domingo, 17 de septiembre de 2023

El Partido Obrero y su guerrillerismo sin riesgo

por Lisandro Martinez*

El 6/9/23 en el periódico Prensa Obrera -usurpado por los expulsadores de 1.200 militantes del Partido Obrero en 2017/18- un continuador de aquella política
que se identifica como Gustavo Montenegro intenta explicar la lucha de los hijos de genocidas organizados en la agrupación “Historias desobedientes”.  El escriba de la dirección del PO relata algunas historias enfatizadas en el horror y a ese regodeo le agrega una caracterización que profundiza la ciénaga política que no deja al PO despegarse del barro cacoso donde está anclada la dirección usurpadora desde hace rato, afirmando que “el plan represivo de la dictadura estuvo dedicado inicialmente a liquidar a las organizaciones guerrilleras que ya en el 76 se encontraban muy debilitadas”. Con esta caracterización sin base histórica ni ninguna prueba que la sustente y cuya formulación está más errada que tiro al arco de Cavani, el PO navega sin brújula y a la deriva ya que la dictadura fue instruida por el imperialismo para acabar con el activismo clasista y combativo cuyo centro de irradiación eran las fábricas. Ese era el principal peligro para la continuidad del régimen de explotación que se enfrentaba a una delicada etapa, donde las experiencias de coordinadoras obreras, ocupaciones de fábricas y los debates para construir un partido de la clase obrera para la toma del poder, estuvieron presentes durante las décadas del 60 y 70 y fueron trajinados por una reducida vanguardia obrera opuesta por el vértice al foco militarista que, por su génesis pequeño burgués, intervino siempre paternalmente frente a los conflictos obreros e incluso se desarrolló como un aparato extraño y anti democrático en relación a las tareas de la clase obrera.

Un dato estadístico sobre las desapariciones desmiente tajantemente la idea de que los milicos primero

apuntaron a la desarticulación mediante la represión de “las formaciones especiales” (grupos
militaristas que incluso por seguridad tenían prohibido por sus organizaciones divorciarse de sus compañeras). El porcentaje más numeroso de los desaparecidos se registró entre los trabajadores fabriles. En cambio para el escriba del PO los enemigos más importantes para los genocidas en principio fueron ERP, Montoneros y otros, y una vez debilitados estos arremetieron contra la clase obrera. Pero desde la vuelta de la democracia en 1973 los aprestos represivos siempre estuvieron a la orden del día e impuestos sobre la clase obrera. Así fue que el propio Perón con su ministro de Trabajo José Otero impusieron una contra reforma sobre la ley de Asociaciones Profesionales, donde se prohibían los paros, huelgas y las ocupaciones de fábricas y se dictaban penas de prisión efectiva para los infractores 

 Blanquear o justificar 47 años después a los grupos de tareas diciendo que “el blanco principal de los genocidas eran las organizaciones guerrilleras”, es un embuste que esconde la desviación política existente desde antes de la ruptura del PO y la actual de los expropiadores del PO, quienes rearman su sanata donde “las organizaciones especiales” (los foquistas) habrían jugado un rol “progresista”, cuando en verdad la mayoría de sus actividades eran provocaciones pequeño-burguesas, sin ligazón con las masas trabajadoras. Entonces el escriba del PO señala que los focos “se encontraban ya muy debilitados, entonces (sí) el objetivo principal pasaron a ser los activistas obreros”. Falso, ya lo eran desde la vuelta de Perón y con su Triple A. Esto demuestra la dependencia intelectual de los escribas del PO respecto al guerrillerismo/foquismo o como se le quiera llamar, que deja ver la hilacha firmemente desenvuelta a la hora de suplantar a la clase obrera por la pequeña burguesía armada 

 La flojera política e intelectual que presentaron los expulsadores de 1.200 militantes del PO en el debate político fue su adhesión a destiempo (sin consecuencias para su seguridad física y en tiempos de paz social) al foquismo de salón que embelesó a una parte mayoritaria de la dirección del PO en 2017 cuando adoptó las posiciones de un estudiante de secundaria de apellido Malaespina, quien intentó contrabandear “foquismo” en el PO en medio de una lucha estudiantil en el colegio Carlos Pellegrini en 2009 y fue descubierto y escrachado en el Boletín Interno del PO para que reviera o abandonara nuestras filas. Malaespina ya que no tenía nada ideológico que lo contuviera en nuestra organización, al tiempo pasó a ser un fanático defensor de CFK y luego diputado de FdT, un adelanto de los coqueteos y avances entre la dirección del Polo Obrero oficial y Grabois alimentado por el PTS.

Política Obrera se delimitó en pleno ascenso del castrismo de la relación con la pequeña burguesía izquierdista, que se auto proclamaba popular y revolucionaria como lo hace ahora mismo el PO de Solano. Al final de los ‘50 señalábamos por lo menos tres cuestiones: 1) El foquismo, que comienza a ser esgrimido por varios grupos de izquierda y fracciones del PC. 2) El maoísmo, presentado como una renovación revolucionaria del stalinismo e incluso como la reivindicación de éste. Y 3) El morenismo, que había abandonado toda política independiente se disuelve en el peronismo y luego en el foquismo. Política Obrera demostraba que estos planteamientos políticos eran extraños a la independencia política de los trabajadores y que desvirtuaban la posibilidad de la estructuración obrera como clase revolucionaria. De esta manera, no sólo era un obstáculo para la tarea principal de los revolucionarios de Argentina –superar políticamente al peronismo– sino que eran tributarios del programa burgués o pequeñoburgués nacionalista. En ese momento Pekín y La Habana se proclamaban centros de una estrategia internacional “tercermundista”, desconociendo así la contradicción fundamental: proletariado mundial-capitalismo mundial. Política Obrera señaló que la historia aún no había abolido el carácter objetivamente revolucionario de la clase obrera mundial ni la vigencia del internacionalismo obrero, que debe manifestarse construyendo la Internacional obrera revolucionaria (el partido dirigente de la revolución socialista mundial).  Este planteamiento define su carácter obrero e internacional.Todo el proceso posterior confirmó que estos ejes correspondían a la realidad de las fuerzas en lucha, como lo demostraron las experiencias foquistas de la pequeña burguesía.

     (*) De Política Obrera