol argentino que asistía a la primera experiencia de una filial.

   El acuerdo entre Armando y Díaz había nacido para vivir poco: cuando el Puma lo concretó, ya tenía en mente la adquisición de un gran complejo propio para las divisiones inferiores y concentración del plantel. En 1963, Boca compró La Candela, un predio de seis hectáreas ubicado en San Justo. Con esa nueva posesión, Boca se fue yendo lentamente de Arsenal, y el pobre club de Llavallol se quedó sin conducción, ya que Díaz había sido desplazado definitivamente al asumir Zappino y su gente. Finalmente Boca lo abandonó, y sin brújula ni respaldo político, con el esfuerzo vano de los pocos socios que quedaban, Arsenal se encaminó hacia una anunciada desaparición. En el terreno de Llavallol que le había otorgado el ministro de Perón, Arsenal había construido su estadio con dos pequeñas tribunas de cemento, vestuarios, baños y demás comodidades que la mayoría de sus competidores envidiaban. Arsenal de Llavallol jugó allí el último partido de su breve y agitada existencia el 12 de octubre de 1968 ante Central Córdoba de Rosario. Como dato curioso, nótese que dejó de existir el mismo día de su fundación pero exactamente veinte años después, y eso fue lo poco que duró su corta pero intensa existencia. Muy poco después el predio fue expropiado por el gobierno de facto.

   Algunos años después de su expropiación, los militares abandonaron el predio de Llavallol. El paso del tiempo lo transformaron en un enorme basural y muchos años después, recién en 2016, la Municipalidad de Lomas de Zamora inauguró en el lugar el Parque Municipal Llavallol. La de Aníbal Díaz y su Arsenal es una de esas curiosas leyendas futboleras que se pierden en el olvido, aplastadas por el impresionante marco de la gran historia del fútbol argentino. La de un humilde pero ambicioso dirigente de un club de barrio que quiso cortar camino a la grandeza y lo pagó muy caro. Contemporáneo adversario de Sacachispas, el destino de uno y otro fue muy diferente: confiando en el esfuerzo y la prudencia, el Lila hoy se apresta a debutar en el Nacional B.

De la suerte de Díaz poco se conoce. La versión más confiable es la de Néstor Santiago: el hijo del afamado buscador de talentos José Pirula Santiago, a quien le deben sus exitosas carreras el Pato Fillol, Julio Ricardo Villa, Juan Domingo Rocchia y Gabriel Schurrer entre muchos otros. Colega y amigo de Díaz, Santiago supo de una larga y complicada internación, de donde harto del hospital Aníbal Díaz se habría escapado en busca de un bodegón para despedirse de este mundo con un último y definitivo atracón, olvidado y sólo como un profeta sin apóstoles. Otra fuente consultada que pidió reserva afirma que el Gordo murió en un confuso accidente ocurrido en Florencio Varela, atropellado por un automóvil con varios ocupantes que se dio a la fuga.