jueves, 11 de febrero de 2016

La implosión del Frente para la Victoria

por Juan Carlos Vacarezza y José Arturo Quarracino*

   Al igual que en numerosos distritos municipales, provinciales y el nacional, la ex coalición oficialista denominada Frente para la Victoria está comenzando a implosionar y fracturarse, básicamente entre los que reivindican su pertenencia al justicialismo-peronismo y quienes hacen gala de “fe” kirchnerista. Este sector, después de ningunear y rebajar al peronismo como un elemento constitutivo del FV y elevar al kirchnerismo al plano de “etapa superadora” del justicialismo, ahora pretende llenar al Partido Justicialista de afiliados, porque bien saben que “sin el peronismo, el kirchnerismo no existe” (Guillermo Moreno dixit).
   El distrito de Lanús no ha podido escapar a esta diáspora: el ex espacio oficialista nucleado hasta el 10 de diciembre pasado en el kirchnerismo, se partió en cuatro partes, siguiendo la división producida en el Senado provincial, donde este armado político se partió en dos
bloques.
  ¿Cuáles son los motivos ideológicos-doctrinales que han provocado esta división? En la década del ’70 era clara la línea divisoria, claramente ideológica, entre la “Patria peronista” y la “Patria socialista”, dos concepciones políticas claramente diferentes y, en algunos aspectos, antagónicas. Hoy en día, lamentablemente, las diferencias y divisiones son sólo producto de la “lucha” por espacios de poder y de cargos. En ningún caso se explicitan ni se han explicitado las diferencias doctrinales, porque no existen.
   Al igual que en otros planos de la política, la manipulación y la tergiversación del lenguaje ha sido una táctica utilizada con éxito por los defensores del statu quo, para despojar a las fuerzas políticas, en especial al peronismo, de su esencia conceptual y caricaturizarlas como maquinarias de acumulación de poder y gestoras de negocios.
Uno de los conceptos más tergiversados y degradados en esta manipulación ha sido el de la militancia. El kirchnerismo ha abusado hasta el extremo de este concepto, renegando de su origen y sentido históricos.
En sus dos primeros gobiernos, a partir de 1951, el peronismo comenzó a institucionalizar la formación y capacitación de los cuadros políticos y sindicales, como instancia fundamental e indispensable de comunión entre la conducción superior y el pueblo.
   Luego de la sangrienta contra-revolución de 1955, la mayoría de esos cuadros fueron expulsados de los organismos oficiales gubernamentales y estatales, o fueron sufrieron persecución y cárcel y tuvieron que pasar a trabajar en forma clandestina. Estos cuadros formados y capacitados se convirtieron así en militantes. ¿Por qué?
En su sentido etimológico, militancia remite al término latino militia, que define al soldado llano que en los ejércitos romanos constituía la tropa de avanzada, por eso mismo expuesto habitualmente a padecer la muerte, lo que constituía un timbre de gloria y honor. Dispuesto al sacrificio máximo de su existencia -ofrendar la vida por el triunfo de la Patria-, la paga material que recibía era mínima, pero la retribución moral la superaba con creces.
Históricamente hablando y en sentido estricto, la militancia peronista nació luego del derrocamiento de Juan Domingo Perón en 1955, cuando miles de ex dirigentes políticos y sindicales fueron despedidos de sus cargos oficiales y muchas veces proscriptos, con lo cual tuvieron que ganarse la vida en el llano, en la actividad privada. En este sentido, muchos de los futuros dirigentes del justicialismo nacieron a la vida política a partir de esa matriz adversa y peligrosa, en general en forma clandestina, arriesgando sus vidas (durante casi 20 años ser peronista fue un delito). Se ganaban la vida en la actividad privada y “se financiaban” su militancia: no cobraban, sino que se pagaban ellos mismos su compromiso político. Luchaban por el ideal del retorno de Perón, para reimplantar en la Argentina las banderas históricas del justicialismo. Ni se les cruzaba por la cabeza las ventajas que podían obtener y los cargos que podían ocupar para hacerse millonarios. Por eso ofrendaban y sacrificaban su vida, porque servían a un ideal, no a ambiciones materialistas. Su misión fundamental era mantener viva la llama del ideal político en el seno del pueblo.
   En 1973, cuando un militante llegaba a ocupar un cargo público se convertía en un funcionario, dejaba de ser militante, porque asumía una misión concreta en un poder del Estado. Lamentablemente, a partir del “retorno de la democracia” en 1983, la militancia comenzó a ser reemplazada por el punterismo político rentado, con lo cual el político-puntero empezó a transformarse en un político “profesional”, con un sueldo. Así, la política comenzó a dejar de ser un medio para modificar la realidad política, un servicio a la comunidad, para convertirse en un fin en sí mismo. En estos últimos doce años de gobierno, tanto el kirchnerismo como la mayoría de las otras fuerzas políticas elevó a la enésima potencia esta transformación, prostituyendo a la militancia, al convertirla en una actividad rentada con sueldos opulentos y para personas sin experiencia alguna, muchas veces sin  desempeñarse en un cargo, “para hacer política”. En distintas oportunidades Juan D. Perón sostuvo que la mejor forma de corromper a un joven despojándolo de ideales era darle un cargo y pagarle un sueldo más que suculento, con lo cual ya no defendían ideales sino su ingreso. Así, a lo largo de estos años, los militantes rentados se han convertido en una casta que no se retiran jamás de los cargos, inmovilizando todo cambio y trasvasamiento dirigencial, saltando de un espacio político a otro sin el más mínimo pudor: lo fundamental es permanecer y mantenerse, a como dé lugar.
En el peronismo es fundamental recuperar el sentido más profundo de la militancia. Para ello, es imprescindible volver a Perón y a sus enseñanzas¸ sin olvidar jamás que Perón sigue vivo en su doctrina, tal como predijo Eva Perón en 1949: “el movimiento político puede tenerlo [a Perón] como líder único sin correr el peligro de desaparecer el día infausto que falte Perón porque siempre quedará Perón al frente de su pueblo como un ideal, como una bandera, como una guía, como estrella para señalar en las noches el camino de la victoria definitiva”. En definitiva, aunque haya partido de este mundo hace 41 años, Perón sigue conduciendo al Movimiento, los dirigentes sólo coordinamos la militancia de los compañeros y argentinos de bien que quieren hacer de la Argentina una Patria grande y que su pueblo pueda ser feliz en plenitud, con dignidad y justicia social reales.
   (*) Coordinador y sub-coordinador del Movimiento Primero la Patria